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Han pasado unos días desde aquella plática en el parque. Y las cosas han cambiado bastante; normalmente Dan es quien viene a casa ya que no le gusta pasar tiempo en la suya. A veces salimos a dar un paseo o a alguna plaza, pero todo marcha bien. Ya casi no platicamos por mensajes puesto que tratamos de vernos muy seguido, y cuando no es así nos dedicamos a hacer nuestros deberes para tener tiempo libre. Nuestra amistad crece cada día más, y junto con ella crece algo dentro de nosotros.

Hoy es día de exámenes y no he podido estudiar nada. El pasar tiempo con Dan me quita tiempo para hacer todo lo que debería, he descuidado un poco la casa y los estudios, aunque él me ayuda con lo último algunas veces. A ambos nos gustan las matemáticas, aunque he de decir que él tiene una manera completamente distinta de hacer las cosas a como las hago yo, así que, a veces, en vez de ayudarme, me confunde. Sólo he podido darle un repaso rápido a mis apuntes antes de que el profesor llegara al salón. Me llevo bien con él, es una buena persona y muy gracioso. Se llama Manuel, ronda entre los 30 ó 35 años, es joven y es muy apuesto. Soy una de las pocas estudiantes que habla con él, porque siempre pasa que cuando un profesor es buena onda, todos quieren hacerse los buenitos para zafar de una clase o, en este caso, un examen.

-Chicos, espero que hayan estudiado lo suficiente para este examen, ya que de esto depende su promedio final –dice el profesor mientras se sienta sobre el escritorio.

-¿Entonces todo lo que hicimos en el semestre no sirvió para nada? –grita un compañero. Gabriel, uno de los más flojos del grupo. No toma apuntes y es muy difícil que se quede callado, siempre está caminando por toda el aula... Sus amigos son quienes tratan de ayudarlo, y gracias a eso, ha pasado las materias.

-No realmente, claro que les servirá, pero este examen es de mayor porcentaje. Si quieren una buena nota, deben sacar una buena nota en el examen.

-Mierda –dice y se pone a caminar, ansioso, por todo el salón.

-Ay no, no estudié lo suficiente, ojalá no me vaya tan mal –le digo a Estela. Mi mejor amiga, mi confidente, a quien le cuento hasta lo más mínimo de mi vida.

-Espero que eso no sea verdad, Eli, eres de mis mejores estudiantes –dice el profesor y me entran los nervios.

-Tranquila, te va a ir bien, de todos modos te ha ido bien en el semestre. Esta materia no te la vas a llevar –dice mi amiga dándome ánimos.

Me ha ido tan bien que no me puedo quejar, pero tengo un problema con, si quiera, sacar una mala nota. Es como que entro en una crisis y me estreso demasiado. El profesor comienza a dar las instrucciones y a pasar los exámenes por las filas del salón. No entiendo por qué estoy nerviosa, normalmente no suelo estudiar mucho para estos exámenes, pero he estado tan distraída con Dan que siento que ni siquiera estudié lo suficiente. Intento centrarme en el examen, no estresarme. Y mientras más leo los problemas, más los entiendo, no es difícil, es sólo que mi mente me estaba jugando mal y yo lo estaba dejando pasar. A veces nos pasa que dejamos a la mente viajar y viajar y nos lleva a pensar cosas que no son buenas, nos lleva directo a la negatividad, a sentir que no podemos o que no sabemos y, en casos extremos, nos lleva a pensar que no merecemos absolutamente nada.

Estaba a punto de cenar cuando recibí un mensaje de Judith:

-Eli, por favor avísanos si sabes algo de Dan, no ha llegado a casa. Estamos preocupados.

La verdad es que no conozco lo bastante a la familia Balbiani, no he convivido con ellos lo suficiente porque Dan no les permite conocer a sus amigos, él dice que es porque no quiere que se metan en su vida, pero yo creo que hay algo más detrás de todo esto. El mensaje de Judith me pone en alerta, porque la realidad es que no he sabido de él en todo el día. Le he mandado mensajes, pero simplemente no responde. Me comienzo a preocupar, no sé ni siquiera en dónde queda su colegio, porque, por alguna razón, nunca me ha querido llevar o ha querido que vaya a buscarlo. Sus excusas son básicamente porque está lejos, muy lejos. Le contesto que no he sabido de él y que me avise en 30 minutos si ha llegado, si no para ver qué podemos hacer. La espera es larga, y 30 minutos se me hacen eternos mientras empiezo a buscar señales que me haya dado estos últimos días y no las vi. Repaso y repaso en mi mente conversaciones para ver si hay algo que me haya contado y no lo tomé en cuenta, y entonces sé dónde está.

Lo que tu amor me dejó.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora