Doce

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-¿Podría cerrar las cortinas? Me molesta la luz- le preguntó Whis a Bell que estaba preparandose un café. El aroma de la bebida inundaba la cocina- Me duele la cabeza- agregó en voz baja y llevando su larga mano a su frente de forma teatral.

-A eso se le llama resaca- le dijo Bell y le ofreció la taza con café.

-Gracias- le respondió él con una amable sonrisa que se borró apenas probó el café- ¡Esta amargo!- exclamó con una expresión algo exagerada de asco.

-Es porque es para tu " dolor de cabeza"- le respondió la muchacha.

Whis ignoró el comentario y comenzó a poner azúcar en la taza. Bell se quedó mirando aquello y cruzando los brazos le preguntó:

-¿Quieres algo de café con tu azúcar, Whis?

-Me gusta tomarlo dulce- le contestó algo molesto con la observación de la muchacha- Por cierto hoy es mi último día trabajado aquí.

Aquello tomó por sorpresa a Bell que giró su cabeza al refrigerador, donde había un calendario pequeña pegado en la puerta. No había sido muy consciente de como pasó el tiempo esas semanas. Tampoco había estado muy pendiente de su trabajo. Dos cosas extrañas en ella. Whis comenzó a hablar de que antes de irse limpiaria algunas cosas que estuvo posponiendo, también que cocinaría algo especial, pero Bell no le prestó mucha atención y simplemente se le quedó viendo con una expresión de extrañeza.

-Eso significa que no te veré más-exclamó como hablando con ella misma.

-Estoy mucho mejor ahora. Volveré a mi vida de siempre- le respondió él como si con esas palabras hubiera intentado arrancar una respuesta.

-Claro. Iré a... iré a terminar de trabajar.

Bell no volvió a dirigirle la palabra y se concentró en su terminar de anillar las copias de unos libros para la biblioteca de una escuela. Cierto era que al principio le era muy fácil olvidarse de la presencia de Whis ahí, pero en el último tiempo si estaba sintiendo su persona en todo el lugar. El buen ánimo del sujeto le era un tanto contagioso.
Además realmente lo estaba empezando a considerar un amigo.

El almuerzo fue un tanto silencioso. Whis no parecía afligido por alejarse de ella y eso evitaba que ella manifestara algo que sucedería cuando él se fuera.

-¿No le gustó la comida?- preguntó él, después de detenerse a observar a la muchacha.

-Esta rico- le respondió, pero sin convicción-Sólo me estaba preguntando...

-¿Sí? dígame.

-Es que no sé nada de ti- le confesó con timidez- ¿Qué hacías antes de ser un empleado doméstico con el hábito de limpiar sólo por donde se ve?

-¡Oiga! Yo limpio muy bien- le dijo con cierta orgullo.

-Claro y a la basura le gusta mucho esconderse bajo la alfombra- le respondió Bell y Whis miró al techo haciéndose el desentendido- No importa...¿Me dirás a qué te dedicabas?

- Soy coach de vida- le contestó sonriendo y viendo el postre con ojos golosos.

-¿Y eso que es?-le preguntó Bell con una expresión de intriga.

-Soy un entrenador de vida. Una persona que trabaja contigo en que puedas superar las limitaciones, miedos, obstáculos y/o desarrollar tus talentos para que alcances todas las metas que te planteas y así lograr la felicidad vital- le dijo con ánimo de promotor y después tomó el postre para probarlo- Me quedó di-vi-no.

-¿En serío?

-Por supuesto- exclamó y le acercó la cuchara con un poco del pastel- Pruébelo.

-Me refería a lo de ser coach de vida-le señaló Bell apartando la cuchara de ella.

-Por supuesto que sí. Ahora que retomare mi trabajo puedo darte una sesión gratis, linda.

-Gracias, pero no gracias- le contestó la muchacha un tanto ofendida.

-¿Por qué no? Podría ayudarte a ser más libre emocionalmente. Te reprimes mucho, linda. Por ejemplo, lleva toda la mañana pensando en decírme o no que cuando me vaya, me extrañara.

Bell pasó de blanco a rojo en un segundo y Whis se sonrió con gracia. No quiso decirle algo más. Era bastante incómodo para la muchacha sentirse así de expuesta.

Esa tarde Bell recibió una llamada de su tía para decirle que llegarían al día siguiente. Mientras ella hablaba por teléfono, Whis hacia su maleta pacientemente. Cerca de las siete entró a la imprenta arrastrando su equipaje. Llevaba puesta una chaqueta tres cuartos de color granate y portaba una cajita de cartón en la mano izquierda.

-Esto es para tí, Bell- le dijo cuando llegó junto al mesón.

Bell miró la cajita con un listón de color verde, luego miró a Whis y busco algo entre los cajones.

-Es un libro en miniatura- le dijo dejando el objeto junto a la cajita- Los hacemos como llavero, aunque no se venden mucho. Quizá...

-Me encanta- la interrumpió y lo tomó para verlo de cerca- Fue agradable trabajar aquí y gracias por traerme a casa anoche.

-No podía dejarte sólo y borracho en la calle.

-Pero si dijo que no me conocía cuando el policía preguntó si andaba conmigo- le señaló Whis torciendo la boca.

-Es que pensé te detendrían por andar cantando en la vía publica...

-Pero no me dejó solo- añadió Whis- Gracias.

-Adiós Whis- le dijo Bell después de una larga pausa.

-Adiós Bell- le dijo él y sonriendo salió de la imprenta.

La mujer lo vio partir con un poco de tristeza, pero le dió la espalda a la puerta antes de dejar caer una lágrima. Pudo pedirle su número de teléfono, pero no se atrevió. Pensó que él sólo estaba siendo amable con ella por todo lo que estaba pasando y por su trabajo también. No descubrió la nota debajo de la cajita hasta el día siguiente.



Yo mando aquí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora