Con la llegada del lunes también llegó la vuelta a la rutina, con la diferencia de que Bright nos acompañó a Sam, a Maddie y a mí a la hora del almuerzo. Por la forma en la que bromeábamos y la complicidad con la que nos mirábamos no era difícil adivinar que algo había cambiado entre nosotros, y supe que mis amigos no tardaron en darse cuenta por la mirada llena de entusiasmo con la que Maddie se dirigió a mí cuando nos vio llegar juntos. A lo largo de la comida, me di cuenta de lo bien que se llevaban mis amigos y Bright: A Madison, como era de esperar, la conocía desde siempre, y entre él y Sam había surgido una estrechísima amistad gracias al equipo de baloncesto. Aquella mañana, toda la conversación consistió básicamente en Sam narrando con entusiasmo el modo en el que la gente se había desmadrado aquel pasado sábado a finales del baile de otoño. Fue justo al recordar la razón por la que había abandonado la fiesta cuando Will y su grupo de amigos pasó junto a nuestra mesa.
—¡Will, Will! ¡Espera!—le llamé levantándome rápidamente. Él se detuvo y me miró con su encandiladora sonrisa. —Siento lo del sábado. Me encontraba mal, no tenía ánimos para fiesta y me vine abajo...
—No te preocupes por eso, en serio. ¡Estamos bien! Lo pasé genial. —dijo encogiéndose de hombros de forma despreocupada, en un intento de quitarle hierro al asunto. Yo sonreí y suspiré, verdaderamente aliviada.
Dando por terminada la conversación, Bright estiró su brazo para alcanzar mi mano y tirar de ella gentilmente para que volviera a sentarme, pero antes de que mi cuerpo pudiera reaccionar a aquello, Meredith se abrió paso entre los chicos para colocarse junto a Will y mirarme con una diminuta sonrisa.
—Hey Blanda, me han dicho que el sábado te vieron por ahí con Bright. Hacéis una pareja estupenda. ¿Sabes lo que más me gusta de él? —comenzó, ensanchando su sonrisa al hacer esta pausa. Yo miré a Bright, cuya mano aún sujetaba la mía, y encontré que mirada fijamente a la chica con gesto sobrio, sin expresión alguna. Ella no esperó respuesta para continuar. —Es un maravilloso cuentacuentos. ¿Te sabes ya el de sus padres? —ladeó la cabeza mirándome con una ceja alzada.
—Meredith. —la llamó Will con voz seria, en un intento de hacer que la chica se callase, pero ella ignoró por completo la petición de su amigo.
—Oh no, espera. El del verano pasado es mucho mejor.
—¡MEREDITH! —repitió el moreno, esta vez no como petición sino como orden, al haberlo hecho en un grito. En aquel momento fui yo la que agarró con fuerza la mano de Bright, que se había levantado de forma tan brusca que había dejado caer su silla tras él, provocando que todo el mundo a nuestro alrededor centrara su atención en nosotros para intentar averiguar qué ocurría.
—¿¡Qué!? Cualquiera puede tener un desliz, ¿verdad Sammy? —continuó la morena, dirigiéndose esta vez a mi amigo, que escupió el trago de agua que estaba bebiendo cuando escuchó aquello.
Will volvió a llamar su atención haciendo notar su creciente rabia y consiguiendo esta vez que de los profesores que se encontraba en la zona le escuchara. Antes de que este pudiera interceptar el lugar exacto del que provenía el grito, Meredith se alejó de nosotros en dirección a la cafetería y Will y Bright se miraron fijamente durante unos segundos, como si estuvieran hablando por telepatía. Sabiendo que eran uña y carne, a nadie le parecería extraño que fueran capaces de hacerlo.
Todos intentamos volver a la normalidad cuando el señor Crawford, entrenador del equipo de fútbol, se acercó a nosotros.
—¿Señorita Eggenschwiler? ¿Puede acompañarme?
—Ella no tiene nada que ver con todo esto. —alegó Bright rápidamente, interponiéndose entre él y yo.
—No te hagas el héroe, Dwyer, es su padre quien la reclama.
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Greenwood
Teen FictionBlanda, una joven suiza que aspira a hacerse un hueco en el mundo del arte, se ve obligada a pasar su último año de enseñanza pre-universitaria en Greenwood, un minúsculo pueblo de Indiana hasta el que sus padres la conducen con la excusa de cambiar...