Bell pegó la nota en su diario mural y se le quedó viendo largo rato. Amigos nunca tuvo muchos. Lo cierto es que no requería compañía todo el tiempo, pero sabía que era muy grato tenerla. Siempre le sorprendía la clase de individuos con los que conseguía afinidad y también lo fugaces que eran esas relaciones. Sin embargo, no era algo que la atormentara. Fue lindo poder hablar y salir con alguien, no hacerlo sola para variar,
pero había terminado y estaba bien.-Creo que me tomaré unas vacaciones- se dijo sentándose en la cama de manera juguetona.
Era justo que se tomará unas semanas para descansar. Se había estado encargando de todo ella sola mucho tiempo.
Whis volvió a su departamento y a su trabajo. Tal como le dijo Bell pese a su carácter jovial, gentil y carismático era un tipo un tanto solitario del que nunca se llegaba a saber demasiado. Curiosamente tampoco las personas intentaban indagar en él. Era como si su fachada fuera suficiente para todos. Incluso para quienes decían amarlo. Por eso aunque no expreso algo abiertamente, las palabras de Bell lograron cautivar un poco su interés. Ella se dió cuenta de que no sabía nada de él e intentó, muy tímidamente, averiguar un poco más. Y si bien hablar de su vida como de sus intereses o pensamientos no era algo habitual en él, sintió agradable poder compartir una parte de su ser sin más motivo que sentir ella lo entendería. Esa mañana miró su teléfono celular con una sonrisa algo burlona.
-Me llamará, lo sé - se dijo.
Por varios días Bell se olvidó de Whis y sus vacaciones. Solía perderse en sus pensamientos, en sus actividades, en su trabajo. Con más frecuencia de la que ella era conciente, acababa por ensimismarse al punto de perder la noción de que pasaba a su alrededor. Claro que esto pasaba sólo cuando se decidía a ocuparse de alguna tarea. El resto del tiempo era todo lo contrario. Durante esos días ni se le ocurrió preguntar a su familia porque se les decidieron contratar a Whis. Después de ese periodo de aislamiento mental pensó en averiguar la razón de aquello, pero no era relevante realmente así que se olvidó del asunto, hasta una tarde en que caminaba por el parque. Al pasar junto al carrito de algodones de azúcar recordó a Whis y no pudo evitar soltar una risa clara y musical al notar que asociaba esa golosina a ese sujeto. No lo llamó ese día, ni el siguiente. Lo hizo el sábado, pero respondió el buzón de voz. Asumiendo que él estaba ocupado o no quiso responder, no insistió y sólo le dejó un mensaje.
Bell no se equivoco, Whis vio la llamada, pero no quiso contestar. En parte porque ella lo hizo esperar demasiado y también porque ese día no tenía ganas de hablar con ella, ni con nadie en realidad. El mensaje que le dejó Bell fue breve. Un : "Hola ¿Cómo has estado? " Seguido de un : " Espero que bien. Sólo llamaba para saludar". Era algo un tanto insípido, pero tan ella que pese a todo se oyó genuino. Whis la llamó un par de días después. La charla fue breve. Un poco más fría que las que tuvieron lugar en aquella casa y eso llamó la atención de él. Después de un par más de intercambio de diálogos, Whis le preguntó si quería acompañarlo a una exposición de gastronomía autóctona. Bell aceptó.
Se reunieron el siguiente viernes en el parque, donde se celebraba el evento. Se saludaron con normalidad, mas no con cercanía y comenzaron a caminar hacia los puestos.
-Crei que no vendrías- le dijo Whis.
-¿Por qué no lo hubiera hecho?
-Hmm no lo sé- le confesó Whis con una mano en su espalda y otra en su barbilla- Pensé que te podrías haber asustado.
-Tú no das miedo...-exclamó Bell un poco molesta por el tono que uso Whis en la última parte- Y no me asusta sociabilizar.
-No, pero si te asusta que alguien descubra tus vulnerabilidades- le señaló Whis mientras miraba a un puesto de comida rápida- Y eso es inevitable cuando comienzas a confiar en otra persona- agregó con seriedad.
Bell lo miró a la cara y él le sonrió antes de tomarla por el brazo para ir por un hotdog. La muchacha comía poco porque estaba obligada a hacerlo de ese modo, por lo que ver a Whis disfrutar de la deliciosa comida le despertaba un poco de envidia. Además él la alentaba a romper su dieta.
- Un poco de azúcar no le hará daño- le decía mientras le aproximaba una manzana cubierta de chocolate.
-Las manzanas rojas contienen bastante azúcar como para que les pongan más encima...
-No seas tan estricta- le dijo Whis- Una mordida no te hará daño.
- ¿Una mordida? ¿Tiraras el resto?
-Pero por supuesto que no-exclamó un tanto escandalizado-Me la comeré yo.
Bell se sonrió divertida por la expresión que invadió el semblante de Whis.
-Tú ganas- le dijo y tomó la manzana para morderla. El dulzor le causó cosquillas en las encías y también un escalofrío.
- Eso es obvio...Yo nunca me equivoco- le señaló Whis con aire presuntuoso.
-No, pero eres lo suficientemente distraído como para pisar excremento de perro- le señaló Bell viéndole los zapatos.
-¡Ay, pero que asco!- exclamó mientras arrastraba su calzado contra los adoquines de la acera y Bell reía.
Sin duda alguna era divertido estar con Whis, estar con las personas de vez en cuando, pensó Bell mientras le decía que después de quitarse aquella porquería podían ir por un café a su lugar favorito. Un sitio que se estuvo reservando para ella nada más.
