Fe

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Los primero rayos de sol que entraban por la única ventana que había en el pasillo, incidieron sobre mi cara haciéndome despertar. Hacía rato que Bright ya estaba despierto, pero había decidido permanecer allí mientras yo siguiera dormida. Su brazo aún rodeaba mi cuello y me mantenía aferrada contra su torso, y sus piernas estaban ligeramente flexionadas para dejar paso a la gente que empezaba a circular por el pasillo.

-¿Qué hora es? -pregunté con voz aletargada.

Él me miró sonriendo y besó mi frente suavemente.

-Aún no son las ocho. El doctor ha entrado hace un momento en la habitación de tu padre. No debería tardar mucho en salir. -susurró. Apenas cinco minutos después, la predicción de Bright se cumplió, y ambos nos levantamos del suelo para recibir al médico.

-¿Es usted la hija del señor Eggenschwiler?-preguntó, y se detuvo a esperar a mi afirmativa para continuar. -Su padre se encuentra estable y con un poco de suerte sólo tendrá que pasar un par de días en observación antes de volver a casa. Tan sólo fue un fallo puntual, no tardará en recuperarse.

-Gracias, muchas gracias.-sonreí amablemente antes de que se marchase y me giré después hacia Bright, ensanchando mi sonrisa de forma inconsciente.

Cuando volví a entrar en la habitación para darle los buenos días a mi padre, aproveché para recoger mis cosas, pues George me había llamado para decirme que iba en camino al hospital y que sería él quien se quedaría con Steve hasta que pudiera volver a casa.

Bright se ocupó de llevarme de vuelta a Greenwood, y al llegar al porche de mi casa se despidió de mí con un ligero beso en los labios. Yo, que no tenía ninguna prisa en entrar para pasar el resto del día encerrada en mi habitación, permanecí mirando al chico hasta que éste se adentró en su casa, y después apoyé mi espalda sobre la puerta principal durante unos minutos mientras pensaba en qué hacer.

Finalmente, me decidí por dar uno de mis largos paseos por el pueblo. Después de recorrer gran parte de las calles que ya había conseguido memorizar, llegué a parar (Dios sabe cómo) al último sitio que esperaba visitar. Supongo que de repente me sentí demasiada perdida y pensé que aquel lugar me ayudaría, pero por otro lado, la parte más racional de mí sabía que dada mi forma de pensar, aquello no serviría de nada.

Me detuve ante el viejo edificio para examinarlo con detenimiento. La fachada recubierta de madera blanca se encontraba desgastada por la propia antigüedad de ésta, y una estrecha torre se alzaba para convertir a aquel edificio en uno de los más altos del pueblo de la forma más humilde posible. Cuando entré, me sorprendí al encontrarme allí sola. Al otro lado de la sala, al final del pasillo que la atravesaba, la modesta imagen de una virgen enmarcada en madera tallada coronaba la pared y enlazaba con la estética de la mesa que había frente a ella. Con pasos silenciosos, avancé por el pasillo de la pequeña iglesia hasta llegar a la banca más próxima al altar y me senté en ella. Una vez más, el crujido de la madera volvió a chocar contra las paredes retumbando en toda la sala. Yo cerré mis ojos, agaché la cabeza y esperé a sentir algo.

Habiendo sido criada en un modelo de familia que la iglesia tradicional nunca ha considerado "ético", es de esperar que la religión no estuviera muy presente en mi educación. Sin embargo, recuerdo que Steve solía llevarme muy a menudo a la iglesia para hablarme de lo importante que es tener algo en lo que creer. Yo nunca tuve la habilidad de hacerlo a pesar de que siempre quise. En aquel momento, me encontraba tan perdida que sentía que lo único que necesitaba era un ligero rayo de fe que me hiciera poder mirar al futuro como algo esperanzador. ¿Me sirvió de algo quedarme allí aislada del resto del mundo pensando en nada? No; la verdad es que no recibí la señal tal y como la esperaba, pero al menos recibí una.

GreenwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora