ELI.
Todo esto me lo contó Dan la primera vez que lo vi después de tantos años. La llegada de su mensaje me hizo recodar nuestros días en quinto año. Las risas que teníamos y las constantes ausencias de nuestro profesor, causadas porque tenía un hijo muy enfermo al cual debía cuidar. Los días libres en los que no hacíamos más que reír y pensar que seríamos amigos hasta ser viejos y pensar en sueños que nunca tuvieron futuro, ni siquiera cuando empezamos el siguiente año. Lo vi un día de febrero. Fue por mí a mi colegio y decidimos caminar hacia mi casa. Ambos éramos muy diferentes a aquellos niños de quinto año.
-Salgamos dentro de dos semanas –me dijo de repente.
-Claro, vayamos al cine –propuse al tiempo que decidí sentarme en una banca.
-Vale, ya casi sale una película de Marvel.
-¿Te gustan todas esas cosas de cómics? –dije sonriendo.
-No, pero el tráiler se ve bueno.
-Ah, claro. Eso es –quedamos en silencio y noté su mirada en mi rostro. Lo recorría una y otra vez como si intentara buscar algo en él. Pero decidí no darle importancia cuando giró su rostro a otra dirección para disimular.
-¿Y cómo va el colegio? –me dijo antes de tomar agua de una botella que sacó de su mochila.
-Bien, por poco me llevó dos materias, pero pude recuperarme a tiempo. ¿Y a ti?
-Yo estoy a punto de llevarme tres. Pero espero salvarlas en los exámenes.
-Vaya, qué mal. Espero que puedas pasarlas. Yo ya me veía haciendo extras –le dije de broma.
-Vamos –dijo burlón- en tu colegio es más fácil recuperar materias, en el mío apenas y te explican de qué trata la materia que te asignan. Te dan una formula y básicamente haces milagros para pasar, si no bienvenido el extra.
-Oh, qué afortunada soy –le dije y con ello di por terminada esa conversación.
Volvimos a ponernos en marcha y me llevó a casa. Nos recordamos que quedamos en ir al cine. Y luego cada quien tomó caminos opuestos. En mi casa, a diferencia de la suya, las cosas eran distintas. Mi padre se fue cuando yo apenas tenía cinco años. Tomó sus cosas y decidió irse con otros que no eran sus hijos y con una mujer que no era mi madre. Crecí con él los primeros dos años después de que se fue, pero luego se borró del todo. No hacía llamadas y no nos mantenía. -Éramos una carga para él, nunca le importamos ni le importaremos-, pensaba. Tengo dos hermanos, Mario y Fabián. Soy la menor de ellos y el segundo ya está casado y tiene dos hijos, Sofi y Javi. Mi madre trabaja en casas ajenas, lava, plancha y las limpia de arriba para abajo. Se juntó con un hombre cuando yo tenía como seis o siete años, no recuerdo bien. Su nombre es Eric, él es mecánico, pero sólo trabaja de vez en cuando. Yo siempre estoy sola en casa, mi madre trabaja hasta tarde y ya va llegando en las noches, sólo a cenar y dormir. Yo me ocupo de los quehaceres y a veces de la comida. Porque no me gusta la cocina y no sé cocinar muy bien. Al llegar a casa hago las mismas cosas todos los días; comer, quehacer y tarea. La rutina de siempre.
Estaba feliz porque pude volver a ver a Dan, parecía atento y muy limpio, vestía bien y me parecía vanidoso en ese aspecto. Era un buen chico, pero mi amigo y nada más. Tenía algo que me atraía de él, tenía un misterio y quería descubrirlo. Después de tantos años me pareció casi imposible volver a verlo, parecíamos distintos y a veces muy iguales a esos niños que creaban un futuro en sus memorias que nunca se realizó. ¿Será que ahora esos pensamientos se harán realidad? Pensaba esto cuando recibí un mensaje de Dan en el chat diciendo que ya estaba en casa. Recuerdo que estaba apurado con un proyecto que tenía de su colegio. Me contaba de qué se trataba, pero realmente ahora no lo recuerdo, me daba términos que nunca entendí, a pesar de su explicación. Y esa era una de las cosas que más me atraían de él, que no se cansaba de explicarme, que me tenía paciencia, que aún parecía tener aquellos detalles bonitos que cuando niño, pero que conforme el tiempo me trajo sorpresas.
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Lo que tu amor me dejó.
Novela JuvenilDan y Eli se conocen desde la primaria. Después de muchos años sin comunicación se vuelven a reencontrar, ahora más grandes, más maduros. Dicen que en la vida todos tienen un alma gemela, alguien que los complementa, alguien en quien finaliza aquel...