Memorias

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El frío se colaba debajo de su chaqueta, el viento silbaba entre los árboles. La nieve los cubría con una blancura enceguecedora. Bucky lo alcanzó cerca de un rio congelado. Estaban solos y eso era una pelea segura.

—Tenemos que hablar—Lo detuvo antes de que Steve saltase sobre una roca—¿Seguirás ignorándome? —Pasaba de él como un pedazo de mierda, usando solamente las palabras justas para dictarle una orden. Ni una silaba más, ni una silaba menos.

Los días se hicieron difíciles. Por primera vez, la vida se burló irónicamente de él; Steve lo rescató al borde de la inconciencia, de las instalaciones de HYDRA donde habían experimentado con su cuerpo. James vio una pequeña esperanza al verlo ahí, más tarde se enteraría de las ordenes que Steve desobedeció por ir tras él.

—No hay nada que decir entre nosotros—¿Cómo decirle algo así? "nada que hablar" Cuando meses atrás sus lenguas danzaban en armonía, y su piel era salpicada con sus besos.

¿Cómo podía ser tan indiferente?

Ese Steve no era su Steve. Su cuerpo había cambiado, estaba enorme y hermoso, como si lo hubiesen tallado sobre mármol. YA no existía vestigio alguno del beta debilucho de Brooklyn, de ese que había sido suyo aquella noche en la cabaña. De ese mismo al que le había roto el corazón porque no había opción.

—Por favor, Steve.

Steve se detuvo rodando los ojos. Estaba cansado de huir de James. Podía sentir el peso de su mirada en sus hombros, por las noches cuando fingía dormir. Los ojos de James sobre él, desnudando algo más que su cuerpo, su existencia misma.

Barnes no era habilidosos con las palabras, la cagaba siempre que abría su boca.

—¿Olvidaste lo de la cabaña?—Miró su cuello y se enorgulleció de que su marca siguiese allí. No podía enlazarlo, lo supo siempre, pero la medialuna de su dentadura seguía ahí, sellando y reclamando lo que le pertenecía. —

—El pasado no se puede olvidar, como cuando me dijiste que lo nuestro fue un error y que habías encontrado a tu omega.

—Quiero explicarte ...

—Ya es tarde —Steve frunció el ceño, la nieve comenzó a caer sobre ellos. A los lejos, el ruido de los pasos les advirtió que el Comando Aullador estaría con ellos en la brevedad.

—Mírame y dime que ya no sientes nada por mi—James sostuvo su rostro entre sus manos heladas, Steve podría derretirse con aquel tacto, pero no lo hizo. Ya no era más el beta debilucho, ese joven al que podrían lastimar por placer. Su corazón se endureció y James fue el responsable.

—¿A que juegas? Estamos en una guerra y yo soy tu Capitán —Le dijo —Sargento Barnes, está propasando sus límites. —Su expresión fue cruda, los músculos de su rostro se tensaron, y rogó mentalmente al cielo por fuerzas. No quería caer, no de nuevo. Ilusionarse con las palabras dulces de James y que después lo hiciera mierda como antes.

Sonaba tan indiferente, cruel. Entre ellos hubo un fuego que los consumió, que los hizo arder en los brazos del otro. James quería explicarle, decirle toda la verdad, pero Steve estaba reacio a siquiera escucharlo por dos segundos.

Sus compañeros estaban a escasos metros, los vieron en esa escena tan intima.

—¡Vayan a un hotel! —Gritó un hombre de barba roja y los demás aullaron

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