luchita de bros

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donde sokka está enamorado de zuko y panickea

sokka sabía que debía hacer algo acerca de sus sentimientos, que no podía seguir huyendo de zuko por siempre. pero la sola idea de hacerlo le atemorizaba más que cualquier guerra y eso le molestaba, porque sentirse así le hacía perder su coraza osada y temía mostrarse así cuando él debía ser el chico valiente.

──sokka, zuko te está esperando ──la repentina voz de katara hizo que el moreno se sobresaltara y adoptara una posición defensiva frente a ella. su hermana apartó el boomerang de su cara, de forma indiferente.

──¡katara! deberías dejar de ser tan silenciosa, algún día matarás a alguien de un ataque al corazón. 

──¿estás nervioso? ──inquirió ella con una pequeña sonrisa, había ignorado por completo las quejas del moreno. sabía de los sentimientos de su hermano hacia el pelinegro y podía asegurar que no era la única que conocía ese pequeño secreto. solo porque sokka no era para nada discreto, parecía que el único que no se daba cuenta era zuko. 

──¿por qué debería estar nervioso? ¡hago esto todos los días! no hay nada por lo que sentirse nervioso. ──sokka hablaba atropelladamente, daba vueltas de un lado a otro por la pequeña sala── me voy ya ──y dicho esto, recorrió el pasillo que le llevaría hasta zuko, aún murmurando alguna que otra cosa inaudible. 

katara soltó una risita mientras lo veía marchar, sabía que luego volvería con una sonrisa de oreja a oreja para contarle cada detalle de su entrenamiento con el joven de la cicatriz, con la emoción propia de un niño.

sokka abrió la puerta de la sala donde siempre practicaban y como era usual, zuko estaba esperándolo. el pelinegro se giró al momento de oír el sonido de la puerta cerrarse tras el moreno.

──¡sokka! pensé que no vendrías ──zuko se acercó a él, casi con una pequeña sonrisa queriendo aparecer en su rostro.

──¿por qué no iba a venir? eso solo significaría darte la victoria y no puedo dejar que eso ocurra. al fin y al cabo soy el mejor guerrero de todos los tiempos ──afirmó con seguridad. después, se acercó a zuko, como si fuera a contarle un secreto──, pero que no se entere suki de esto, podría bajar su autoestima. 

su susurro fue acompañado de una leve risa por parte del pelinegro. fue tan efímera que se perdió en la amplitud de la sala de inmediato. para sokka, aquella risa se grabó en su memoria. zuko no reía a menudo y cada vez que lo hacía, el moreno intentaba guardar tal melodía en su mente para siempre recordarla.

──¿comenzamos? ──la voz del pelinegro sonaba suave, hizo que sokka volviera a la realidad. asintió en respuesta.

con esto, el ambiente calmado que inundaba la sala anteriormente fue reemplazado por el deseo de ambos chicos por ganar la pequeña batalla de entrenamiento. ambos eran muy competitivos y no darían su brazo a torcer. portaban espadas de madera, puesto que sokka no podía controlar ningún elemento, zuko se adaptaba a él sin ningún problema.

el sonido de las armas chocando no tardó en llenar la habitación, antes en calma. los chicos giraban, esquivaban y atacaban, sus movimientos tan precisos semejaban los de una antigua danza que solo ellos conocían. era un espectáculo digno de ver. 

sin embargo, sokka no solo luchaba contra el pelinegro sino también contra el hecho de no distraerse con los ojos ámbar que le miraban desafiante, con no caer en la perdición de admirar su rostro y desear dejar suaves besos a lo largo de toda su cicatriz.

pero eventualmente le resultó imposible no hacerlo, porque la mente del moreno parecía estar en su contra, haciendo que lo único en lo que podía pensar era en zuko. de un momento a otro su espada se encontraba en la otra punta de la sala, estaba claro que zuko usaría ese momento de desconcentración para atacar. y una vez desarmado, el pelinegro lo tiró al suelo inmovilizándolo y sonrió victorioso encima de él. 

las respiraciones de ambos se mezclaban desordenadas por el esfuerzo recién realizado, a los ojos de sokka zuko nunca se había visto igual de perfecto que en aquel momento.

──¿te rindes? ──una de sus espadas estaba próxima a su cuello, la sonrisa de zuko se ensanchó tanto que permitió a sokka ver sus perfectos dientes. no pudo controlar el calor que subió a sus mejillas, estaba seguro de que estaba tan rojo como le era posible. se mantuvo en silencio, solamente mirando los ojos del contrario. 

──¿estás bien...? ¿te hice daño? ──el rostro deslumbrante de zuko se tornó en una mueca de confusión. sokka se separó de él inmediatamente, quedando ahora frente a frente sentados sobre el suelo. sentía todo su cuerpo arder, en cambio el pelinegro se sobresaltó ante el repentino acto del menor y la confusión permanecía en su rostro. 

──¡sí claro! quiero decir no... digo, sí, sí, estoy bien ──se levantó rápidamente del suelo y señaló al joven de la cicatriz── y no, no me hiciste daño, no creas que fue tan espectacular ──reprochó nervioso, zuko enarcó una ceja desconcertado, no entendía el repentino cambio en la actitud de sokka.

──recordé que katara me necesitaba para hacer algo urgente... por ahí. así que, nos vemos luego ──salió disparado de allí, aún con el sentimiento de calor por todo su cuerpo. llegó al cuarto donde estuvo hablando con su hermana anteriormente, agradecía que en esos momentos la sala estuviera vacía.

desató su coleta y dejó que su pelo suelto le golpeara la cara. puso sus manos sobre esta, intentando apaciguar lo sofocado que se encontraba.

era un idiota, no sabía cuánto más podría retenerlo todo para sí mismo. le sorprendía que a estas alturas zuko no se hubiera dado cuenta, cualquier persona lo habría hecho. pero zuko no era como todas las demás personas, era mejor. y por eso sokka se había enamorado de él, todo era culpa de lo maravilloso que era el pelinegro a los ojos del moreno.

wasteland, baby!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora