Lo que tu amor me dejó.

2.

Pasó el tiempo y Dan terminó su tratamiento con el psicólogo justo antes de entrar a la preparatoria. Se sentía diferente, puesto que tras el recuerdo de Eli no podía pensar en nada más. La recordaba como si la hubiera visto el día anterior, como si aún platicaran de sueños que no tienen futuro, como si rieran hasta que el estómago los hiciera callar por el dolor que les causaba. La recodaba fresca, con esa sonrisa bella y como si estuviera sosteniendo su mano. Ignorando sus pensamientos Dan cursó los primeros años de preparatoria con excelentes notas, siempre dedicado a sus tareas y enfocado en proyectos. Tenía muchos amigos, todos diferentes pero buenos. Empezaba diciembre y sus amigos organizaban una fiesta para celebrar la navidad y la entrada de las vacaciones, pero a él no le entusiasmaba tanto porque aquello significaba estar todo el tiempo en casa. Era sábado en la noche. Una noche bonita, estrellada, había una luna enorme y bella, casi parecía que se podía tocar y entonces lo decidió. Buscó el nombre de su primer amor en Facebook, y lo encontró. No aparecía la foto de ella, pero él estaba seguro que era Eli, tan seguro que no dudo en mandar el primer mensaje.

-Hola –escribió nervioso y le dio enviar.

-Hola, ¿cómo estás? –respondió ella de inmediato. En ese momento comenzó a preguntarse si todo aquello era buena idea y si de verdad la había encontrado.

-Bien, gracias. ¿Y tú? ¿Recuerdas cuando íbamos en primaria? –tuvo la sensación de que no era el momento de preguntar, pero la duda lo estaba matando.

-También bien. Claro, fuimos juntos en quinto año.

-Sí, qué suerte que lo recuerdes. Eran buenos tiempos. Cuéntame qué has hecho desde que entramos a la secundaria.

-En realidad nada interesante. Ya sabes, puros estudios y sacar buenas notas. Y tú, ¿cómo te ha ido en todo este tiempo?

Y así empezó nuevamente la amistad entre ellos. Todos los días hablaban de cosas diferentes, cada quien contaba cómo le había ido en su día y cada quien le sonreía a la pantalla de su celular. Era como si ellos estuvieran destinados a estar juntos desde siempre. Se acercaba navidad, y los amigos de Dan estaban terminando los planes para su fiesta, tenían ya el día en que se realizaría y juntaban dinero para poder comprar cervezas.

-Hey Dan, ¿cuánto piensas dar para la fiesta? –le dijo uno de sus amigos llamado Alex, un chico alto con cabello oscuro un poco largo, mientras estaban en clase.

-No lo sé, dime cuánto piensan juntar y así es más fácil.

-No hermano, no planeamos cuánto se va a juntar, es de lo que cada quien pueda dar. –la profesora escuchó la conversación e hizo una pausa en su clase.

-Dígame joven, ¿hay algo más importante que esta clase? –miró a Alex enojada y éste movió la cabeza de un lado a otro y, sin más, la profesora continuó la clase.

-Mierda, esta mujer la trae contra mí. ¿Has visto cuántos chicos están cuchicheando y sólo me calla a mí? –dice Alex exagerando su pregunta.

-Es porque eres quien está a punto de llevarse la materia. Ya cállate que si te ve de nuevo te saca de la clase con todo y extra. –dice Dan tratando de no reírse.

-Maldito, un día me las pagarás. –se miran riendo y después guardan silencio durante el resto de clase.

Termina la clase y ambos salen al pasillo para encontrarse con otros chicos y terminar de organizar la fiesta. Más que una fiesta era una reunión con amigos de verdad. La fiesta se realizaría el sábado de esa misma semana en casa de Alex. Dan regresó a casa por la tarde, caminaba distraído y rápido, con tantos pensamientos que no sabía hacia dónde iba. No sabía si había hecho bien en volver a buscarla y si ella realmente era la persona que quería a su lado. Estaba confundido, tan confundido que ni siquiera podía responder a sus propias preguntas. ¿Será ella la causa de su salvación o la causa de su destrucción?