9. Evocación:

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Rengoku Kyojuro:

Lo que más le gustaba a nuestra madre era salir al porche del patio trasero de nuestra casa al atardecer, cuando el cielo se viste de oro y ámbar. Ésa tarde de mediados de otoño fue inolvidable, la brisa que aún conservaba cierta calidez del verano que había quedado atrás sacudía las ramas del arce centenario que había plantado, arrancando sus hojas anaranjadas y haciéndolas danzar ingrávidas antes de depositarlas, a su antojo, con la delicadeza de una caricia. Una de ellas fue a parar entre las páginas del libro de cuentos que ella nos estaba leyendo a mi hermano y a mí justo en el momento en el que el sonido de su voz lentamente se iba diluyendo en la brisa. Senjuro, que por aquel entonces era muy pequeño gateó hasta ella y tomó la hoja del pedúnculo para observarla maravillado. Mamá sonrió enternecida y acarició su cabecita descendiendo por su mejilla regordeta y sonrosada.

Yo estaba tumbado boca arriba en el suelo de madera. Amaba más que nada en el mundo escuchar su voz serena con los ojos cerrados. La brisa, el trino de los pájaros y la entonación calma de su voz me transportaban a mundos extraordinarios donde cualquier ser con un corazón noble podía ser un héroe. No importaba su aspecto, a quien amase o su pasado, solo la fuerza de la llama que ardía en su corazón.

Al quedarse en silencio había abierto los ojos y había admirado la imagen que tenía ante mí. Mi hermanito jugando con la hoja mientras balbuceaba palabras ininteligibles y ella mimándolo. Cómo podía decir la gente semejantes barbaridades, mamá nos amaba muchísimo, solamente tenían que mirar como ella nos miraba a nosotros, la manera en que sus ojos se iluminaban cuando aparecía papá. Si eso que se reflejaba en sus ojos no lo era, no me imaginaba qué otra cosa podía ser.

Me di la vuelta y gateé también para acercarme y abrazarla. Olía a sol, a flores de sakura y azahar. Olía a ella y a los momentos más hermosos de toda mi vida.
—Kyojuro, debes despertar —dijo ella y abrí los ojos. Ya no estábamos en el porche, si no en su funeral y ella me hablaba desde la fotografía enmarcada en el altar. El sonido de la brisa, el canto de los pájaros y los graciosos balbuceos de Senjuro habían sido sustituidos por un silencio pesado, asfixiante y opresivo. Miré asustado a  ambos lados. Papá estaba a mi izquierda y Senjuro a mi derecha. Los hombros de papá se estremecían sacudidos por unos sollozos que trataba de silenciar cubriéndose los labios con la mano. Senjuro apretaba los dientes con la vista clavada en sus temblorosas manos cerradas en sendos puños sobre sus rodillas.— ¡Kyojuro, tienes que dejar el pasado atrás! Shinjuro y Senjuro te están esperando…

🍁🍁🍁

La calidez era diferente, artificial y el sonido que llegaba a mis oídos me traía recuerdos dolorosos, recuerdos de las últimas semanas de mamá. Eran los sonidos de un hospital, los rápidos pasos de zuecos que chirriaban contra el suelo y el olor a desinfectante.

Poco a poco sentí que cierta luz atravesaba tímidamente mis párpados y unas vívidas imágenes de Tengen Uzui a punto de precipitarse por unas escaleras me cortaron el aliento. Como impulsado por un resorte me enderecé en la cama al tiempo que gritaba su nombre, tratando de alcanzarlo. Uzui se evaporó en el aire y me quedé contemplando la pared opuesta con la mano extendida y corazón palpitándome desbocado en las sienes, la garganta y el pecho.

No me encontraba en el instituto, si no en lo que parecía una habitación de hospital. Giré desorientado la cabeza hacia un lado y hacia el otro. A mi izquierda había una larga ventana que iba de una pared a otra y a través de la cual podía ver como el sol se ocultaba tras un horizonte recortado por las oscuras siluetas de rascacielos y otros edificios. A mi derecha había una cama vacía y más allá dos puertas; una entornada que daba hacia un pasillo iluminado y otra que debía ser la del baño. La primera se terminó de abrir dando paso a una enfermera que nada más verme me preguntó cómo me encontraba y si necesitaba algo mientras me ayudaba a recostarme de nuevo. Al ver que dentro de lo que cabía mis respuestas eran coherentes sonrió aliviada.
—De todos modos voy a avisar a tu médico de que ya has despertado —dijo con una sonrisa amable.
—Perdone, ¿cuánto tiempo llevo aquí? —pregunté angustiado.
—Trece días —respondió ella haciendo que se me abrieran los ojos como platos.
—¿Y… y el otro chico que calló por las escaleras? —inquirí y ella frunció el ceño confundida.
—El único al que ingresaron fue a ti, Rengoku-kun —contestó y eso me produjo cierto alivio, ya que significaba que estaba bien, o al menos no tan mal como para que lo tuvieran que hospitalizar.

La enfermera se despidió prometiéndome que no tardaría en regresar. Durante el tiempo que tardó en volver, pensé en todo lo que había pasado hasta ahora con Tengen, en lo mucho que debía detestarme, al parecer sin motivo. Pensaba que al mudarnos a Tokio todo cambiaría, que podría relacionarme, hacer amistades y que todo lo malo simplemente formaría parte del pasado, pero parecía que los problemas se habían adherido a mi piel como una molesta garrapata de la que no me podía librar. Nunca creí que me pudiera sentir tan triste y frustrado.

La enfermera y el médico entraron en la habitación y durante un rato se dedicaron a revisar mis reflejos, la herida de mi cabeza y a hacerme preguntas para comprobar que todo iba correctamente, luego me permitieron descansar, o al menos intentarlo.
Dándole vueltas a la cabeza al final me venció el sueño poco antes del amanecer.

🍁🍁🍁

No volví a soñar pero tampoco me sentía descansado cuando desperté, pero me obligué a sonreír cuando vi que mi padre y mi hermanito entraban en la habitación con un sol enorme de peluche, una caja de bombones y un elegante bolsa de papel. Con el mando de la cama enderecé la parte superior de esta para quedar sentado y Senjuro vino corriendo a abrazarme. Papá hizo todo lo posible por mantener la compostura, pero al final no pudo evitar derramar unas cuantas lágrimas mientras me abrazaba también con fuerza.
—No se te ocurra darnos un susto como este otra vez —me advirtió intentando que no se le rompiese la voz tomándome del rostro y mirándome fijamente a los ojos. Ignorando el nudo que se me había formado en la garganta asentí y volvió a estrecharme entre sus brazos mientras Senjuro protestaba quejándose de que era un acaparador.

Cuando las emociones se templaron lo suficiente, me contaron que el médico les había comunicado que por fin había salido del coma, que durante estos días, los Kamado se habían interesado por mí y que el mayor de los hermanos había venido a visitarme acompañado de dos chicos mas, Agatsuma Zenitsu y Hashibira Inosuke. También me hicieron abrir el regalo que venía en la bolsa de papel y que resultó ser Solanin, una obra de mi mangaka favorito, Inio Asano. Mientras me contaban todo esto me di cuenta de que algo estaba empezando a cambiar en Senjuro, todavía no se me había olvidado la timidez de la otra vez, cuando de camino a clases habíamos visto a Kamado y su hermana. En ese momento no se atrevía siquiera a mirarla a la cara, pero en esos instantes parecía ser capaz de hablar con ella con total naturalidad y eso me hizo muy feliz. Al menos él estaba consiguiendo integrarse.

Por la tarde llegaron Kamado y sus amigos y papá me confió al cuidado de ellos mientras iba con Senjuro a tomar algo en la cafetería. Al parecer mi hermano prefería comprar algo en las máquinas expendedoras antes que volver a probar alguna de las bazofias que se preparaban allí.

Cuando nos quedamos a solas, los tres se alegraron muchísimo de que me hubiera recuperado la consciencia y me pusieron al corriente de cómo iban las cosas en el instituto. Mientras hablaban y medio discutían entre ellos, vi que para ninguno de ellos tres era el nuevo ni un extraño, cosa que me hizo darme cuenta de que tal vez era demasiado temprano para perder la esperanza.

En cierto momento picaron a la puerta y Hashibira fue a abrir.
—¡¿Qué se supone que haces tú aquí?! —preguntó verdaderamente enfadado y nos volvimos para ver quién había llegado.

Tengen Uzui asomaba la cabeza tímidamente.

Tinta y Fuego (Libro I).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora