CAP III: Secrets unveiled

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No podía concentrarme en la escuela ese día

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No podía concentrarme en la escuela ese día. Ran dijo que no era nada, pero sabía que en realidad se jugaba todo. Ran ya tenía veinte años, cualquier delito ahora lo condenaría a una pena de adulto y lo llevaría directo a la cárcel. Se acabarían los juegos, la cárcel era el verdadero asunto donde Ran pasaría quién sabe cuánto tiempo a expensas de que le pasara quien sabe qué. Mi estómago se retorcía cada vez que pensaba en ello, incluso había comido muy poco últimamente y aunque él lo tomaba con absoluta calma, yo no podía.

Alia y el resto de chicas tenían planes nuevamente para ir a pasear a algún lugar, esta vez me sentía orgullosa de decirles que no podría ir. Ran me esperaba afuera de la escuela, se veía muy apuesto vistiendo una chaqueta negra con ribetes blancos, jeans entubados y unas gafas de sol oscuras. Al verme atravesar el portón de la escuela se quitó las gafas y me dedicó una de sus sonrisas perezosas.

—Ahí estás, Misato-chan— dijo con ese tono de voz rasposo que hacía que me derritiera por dentro

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—Ahí estás, Misato-chan— dijo con ese tono de voz rasposo que hacía que me derritiera por dentro.

Extendió los brazos y me recibió cálidamente sobre su pecho. Podía sentir las miradas inquisitivas de mis amigas y compañeros de la escuela a mis espaldas, pero no importaba, estaba junto a él y todo estaba en calma.

Él suavemente deshizo el abrazo, tomó mi mochila y se la llevó al hombro, entrelazó sus dedos con los míos y echamos a andar.

—¿Qué sucede, princesa? Te ves apagada— preguntó de pronto observándome de reojo.

Mi corazón se aceleró un poquito al oírlo llamarme así.

—Me preocupa el tema de la denuncia.

El rodó los ojos con clara molestia.

—Te dije que no había nada de qué preocuparse. No es algo grave.

—Sí, pero quiero ayudarte. Yo puedo atestiguar a tu favor, la culpa fue del pervertido.

—No, definitivamente no— me interrumpió y detuvo su andar en seco. Paré para verlo también y colocó sus manos en mis hombros acercándose a mi altura para que pudiera escucharlo bien.

ECHO- Ran Haitani  - EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora