14. Olor a Sangre:

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Uzui Tengen:

Los Lunas de Sangre nos reuníamos en un antiguo ryokan a las afueras de la ciudad. El edificio en sí, si hubiera ido a parar a manos de alguien que realmente estuviera interesado en que conservara el espíritu de antaño, seguramente conservaría todo su encanto, pero en manos de su actual propietario se había convertido en un lugar frío, siniestro e inquietante.


Cuando ese viernes llegué, Akaza me escoltó hasta la estancia en la que se encontraba.


- ¿Sabes? Esto me trae muy buenos recuerdos...


- Será mejor que los atesores muy bien porque no tengo ninguna intención de regresar -dije cortante y él lanzó un suspiro de falsa resignación.

Ambos llegamos al final de un pasillo no muy largo iluminado por la luz que penetraba por las puertas abiertas que daban hacia un jardín de piedra. El tronco desnudo de un cerezo muerto proyectaba una sombra siniestra sobre un estanque no demasiado grande. El suave sonido de los nudillos de Hakuji golpeando la puerta que teníamos delante me hizo poner en tensión.


- Pasad -dijo simplemente una voz suave y serena desde el otro lado y mi acompañante abrió la puerta deslizándola lentamente hacia un lado.


- Me encantaría poder decir que me alegra profundamente volver a verte -dijo Kibutsuji Muzan haciéndole a Akaza un gesto para que nos dejara a solas. A mi espalda se cerró la puerta no lo suficientemente rápido como para que no me diera tiempo a escuchar la risita burlona de Hakuji-, pero me conoces tan bien como yo a ti y lo único que puedo sentir ahora, al verte la cara es la más absoluta decepción. Uzui, tenía tantas esperanzas puestas en ti, en tu potencial... -dijo en tono melancólico, levantándose del elegante sillón donde estaba sentado al otro lado de un imponente escritorio de oscura madera labrada, lo rodeó hasta colocarse frente a mí y alzando la mano para acariciar mi mejilla, una caricia que repentinamente se transformó en una violenta bofetada que me hizo girar la cara. Al principio no sentí dolor, pero paulatinamente el hormigueo que empezó a crecer se convirtió en un intenso ardor- pero en vista de tu falta de gratitud, no me dejas de otra que castigarte.

Entonces llamó a unos cuantos y la puerta por la que había entrado se abrió permitiendo la entrada de algunos de mis excompañeros y otros a los que no había visto en mi vida. Muzan se apartó apoyándose con los brazos cruzados sobre el pecho en el mueble y a una señal suya, el más alto y robusto de todos ellos me inmovilizó desde atrás, impidiendo que me pudiera defender de los golpes que los demás comenzaron a propinarme.

El primero de ellos fue un derechazo que me alcanzó en el pómulo izquierdo haciendo que todo lo que viera por ese ojo no fueran más que dolorosos destellos de color; lo siguiente, una patada en la boca del estómago, creo que a partir de entonces los golpes comenzaron a lloverme por todos lados impidiéndome contarlos, pero de lo que sí que fui consciente todo el tiempo fue de la expresión de satisfacción dibujada en el rostro de Muzan, de esa sonrisa sutil, casi imperceptible que tantas veces había visto en sus labios.

Después de lo que me pareció un calvario, me lanzaron como si no fuera más que un saco de basura a la calle. A duras penas logré ponerme en pie ayudándome con la pared que tenía delante. Afortunadamente parecía que no tenía ningún hueso roto aunque hasta el último centímetro de piel me dolía como el puto infierno.


- ¡Quién te ha visto y quién te ve, Silver Wolf! -exclamó burlón Akaza, recordándome el apodo que Kibutsuji me había dado nada más entrar en la banda, al tiempo que me observaba con la espalda apoyada en la pared. Le dio una última calada a su cigarro antes de tirarlo al suelo para pisarlo y se me acercó-. Aunque ahora por las pintas con las que te han dejado, tienes más bien el aspecto de un chucho callejero apaleado.


- Vete a la mierda... -farfullé tratando de alejarme como buenamente podía de él.


- Esas palabras ahora mismo te vienen demasiado grandes -dijo con sorna caminando a mi lado-. Tal vez si me las dijeras con el mismo odio de antaño me intimidarías, pero ahora mismo precisamente me dan ganas de llevarte a algún lado y que te sacrifiquen para ahorrarte el sufrimiento.


Apretando los dientes continué andando procurando hacer oídos sordos a sus palabras.


- Ahh, creo que hay una manera de traer de vuelta al viejo Uzui Tengen y creo que quien me puede ayudar con eso es el chico ese tan llamativo, ¿cómo se llamaba? ¿Takahiro...? ¿Koharu...? No, joder, si lo tengo en la punta de la lengua... ¿Ryutarō? -la sangre comenzaba a subírseme a la cabeza, la piel de mis puños ya me hormigueaba por la anticipación, casi un deseo no pronunciado de encontrarse con la de su cara y no dejar de golpearla hasta dejarlo totalmente irreconocible-. ¡Ah, ya, ya lo recuerdo Kyojuro...!

Antes de que le diera tiempo de decir nada más hice acopio de todas mis fuerzas y lo agarré de la pechera de su camiseta para acercarme tanto a él como para sentir su aliento con olor a nicotina chocando contra mi piel.


- Te juro por todo lo que se mueve en este mundo que como se te ocurra acercarte a él, vas a desear no haber nacido -siseé apretando mi agarre hasta tal punto que las manos comenzaron a temblarme a causa de la tensión.

Akaza sonrió estrechando sus extraños ojos dorados antes de propinarme un tremendo rodillazo en la boca del estomago que me hizo vomitar lo poco que había logrado llevarme a la boca. Una vez en me tuvo tirado en el suelo jadeando y envolviéndome las costillas con mis propios brazos, se acuclilló a mi lado para carcajearse en todas mis narices antes de erguirse y alejarse tarareando una canción despreocupadamente.


Tinta y Fuego (Libro I).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora