♧ Capítulo 18 ♧

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■ Unas palabras de condenación ■

Keiran.

Dejo de lado los últimos papeles por firmar, los ojos me arden a pesar de que no force demasiado la vista por el despacho bien iluminado que tiene la casa.

A lado esta el estudio de Acasia, dónde tiene todo para dibujar sus planos.

El papel que se encuentra ahora no esta del todo limpio, ayer no estaba muy concentrada en la nueva sede de su empresa y después de su castigo, no volvió a tocar el papel.

No me molesta demasiado eso, me gusta que Acasia tenga su lado triunfador y creativo que todo arquitecto debe tener, poniéndola en el altar en el que esta en Italia.
Sin duda, Esteban estaría muy orgulloso de ella.

Siendo lo que él ya no pudo ser, nada habría cambiado si no hubiera conocido a Ariella. Los destinos de algunas personas simplemente no brillan.

El que Ariella haya matado a Esteban sólo fue la garantía de que si ella no iba a tenerlo, nadie más lo tendría, aunque esa garantía le esta saliendo muy caro y yo no estoy aprovechandola sólo por ir por alguien mas grande.

Alguien que ya tuve el placer de conocer.

—Encierrenlos bien, no los quiero sin vigilar.

Los hombres atienden mi orden llevándose a la vieja Wybern y al viejo abuelo de Simón.

—Deberías tener cuidado, joven guapo—una voz fina pero a la vez áspera llama mi atención.—, a quiénes te llevas son peligrosos.

—No sé si creerle—sonríe enmarcando esa sonrisa malévola que leí muchas veces.—, si son peligrosos, no deberían seguir con vida.

—Eres inteligente, y poderoso. Una combinación letal si sabes usarla—queda frente a mi y poco a poco esa pieza encuentra lugar en el rompecabezas.—, y tú eres muy bueno usándolo a tu favor.

—Agradezco el halago viniendo de alguien tan irónico—sigue mostrando su sonrisa.—, una lastima que sea ahora una repudiada leyenda, debe doler eso.

No se inmuta de ninguna forma, parece insensible.

Interesante.

Pero una leyenda al final—quita su sonrisa—, me agradas, Keiran Roman.

No me asusta ni sorprende que sepa mi nombre.

—Lo que descubras puede ser letal para algunas personas y puede que lo descubras. Llenando de orgullo a quién te lo pidió.

—No tenga duda, yo descubrire ese secreto que no pudieron sacarle.

Asiente de nuevo mostrando su sonrisa. Luego desaparece con la neblina que la acompaña.

Ese encuentro se dio el último día que estuve en Warrem Percy, deje muy bien cuidados a los viejos que tuve que trasladar. Lo que puso de muy mal humor a Martín, mi asistente.

Después en el trayecto tuve el informe completo de todo lo que hizo Acasia, en sólo días compró un edificio para su nueva sede, recuperó contratos y firmó otros. También obtuvo un nuevo amigo comercial.

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