𝐒𝐨𝐧𝐠 𝐭𝐨 𝐲𝐨𝐮

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Me desperté por el sonido de mi teléfono y, cuando lo miré, vi que tenía 47 mensajes de Mia y 15 llamadas perdidas.

Fruncí el ceño aún medio dormida antes de mirar los mensajes. El primero era un vídeo que puse enseguida y, al verlo, me desperté de golpe.

—¿Segura que no sabes nada? —me preguntaba Mia.

No, no se nada de Max, Mia.

Si te dice algo me avisas, ¿vale? —se alejó y supe perfectamente el por qué de las llamadas y mensajes.

Max, una cosa es que quieras que mantenga el secreto, y la otra es que no le contestes las llamadas. Mia está histérica —hubo un silencio antes de que volviera a hablar—. Yo no sé por qué accedí a hacer esto. Escucha, tengo que colgar, luego te llamo —le dije.

Vale, visto de ese modo, sonaba algo raro, pero no tenía nada que ver de lo que parecía.

Supuse que el vídeo estaba por todo internet ya, y que probablemente habría unos veinte titulares con mi nombre, pero me dio igual.

Me vestí rápidamente y salí de casa corriendo hacia la de Mia. Al llegar, fue Sam quién me abrió y me miró mal.

—Sabes que nunca le haría eso a tu hermana, me conoces, Sam —le dije y, tras unos segundos en los que parecía pensarlo, se apartó de la puerta.

Subí las escaleras hacia la habitación de Mia y entré sin tocar. Al hacerlo, la vi con los ojos rojos y las mejillas húmedas, cosa que me partió el alma.

—¿Qué haces aquí? —me preguntó con la voz rota y los ojos se me llenaron de lágrimas antes de acercarme a ella.

—Mia, no está pasando nada raro entre Max y yo —le dije y ella soltó una risa irónica.

Se acercó a mí y me puso la pantalla del móvil en la cara con el vídeo de la llamada en él.

—¿Y qué se supone que es esto, Sarah? Me dijiste que no sabías nada de Max —dijo de manera histérica mientras lloraba.

—Es que... —intenté decir, pero me corté a mí misma, no era mi secreto, no podía decírselo.

—¿De qué hablabas? ¿Qué era lo que no me podías decir? —me preguntó y agaché a la cabeza sintiendo la impotencia recorrer mi cuerpo.

—No puedo —dije en voz bajo y eso la hizo enfadar.

—Entonces, ¿qué narices haces aquí? ¡Vete! —me gritó y, tras unos segundos en los que la miré esperando que cambiara de opinión, me marché de la habitación cerrando la puerta.

Sam apareció en el pasillo y, al verme conteniendo las lágrimas, se acercó para abrazarme.

Apoyé la cabeza en su pecho mientras dejaba caer las lágrimas que había acumulado en mis ojos y me dio un beso en la cabeza.

𝗗𝗲𝘀𝘁𝗶𝗻𝗲𝗱 ✓ ⭒ 𝗝𝗔𝗧𝗣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora