Mis rodillas empezaron a temblar y mis dientes castañeaban fuera de control. Había perdido toda mi fuerza al encontrarme con aquella imagen. ¿Quién era ella?
—Misato-chan— dijo Ran sorprendido al reparar en mi presencia. Las chicas alzaron la vista y se quedaron mirándome curiosas. — ¿Qué haces aquí? — preguntó con preocupación.
—Lo siento Ran, intenté detenerla, pero...— se justificó Kakucho a mis espaldas.
Ran lo ignoró y se liberó del agarre de la chica, se acercó a mí de inmediato examinándome al detalle.
—¿Estás bien? —preguntó posando una mano en mi mejilla. —Dios, estás helada.
Se quitó la chaqueta y me la colocó suavemente sobre los hombros. Me rodeó con un brazo y me condujo a una esquina de la habitación. Mi mirada estaba perdida, ya no entendía nada de lo que estaba pasando.
—Princesa, háblame ¿Pasó algo? ¿Por qué estás aquí a esta hora? ¿Por qué no traes chaqueta? — preguntó agachándose a mi altura.
—Mis padres...se enteraron de lo nuestro. Hui de casa.
Ran cerró los ojos con pesar.
—¿Te lastimaron? — preguntó con seriedad.
—No, sólo no quería estar ahí y no confío en nadie más— susurré.
Ran me envolvió en un abrazo fuerte. Pero el hecho de haber visto a la chica colgada de él me tenía aún fuera de mí.
Deshizo el abrazo lentamente y se dirigió a Kakucho.
—Kaku-chan, por favor vigila la entrada por mí un momento.
Kakucho asintió y Ran abrió la puerta de la Speakeasy haciéndome entrar por delante de él y dejando olvidadas a las chicas.
Estaba sorprendida, el lugar se encontraba en su mejor momento de la noche. Había música en vivo en un pequeño escenario al fondo, muchachas bailando en lencería sobre mesas y muchos hombres de apariencia temeraria fumando y bebiendo en las mesas. Ran me llevó hasta la barra desierta, casi escondiéndome mientras nos movíamos bajo las luces de neón. Me hizo tomar asiento en uno de los bancos y sin decir nada me ayudó a cubrir mi uniforme con su enorme chaqueta.
—Princesa, este lugar es peligroso cuando está lleno. Evita que vean tu uniforme y no mires a ninguno de los clientes a los ojos ¿De acuerdo?
Asentí de mala gana.
— Debes tener hambre, te buscaré algo de comida— dijo a la vez que se disponía a ponerse de pie, pero lo detuve.
— Sólo quédate conmigo, por favor.
Su rostro mostraba frustración, quería abrazarme y hacer algo por ayudarme a sentirme mejor pero el ambiente no lo permitía, no necesitaba decírmelo, lo leía perfectamente en su expresión.
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ECHO- Ran Haitani - Español
RomanceA primera impresión sentí miedo, pero el chico de las trenzas y ojos perezosos se convertiría en mi héroe y mucho más. Ya no podía imaginar una vida sin Ran Haitani a mi lado, sin sus besos y sus caricias. Aunque el universo conspirara en nuestra c...