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|•Reencuentro•|

Keiran.

Cae inconsciente en mi pecho. La alzo en mis brazos y espero a que mi chófer aparezca con el auto. Acasia no tuvo que pisar este lugar, podía impedirlo pero al final no hice nada. Ella tenía que ver como ha terminado su pobre tía, todo lo que he hecho en 9 años que no estuvo conmigo.
9 malditos años buscando información en los lugares equivocados y cuando al final, Carla Davren no pudo con la culpa. Habló.

Y ahora ni yo me lo creo, ella de nuevo en mis brazos, tan preciosa, tan delicada e inocente. Quien diría que alguien como Ariella traería al mundo a una cosa tan pura como Acasia.

Mi chófer aparece con el auto y monto con cuidado a Acasia, cierro la puerta y me monto a su lado.

—Señor ¿a casa?

—Si —el chófer maneja hasta allá, lo que le he inyectado a Acasia no dura mucho pero si lo suficiente para que la admire. Sus facciones han cambiado, maduraron pues ya no se ve como la última vez que la tuve frente a mi.

Un día después de hacerla mía desapareció, la busque por todo Londres y cuando me di cuenta que ella no estaba ahí obligue a Michael, mi padre, que me diera su ubicación. Él obviamente se negó así que tuve que tomar medidas extremas.

Medidas que ningún hijo debería tomar con sus padres.

—Señor —mi chófer señala el celular laboral que tiene. El mensaje de Michael es directo.

|Dile a Keiran que traiga a Acasia a mi casa o le tendré que decir a Ariella|

Suelto una risa de lo más sarcástica.

—Sigue a nuestro destino —demando ignorando la pobre amenaza de Michael. Ariella es la menos indicada para hacerse pasar por una madre preocupada. Ella no solo secuestro, sino que le hizo de lo peor a el pobre de Esteban.

Ahora no puede venir a ser la madre que no fue en 9 años, no cuando por su decisión egoísta de alejar a Acasia de su destino yo, tuve que derramar sangre.

Preparó la jeringa con la sustancia que si o si tiene que hacer hablar al chófer encargado de llevar a Acasia a la pista de aterrizaje.

—Con esto hablarás —le enseño la jeringa mientras hablo —Lo que salga de tu boca me dirá si mereces vivir o morir.

Destapo la jeringa e introduzco la aguja en su brazo izquierdo, exactamente en su vena. —Habla.

Temblando empieza a hacerlo.

—La llevé por órdenes de el señor Román, cuando llegamos a la pista estaban dos mujeres, no pude verles el rostro pero ambas eran rubias. —seguro eran Ariella y Nora Krimhilde, esa mujer me ha provocado pequeños dolores de cabeza. —La señorita no quería irse, fue subida al avión por la fuerza.

Eso lo sé, no me esta sirviendo de nada lo que dice.

—¿Es todo? —el hombre asiente, empiezo a empujar el líquido en él.

KarmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora