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Los días se quemaban como hojas de otoño en una fogata. Can se encontraba agotado y quería un descanso, pero eso sería imposible. Su padre al fin había aceptado que su hijo tomase la oportunidad de un trabajo temporal en un campo de futbol cercano a su casa. Realmente necesitaba el dinero extra y era experiencia útil para el futuro. Su padre le rogó que lo dejase si era demasiado para él, pero no era opción. En un par de días se acostumbraría y ya no querría saltar sobre su cabeza por hacer más de lo que podía sostener. Si podía bailar toda la noche y beber hasta podía dejarlo un tiempo y trabajar en su día libre.  Su padre le daba dinero cada cierto tiempo, pero ¿Cómo divertirse a costa de un hombre que trabajaba tan increíblemente duro? No, ya era un adulto y debía ser tratado como tal.

—Ten un lindo día. — su padre dio un beso sobre su cabeza antes de salir corriendo por la puerta.

Bien, quizá no siempre debía ser tratado como un adulto. Su padre nunca temió darle muestras de afecto y a Can eso le encantaba. Un hombre que era abandonado a la suerte con su pequeño niño formaba una conexión con este que muchos hijos envidiarían. A lo largo de su vida las personas le preguntaron si no lo avergonzaba que su padre lo tratase de esa manera ¿De qué manera? El hombre lo trataba con amor, respeto, amabilidad y con cuidado excepcional ¿Qué clase de hijo de mierda no apreciaría todo lo que su padre hacía por él?

—Buen día. — susurró en la soledad—. Te amo.

Su padre no podía oírlo, pero, aunque no lo hiciese no podía evitar decirlo. Can no siempre había comprendido a su padre, cuando era un niño lloraba por la falta de madre y culpaba al hombre por dejarla ir. En el lugar de niños al que asistía siempre miraba a sus compañeros ser llevados y recogidos por sus madres, amor en sus ojos y él quería lo mismo. Tan celoso. Hasta que la conoció y no fue bonito, luego de descubrir su sexualidad fue aun peor y apreció cada pequeña acción de su padre. Odió el dolor que seguramente le causó cuando era un niño imbécil, pero lo compensaría por el resto de su vida. Tomó los platos de desayuno apenas tocados de su padre y luego de guardar las sobras hizo una rápida limpieza. Una llamada chilló en su móvil, debía cambiar el estúpido tono, pero era un aviso de quien lo llamaba y aunque lo asustase también lo hacía reír.

Respondió colocando el móvil entre su oído y su hombro, sus manos llenas de jabón. — Can al habla, si es para cobros debo decir que no tengo más que mi cuerpo para ello y si es para otra cosa el cuerpo aun es opción.
—Tan indecente.
— ¿Qué necesitas? — tomó un trapo y secó sus manos—. Es inusual que me llames.
—Tenemos reunión después de clases.
—De acuerdo.
—Adiós.
—Oh, no te preocupes hace un lindo día y seguro que tendrás un maravilloso día. Aunque lo dudo porque te hace falta amor paterno ¿No crees? — Can hablaba solo, el silencio del final de llamada lo acompañaba desde hacía unos segundos.

Pete era un rayo de sol ¿No lo creen así? El tono de llamada era perfecto para su actitud aburrida, pero Can lo había provocado con esa primera línea al responder. Si de igual forma la llamada sería una mierda ¿Por qué no mofarse un momento? Terminó sus tareas del hogar y luego de tomar su mochila corrió afuera de la casa hacia su automóvil. Tenía ganas de caminar, pero recordó que tenía un grupo de alumnos grande esa tarde y no quería sentir que iba a morir por lo que al final condujo a la universidad. Los cajones de estacionamiento eran como el oro en una mina, escasos y realmente preciosos.

Tamborileo los dedos en el volante y movió la cabeza al ritmo de "Martini blue". Esperó alrededor de veinte minutos hasta que una camioneta rosa salió de su lugar y Can casi se teletransportó hasta el, literalmente escuchó como un grupo de jóvenes se quejaban y lo insultaban por robar un lugar que literalmente él esperaba desde hacía tanto tiempo. No llegaría a tiempo a su primera clase por lo que decidió darse un merecido descaso ¿De qué? De nada en realidad, pero así no se sentía tan mal por llevar pésimo su horario. Esperó en la fila de la cafetería, pensando en que debía merendar. El joven de cabello rosa solía darle a su padre la mitad de su desayuno cuando este no lo comía ya que usualmente el hombre llegaba famélico y en la mañana le daba la porción más grande a su hijo ya que pensaba que aun la necesitaba para crecer. Un par de bobos que estaban realmente enamorados entre sí. Las personas olvidaban que el amor entre familias también era algo que se cultivaba y no se daba por hecho.

1.2 - Pink Hair - MeanCanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora