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Lágrimas de sangre llenaron los ojos de casi todos los habitantes del palacio imperial

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Lágrimas de sangre llenaron los ojos de casi todos los habitantes del palacio imperial.

Los gritos de la hermosa pelirroja desgarraron el corazón de todos aquellos que la oían.

El ángel de la muerte se asomó y cobró una vida demasiado joven, una vida inocente.

Şehzade Mahmud fue encontrado muerto sobre un enorme charco de sangre suya y de su niñera. Ambos tenían la garganta cortada y una mueca de horror adornaba su rostro.

La sangre real ha sido derramada.

Nadie entendía el porqué matar a un pequeño niño, un infante que apenas comenzaba a vivir. Mahmud sólo tenía tres años.

—¡Mi bebé! —gritó la pelirroja.

Safiye Sultán sostenía el cuerpo inerte de su pequeño hijo, sin importarle si sus ropas se marchaban de sangre.

El dolor quemaba fuertemente su corazón y las lágrimas mojaban sus blancas mejillas a mares.

El olor a sangre comenzó a inundar cada rincón de los aposentos y las otras Sultanas que estaban ahí, se retiraron al no soportar el fuerte hedor. Solo Seher Bellinay Sultán se mantuvo a lado de su tía, conteniendo las lágrimas porque según su pensamiento, alguien debía ser la fuerte en esos momentos.

—¿Quién pudo atreverse a esto? —susurró con voz rota la que alguna vez fue la sobrina favorita del Sultán Selim.

Sin embargo, Safiye no respondió. Al contrario, luchaba contra los ağas que querían quitarle el cuerpo de su hijo.

—¡No! ¡No se llevarán a mi hijo!

—Por favor Sultana, fueron órdenes del Sultán Murad —rogó un Ağa.

—¡Lo que diga ese perro infeliz no me interesa! ¡No me quitarán a mi bebé!

Ellos, los ağas del harén, también lloraban. Cómo no hacerlo, también adoraban al Şehzade y a su madre.

Bellinay Sultán también rogaba a su tía, pero todo era en vano. Y como último recurso, la Sultana saco un pañuelo blanco y lo coloco en la rostro de su contraria, tapándole así la nariz.

La pelirroja luchó hasta que sus fuerzas le fallaron y cayó en los brazos de Morfeo.

—Llevenla a la enfermería y que las doctoras la revisen muy bien. Pongan guardias a su cuidado, no permitan que nadie entre, ni siquiera el Sultán —ordenó Bellinay a los ağas y estos asintieron.

Una vez se quedó sola la joven, recorrió con la mirada la habitación llena de sangre y se ordenó a si misma pedir que la limpiarán a profundidad. Sin embargo, un brillo en medio de esa suciedad, captó su atención. Dicho brillo era un diamante envuelto en oro.

Bellinay lo tomó entre sus manos y lo analizo hasta dar con unas iniciales que ella conocía muy bien.

Bellinay lo tomó entre sus manos y lo analizo hasta dar con unas iniciales que ella conocía muy bien

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ᴘʀᴏᴛᴇᴄᴛᴏʀᴀ ᴅᴇʟ ꜱᴜʟᴛᴀɴᴀᴛᴏ © || ꜱᴀꜰɪʏᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora