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|•Morir no es opción•|

Keiran.

—Encontramos el abrigo en un callejón señor, estaba cubriendo a un perro. No hay rastro de su mujer.

Muerdo mi puño con fuerza.

—Quiero todas las cámaras de Londres a mi disposición —demando— Dense por muertos si ella no aparece.

Cuelgo y golpeo el volante varias veces, odio no tener el control. Odio no poder controlarla como quiero, y malditamente odio que tenga razón en muchas cosas.

Como en la finca, esa construcción esta a punto de caerse y me lo dijo.

—Eres una maldita bruja, Acasia —murmuro, tocan la ventana del auto y cuando veo quien es se acumula mas rabia en mi cuerpo.

Salgo del coche apartando a Michael, alza sus manos cuando ve que quiero atacarlo.

—No vengo a joderte hijo, solo quiero saber de Acasia.

Mi puño va directo a su rostro cuando menciona su nombre, ese calor del odio por ella me recorre. Siempre ha sido así, ella por delante de mi, hasta por parte de mi propio padre.

—Lárgate con tu mierda, Michael, no te quiero cerca.

—Hijo.

—¡No me llames así carajo!

—Es lo que eres, eres mi hijo así me odies.

—Tu me hiciste odiarte Michael, tu y nadie mas que tú —suelto envuelto en ira— Si ella estuviera viva... —esa frase escoce en mi interior.

—Pero no lo está, ya no esta.

Lo observo, tan fácil fue para él superarlo, porque nunca pensó en ella mientras se follaba a Ariella.

—Se fue y tienes que aceptarlo Keiran, tu madre ya no esta viva.

—¡Cállate! —me voy contra él, mi puño vuelve a conectar en su cara unas 3 veces, y cada golpe lo hago a su nombre —. ¡Tú eres una mierda que nunca la mereció!

—¡Igual que tu no mereces a Acasia! —exclama después de escupir sangre—¡Déjala en paz Keiran, ella no es para ti!

—Mi madre tampoco era para ti y aun así te amo, te dio un hijo y ni así la mereciste.

—Acasia no te ama, entiende ya. Déjala, deja que recupere su vida, sus amigos, quienes de verdad la quieren.

Me río alto en su cara.

—Primero muerto y como puedes ver, soy como una cucaracha. Difícil de matar, Michael, primero me cargo a Ariella, a ti y a todo aquel que me quiera joder alejandola de mi otra vez.

Lo jalo hacia mi rostro desde el cuello de su abrigo, los mismos ojos, el rostro igual de atractivo que esconden demonios tan turbios como nuestras vidas.

—Nunca te haría daño hijo.

—Ya me lo hiciste padre, y te lo voy a cobrar.

Lo empujo y me meto de nuevo al coche.
Algo que deje de hacer hace tanto tiempo vuelve a golpear mi vida, mas no lo permito.

Ya llore lo suficiente años atrás, ya no más.

Enciendo el motor y salgo de ahí, conduzco hasta la casa donde todo acabó. El hombre que tengo vigilando me entrega una llave, con la que me adentro a la mansión donde vivió Esteban Davren.

Recorro todo el lugar recordando a Acasia de niña corriendo en busca de el muerto en vida de su padre, acabado emocionalmente en esa silla de ruedas que encuentro en la habitación mas recóndita de la casa.

KarmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora