Narra Rin
Esa noche nos marcó a todos. Nada volvería a ser normal en ningún sentido. Los hechos se repetían en mi cabeza como una mala película, una y otra vez. Recuerdo cuando desperté en el hospital y me encontré cara a cara con quien menos esperaba, Kayser. Para ser un hombre del bajo mundo parecía consternado con la situación. No necesité preguntar por lo que había pasado, lo sabía muy bien en mi interior.
—¿Dónde está mi hermano? — pregunté
—En la morgue, despidiéndose de ella.
Tragué en seco, sus palabras afirmaron lo que ya me temía. Misato-chan había muerto. No pudimos hacer nada para salvarla. Las lágrimas se acumulaban en mis ojos, mis puños se cerraron con rabia.
—¿Dónde está Ichika?— pregunté con un nudo en la garganta.
—Huyó apenas llegó la ambulancia— respondió él. —¿Lo sabías?
—¿El qué?
—La chica Kento estaba embarazada— dijo.
Mi cuerpo se enfrió, Misato no nos había dicho nada. Recordé entonces que escuché sin querer antes de la reunión con Midori que había algo que le contaría a Ran cuando volviéramos a casa esa noche. Apreté mis puños hasta clavarme las uñas en las palmas haciéndome daño.
—¿Ran ya lo sabe?
—Acaba de enterarse.
Intenté levantarme de la cama pero el dolor de la herida de bala en mi pierna era demasiado intenso.
Kayser y yo nos quedamos un instante en silencio.
—Fue el disparo de tu novia el que acabó con Midori. ¿Por qué tenía ella un arma? —preguntó.
—No tengo idea.
—Bueno, de todas formas su nombre también está limpio. Si te comunicas con ella, dile que no es necesario que siga huyendo. El papeleo legal y policial está arreglado para todos ustedes. Mañana podrás irte del hospital. Reaper-dono es un hombre de palabra, ha cumplido con el trato y ustedes también, son libres— caminó hacia la puerta de la habitación y dándome las espaldas dijo—La muerte de Kento no estaba en los planes, lo siento.
Abandonó la habitación dejándome atrapado en el silencio y la culpa.
El resto de días fueron un torbellino borroso. Al día siguiente nos echaron a patadas del funeral de Misato, no pudimos ni siquiera despedirnos bien de ella. Ran desapareció luego de eso, no volvió a casa y temía por él. Jamás lo había visto tan herido, tan triste y tan frustrado. El rostro amable y cariñoso de la señora Kento se había vuelto una máscara de odio puro. Me partió el corazón saber que en parte éramos los culpables de su dolor y ella jamás volvería a tenernos la misma estima de antes, una vez más me sentí culpable y me di cuenta que nada volvería a ser igual jamás.
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ECHO- Ran Haitani - Español
RomansaA primera impresión sentí miedo, pero el chico de las trenzas y ojos perezosos se convertiría en mi héroe y mucho más. Ya no podía imaginar una vida sin Ran Haitani a mi lado, sin sus besos y sus caricias. Aunque el universo conspirara en nuestra c...