𝑁𝑢𝑒𝑠𝑡𝑟𝑜 "𝐶𝑙𝑖𝑐𝑘"

18

—¡MARCY WU, ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO?!– gritó una mujer que Anne no reconoció.

La azabache se separó inmediatamente de la morena quien también se asustó por el grito.

—Mamá.– Marcy intentó hablar pero las palabras no salieron de su boca.

—Buenas noches, señora, soy Anne Boonchuy.– se presentó pero fue interrumpida.

—No me importa quién seas.– volteó a ver a su hija.– Marcy Wu, te quiero dentro de la casa en este instante.

Marcy avanzó dos pasos, quedó entre su novia Anne y su madre, parecía decidida a entrar, observó a su progenitora a los ojos durante unos escasos segundos y después de eso se volteó para quedar cara a cara con Anne y volvió a besarla, rápido pero con ternura.

La mujer mayor quedó con su boca abierta al igual que sus ojos, Anne se sorprendió pero correspondió al casto beso.

—Mamá, ya llegué.– saludó como si nada hubiese pasado y entró a su hogar.– Adiós, Anna Banana.– sonrió y cerró la puerta.

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—¿Y no te dijo nada?– preguntó Anne mientras caminaba junto a su novia por los solitarios pasillos.

Era el siguiente día, sus clases ya se habían dado por terminadas a excepción del club de tenis al cual pertenecía la morena.

—Me mandó a mi cuarto.– negó con su cabeza mientras sonreía.– Tal vez no lo esperaba y solo no supo que hacer.

—Ni siquiera yo me lo esperaba.– confesó.– Estás llena de sorpresas, MarMar.

Marcy se sintió orgullosa por aquellas palabras, le parecía increíble que una mujer tan maravillosa como Anne le pareciera una persona interesante.

—¿Ya te vas?– preguntó Boonchuy mientras que llegaban al patio donde sería la práctica.

—Voy a la biblioteca, cierra a la misma hora en la que acaba tu club y así nos vamos juntas.– sonrió de tal manera en la que sus ojos quedaron cerrados.

Anne sintió que se derretía de ternura, aún que sabía perfectamente que eso no era posible. Tomó su mano y depósito un suave beso en la tersa piel de Marcy, ya era una costumbre que tenía la tailandesa que enamoraba cada vez más a la taiwanesa.

—Está bien, princesa, nos vemos después.– se despidió al escuchar el grito de su maestra llamándola a lo lejos.

Cuando Anne se reunió con sus compañeros, Marcy se dió la vuelta y comenzó su trayecto a la vieja biblioteca que tanto disfrutaba desde que llegó ahí.

Cruzó la puerta que era de madera un tanto antigua y saludó entre susurros a la bibliotecaria, una anciana con gafas y cabello plateado debido a sus ya múltiples canas. Sonrió e invitó a Marcy a adentrarse al hogar de los libros viejos.

Marcy se sentó en su lugar preferido ya que era donde jamás la molestaban pues estaba bastante alejado de la entrada y casi nadie iba a esa zona. Tomó un libro que estaba leyendo sobre biología anfibia, no estaría en paz hasta que lo acabase.

Aproximadamente pasó una media hora sin interrupciones, estaba apunto de acabar su interesante libro sin nadie cerca, hasta que llegó una chica de tez dorada sonriéndole de oreja a oreja, sonrisa que Marcy no correspondió pues de verdad quería acabar ese libro y detestaba que la interrumpieran.

—¡Marcy Wu!– saludó la chica entre susurros pues no quería que la bibliotecaria la echase.– ¿Qué haces aquí?– se sentó en la misma mesa que la taiwanesa.