Autumn plans

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-¿Y bien? ¿Estáis preparados para que comience la que es la peor pesadilla de los nuevos y otras clases de marginados? -fue lo primero que Madison nos preguntó cuando nos sentamos en la mesa del comedor tras tres largas horas de clase.

-Es mi primer día, dame un respiro Maddie. ¿Acaso hay peor pesadilla que estar lejos de mis amigos y mi familia durante todo un año?-refunfuñé. Sam, que estaba a mi lado, asentía de vez en cuando para mostrarse a favor de todo lo que decía. Dios, adoraba tener a alguien que pudiera ver su situación reflejada en la mía, aunque no fuera muy fan de decirlo con palabras. Madison se encogió de hombros conforme con mi argumento, que a pesar de parecerle convincente no la detuvo de explicar lo que pretendía.

-Todos los años a principio de curso Eastside organiza un baile de otoño, con la encantadora iniciativa de que somos nosotras, las chicas, las que debemos invitar a los chicos.-comenzó. -Lo que este evento viene a significar entre nosotros es la época en el grupo de chicas repipis más conocidas de todo el instituto reclutan a nueva gente para que se junten con ellas y se crean populares durante un tiempo, ¿no es encantador?

-Cuando llegué a Estados Unidos lo hice con la idea de que todo ese rollo de los bailes era un invento de las películas.-pensé en voz alta. Maddie me lanzó una breve mirada que gritaba algo así como "Pobre e inocente Blanda, no sabes dónde te has metido." y seguidamente dirigió sus claros ojos hacia una de las mesas más alejadas de nosotros, donde como pude deducir, estaban sentadas las seis chicas de las que con tanta desestima nos hablaba, acompañadas del equipo de fútbol americano casi por completo. Ambas permanecimos un par de segundos mirándoles hasta que la desganada voz de Sam nos sacó de nuestros pensamientos.

-¿Y bien? Yo ya tuve suficiente con los populares de Indianápolis, ¿por qué no ignorarles y pasar una buena noche los tres?

-No digas tonterías, Sammy, ¡mírate! Eres alto, guapo, de ojos claros, apuesto lo que quieras a que desde que cruzaste ayer la puerta de la clase estás en el punto de mira de alguien.-le dijo Maddie. Yo no tardé en ponerme de su parte.

-Madison tiene razón, ¡date el capricho de conocer gente nueva!

-Prefiero ir con cualquiera de vosotras, no me gustaría terminar en un grupo en el que sea el único con más de dos neuronas.-rió. -Deberíamos entrar ya en clase, ¿quién viene a música?

-Yo tengo clases de dibujo.-dije mientras me levantaba y cogía mi mochila de mala gana. -Dios, casi había olvidado que ahora no sólo voy a ver a mi padre en casa, sino que tendré que soportar cinco horas a la semana mandando sobre mi trabajo.-suspiré. Tardé demasiado tiempo en darme cuenta de que estaba quejándome demasiado, pero al menos terminé haciéndolo, así que tan sólo esbocé una amplia sonrisa y me despedí con la mano de mis amigos, los cuales tomaron el camino contrario en dirección al aula de música.

Mi primera clase de dibujo no fue tan horrible como la había imaginado. George me trataba como a una más y por suerte nadie hacía comentarios al respecto, al menos no en voz alta. Oí a un par de compañeras de al lado hablar sobre el baile de otoño, me limité a prestar atención a la clase y en cuando sonó el timbre salí de allí a toda prisa. Al terminar el día volví a casa a pie, ya que estaba acostumbrada a callejear y era algo que disfrutaba. Últimamente parecía ser la única cosa que me relajaba y de todas formas no tenía ninguna prisa en llegar a casa.

-¡Blanda, Blanda!-volvió a llamarme la voz de la pequeña Olivia justo en el momento en el que entré en el jardín delantero.-¡Sálvame, por favor!-gritó corriendo hacia mí y se detuvo a escasos metros. Pude ver que su madre venía detrás de ella con una leve sonrisa, así que supuse que no debía tratarse de un asunto de vital importancia. Cuando tuve a la niña lo suficiente cerca, ladeé la cabeza y me quedé mirándola con una ceja alzada, a la espera de que me explicase cuál era el problema. -Necesito que vengas a casa este sábado, mi madre quiere que sea mi hermano el que se quede conmigo.

-Eh eh eh, ¡tranquila boba! ¿Tan mal canguro es tu hermano?-reí, y después levanté la cabeza para mirar a su madre, que se encogió de hombros.

-Nunca le ha gustado y supongo que tú sí. ¿Tienes algo que hacer este fin de semana? Te pagaré, por supuesto, todo sea por tener contenta a Liv.-dijo Elisabeth sonriendo de nuevo.

-Bueno, estaba barajando varias opciones para este fin de semana pero... Olivia y yo pasaremos una noche genial y nos iremos a la cama temprano, ¿verdad?-intercambié una mirada cómplice con ella, que asintió rápidamente.

Elisabeth no pudo hacer otra cosa que acceder. Al parecer, Steve había pasado un buen rato hablando con ella aquella misma mañana y parece ser que le había hecho crearse una buena imagen de mí. ¿Cómo podía negarme? Aquella chica era tan dulce y vivaracha que me hacía desear volver a tener ocho años para hacerme su mejor amiga y pasar juntas toda la vida, pero como eso era algo que no podía hacer, mi única opción era hacer de canguro.

[...]

-Elisabeth me ha hablado de él. Tiene un año más que tú, pero debe estar en tu curso porque está repitiendo el último año.-me contó Steve cuando él, George y yo nos sentamos en la mesa a cenar y a hablar de qué tal había ido el día.

-Lo importante es que su hermana me prefiere a mí, tengo trabajo para este fin de semana y me mantendré ocupada mientras la gente habla del baile de otoño de dentro de tres semanas, ¿no es genial?

-¿No te hace ilusión ir? Creía que esas tonterías os encantaban a los adolescentes.-dijo Steve mientras daba vueltas a su plato de lasaña. -También he pasado un rato con el doctor Swanson, su hijo parece buen chaval.

Ambos reímos y yo terminé con mi plato antes de hablar.

-Él irá conmigo o con Maddie, de todas formas iremos los tres juntos.-le sonreí antes de levantarme y darle un beso en la mejilla a cada uno para ir después directamente a descansar. -Me voy ya a dormir. ¡Buenas noches amores!- y dicho eso, salí de la cocina, corrí escalera arriba y me encerré en mi habitación para enfundarme en mi pijama y tumbarme en la cama a garabatear un poco en mi cuaderno de bocetos antes de irme a dormir. Tan sólo hicieron falta un par de minutos para que el cansancio acudiera a mí, así que solté el cuaderno y me acomodé dispuesta a descansar, pero en aquel momento escuché unas voces provenientes de mi ventana que definitivamente no me ayudarían a conciliar el sueño.

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