•Capítulo 16•

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|▫️Warrem Percy▫️|

Keiran.

Cierro el laptop donde leo una de las notas de aquel director de ese hospital, dónde estuvo ese paciente diferente.

Intrigado tomo mi celular y marco el número de Martín, mi asistente personal.

—Martín, necesito un boleto para Warrem Percy.

Escucho como teclea, espero que no me ponga negativas.

—En serio, ¿Warrem Percy? Ese pueblo es fantasma.

—¿No puedes conseguirme un boleto a un pueblo fantasma? Decepcionante, Martín, decepcionante.

Odia que le diga que no puede lograr algo, es narcisista.

—Lo tendrás en una hora.

—Que sea media.

Cuelgo y vuelvo abrir el laptop viendo una foto del hospital en aquel tiempo. Lo que me intriga es el nombre de quien tomó y publicó la foto.

¿Qué más oculta ese lugar?

—¿Warrem Percy? Ese pueblo es fantasma —Acasia menciona mientras toma asiento frente a mi —, dicen que ya esta borrado del mapa.

—Pero aun existe, con acceso limitado, pero no imposible.

—Para ti, no —revisa todas sus cosas que le fueron entregadas temprano —¿Qué harás en ese pueblo fantasma?

—Acabo de leer una historia muy intrigante que se desarrolló en ese pueblito. Me gusta que su punto de clímax sea justamente el hospital psiquiátrico.

Acasia rueda sus ojos, comó si ya supiera que algo así me llevaría allá. Pero sigue en lo suyo.

—¿Mucho trabajo? -cuestiono.

—Gracias a ti, si, demasiado. —responde sin dejar de teclear con rapidez —, Han podido lidiar con los contratos pero muchos clientes piden mi presencia.

—Eres la dueña y la mejor, no siempre confiaran en tus empleados. Al final, tu firmaste el contrato, no ellos.

—Si sabías todo eso ¿por qué mierda secuestrarme? Pudiste llegar como un caballero en su caballo y deslumbrante armadura logrando tener mi amor, todo.

Le sonrió aunque no me mira, sigue perdida en su computador.

—Buen punto no lo niego, digamos que. Si yo obtuviera todo de ti a causa del amor que sientes por mi...

—Sentía, Keiran. No te equivoques —me interrumpe sin dejar de ver su aparato.

—Sentías —rectifico—, ¿Dónde quedaba la diversión de quebrarte a mi antojo?

Por fin despega la mirada de la pantalla, mi sarcasmo y cinismo le caen mal.

—Claro, ¿comó no me di cuenta antes?—reflexiona—, Si hubiese sabido que el amor que te profese no pesaba mas que la satisfacción de hacerme mierda con tus manos, hubiese dejado que Ariella me trajera antes a Londres.

KarmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora