Rengoku Kyojuro:
Todo el camino de vuelta a la nueva casa lo hice sin poder dejar de darle vueltas a lo que había pasado en clase. No entendía qué bicho podría haberle picado a ése chico para comportarse como se había comportado y más aún teniendo en cuenta que a penas le había dirigido la palabra. Hasta cierto punto podía dejar pasar que se metiera con mi color de pelo o incluso mis ojos, era algo con lo que había nacido y no lo iba a cambiar por mucho que a otros les disgustase, pero que le diera exactamente igual hacerle daño a alguien con el único fin de humillarme, era algo que no estaba dispuesto a tolerarle ni a él ni a nadie.
“No tiene sentido que pienses tanto en alguien que directamente no lo hace” me dije a mí mismo doblando una esquina. La casa que había comprado nuestro padre no quedaba muy lejos de donde me encontraba, tan solo tenía que atravesar un parque, girar a la izquierda y continuar todo recto hasta llegar a la casa de dos plantas que se encontraba hacia la mitad de una calle peatonal.
Tras la muerte de mamá, papá cayó en una profunda depresión que lo llevó a dejar prácticamente de lado su trabajo, se pasaba el día entero bebiendo y encerrado en su habitación. La convivencia con él era muy complicada a causa de sus violentos cambios de humor. Perfectamente podía pasar de estar completamente apático a convertirse en un huracán capaz de arrasar con todo aquello que encontrara a su paso. Pero lo peor eran sus palabras, palabras que nacían directamente del doloroso hueco en el pecho que la pérdida de nuestra madre le había dejado. Esta situación se había prolongado durante casi un año, hasta que su editor y mejor amigo lo arrastró a la consulta de un colega suyo para ayudarlo a, sino superar la muerte de nuestra madre, asumirla y sobrellevarla.
Poco a poco, este hombre llamado Urokodaki nos devolvió a nuestro padre y cuando por fin se vio con las fuerzas suficientes, decidió que ése pequeño pueblecito a las afueras de Kioto no tenía nada más que dolorosos recuerdos y que tanto él como nosotros necesitábamos un cambio de aires.
Por lo que respecta a mi hermano Senjuro y a mí, tampoco es que fuésemos a extrañar mucho a las personas que allí vivían. Aunque había de todo, lo que más proliferaba en aquel lugar eran vecinos chismosos e interesados que no dejaban de inventar bulos, como el de que si mamá que se había casado con nuestro padre siendo bastante más joven que él, lo había hecho por el simple motivo de que él es un novelista famoso, también estaba el de que el numero de ventas que tenían sus libros se debía a que —supuestamente— tenia contactos con la yakuza y estupideces por el estilo. Ninguna de esas personas tenía la más mínima idea de la cantidad de tiempo y dinero que había invertido a sus libros, la ilusión con la que nos leía cada capítulo nuevo que escribía para que le ofreciéramos nuestra opinión y sugerencias. No se imaginaban el sentimiento con que imbuía cada párrafo que escribía, cada línea o frase. La ignorancia de los adultos hicieron que nuestros compañeros de clase en la escuela nos mirasen de mala manera, nos marginasen de las peores maneras y tanto a Senjuro como a mí nos dieran de lado.
Finalmente llegué a casa y nada más llamar al timbre, mi hermanito abrió la puerta con una enorme sonrisa.
— ¡Qué bueno que ya hayas llegado a casa! —Exclamó tirando de mi mano y prácticamente arrastrándome hasta la cocina tras cerrar la puerta a mi espalda.
Allí estaba papá admirando un enorme tarro de cristal lleno hasta arriba de lenguas de gato.
— Mira el regalo que nos ha hecho la señora Kamado —dijo él ofreciéndome una. La señora Kamado era la vecina que vivía justo en frente de nuestra casa, esta era dueña de una pastelería. El delicioso olor a chocolate hizo que mis tripas rugieran ruidosamente.
— ¡Eres un zampabollos! —estalló en carcajadas mi hermano y yo le saqué la lengua.
— Sí, soy un zampabollos, por eso no me voy a quedar canijo como alguien que yo me sé —repliqué dándole un mordisco al dulce.Mientras nos medio peleábamos, papá hacía todo lo posible por poner paz entre nosotros aguantándose la risa. Cuando la cosa se hubo calmado un poco avisé de que estaría estudiando y que bajaría antes de la cena para ayudarlos en lo que hiciera falta.
Kanroji y otros compañeros de clase habían sido muy amables al prestarme sus apuntes para poder fotocopiarlos, así que me tocaba una tarde muy larga haciendo resúmenes para ponerme al día. Menos mal que el curso había empezado hacía tan solo un par de semanas.
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Tinta y Fuego (Libro I).
FanfictionHay muros que se construyen con ladrillos hechos de miedo, rencor, venganza, rabia e impotencia con el fin de tratar de proteger del sufrimiento a un corazón herido. Advertencia: 💎 Los personajes de este fanfic pertenecen a Kojoharu Gotouge. 🔥...