Capítulo 3 | La invitación de los Andrew

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Ya habían pasado varios días desde que Mar despertó en su nueva vida. En ese tiempo, ella comenzó a relacionarse un poco con su familia; fue una sorpresa saber que su padre no era solo un excéntrico inversionista, sino que también un médico graduado de la Universidad de Edimburgo. Aunque ya no ejecutaba su profesión como antes, seguía investigando para escribir artículos científicos y sociales.

A pesar de que, en años anteriores, habían surgido rumores de que el hombre iba dejar su profesión por su matrimonio, y por las diversas conexiones con los altos burgueses y nobles de Gran Bretaña, no fue del todo cierto. Ian ya no ejercía la medicina a tiempo completo como en sus inicios, sino, él había pensado ir más allá y fundar "La Clínica Hospitalaria Bennett".

Por otro lado, su madre se encargaba de ocuparse en estudiar distintos escritos filosóficos. Además de adiestrarse en las artes y la música y, en algunas ocasiones, se dedicaba a diseñar atuendos por el amor a la moda y la confección, heredado de su familia.

Marie, no dejaba de impresionarse de todo. Aunque se adaptó a la nueva rutina y época, se le hacía difícil aparentar sonreír en los momentos precisos y callar cuando sus palabras no eran requeridas.

Varias veces olvidaba seguir esas reglas, por lo que se percataba de la incomodidad de los sirvientes y otros burgueses, cuando debatía sobre algún comentario u ofrecía su opinión. Claro que, el problema solo era para el resto de personas, porque a sus padres no les importaba escuchar a su hija expresarse.

Por otra parte, su nueva dieta no había sido fácil de manejar. Antes, ella podía comer sin restricciones, consumiendo golosinas o chucherías, pero ahora, las cosas habían cambiado y para ser una señorita saludable, debía alimentarse de manera adecuada. Sin embargo, el alimento que más odió en acostumbrarse fue la avena, que tenía que comer tres veces a la semana durante el desayuno.

La avena era uno de los alimentos más populares entre sus antiguos compañeros de universidad. Siempre lo comían en el desayuno cuando no querían preparar algo laborioso. También era recomendado entre las compañeras cuando deseaban bajar unos kilos.

A Mar nunca le pareció algo delicioso. No le encontraba gracia, a pesar que tratara de agregarle fruta para que le fuera más apetecible. Sin duda, era un alimento que siempre evitaba y no le traía ninguna satisfacción.

Su yo del pasado nunca se hubiera imaginado que la avena sería algo agradable para ella. Tampoco que fuera el causante de risas ese día en la mansión Bennett.

—Pero mira tu cara. —Felicia soltó una carcajada, observando los restos de hojuelas de avena en el rostro de su hija.

—No pareces una señorita —dijo Ian.

—Y tú no pareces un caballero, padre. —Señaló su hija—. Mira tu ropa, la has ensuciado.

Felicia echó otra carcajada viendo a su marido.

—Hace tiempo no nos reíamos así —dijo Felicia.

—Bueno, es momento de que nos divirtamos más seguido —propuso Marie, limpiando su desastroso rostro.

—Llegó una carta de los Andrew, señor. —El mayordomo de la familia entró al comedor para entregar un sobre a Ian Bennet antes de salir.

«Vaya, ni espero el gracias».

—Uhm... Es una invitación de los Andrew —anunció el hombre—. Parece que tendrán una fiesta.

—¿Los Andrew? No se supone que estaban en Inglaterra —dijo Felicia con extrañeza.

—Sí, pero algunos de ellos volvieron —mencionó Ian, mientras hojeaba la carta—. Supongo que la señora Elroy piensa estar un tiempo por aquí.

—Unos años cuando mucho...

La Bruja del Tiempo | Candy CandyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora