La oficina se sentía casi tan fría como el exterior, mientras Shang Qinghua yacía sentado frente al abogado, aún abrazando la urna de su hermana, la que planeaban llevar más tarde a su último lugar de descanso a las afueras de la ciudad. Podrían haberla llevado a Luohe, pero el amor que Shang Xia había tenido por esa ciudad era igual de grande como para alejarla de ella. El sitio sería tranquilo y podrían visitarla sin necesidad de adentrarse de lleno a la ciudad que la había visto nacer y morir. En su mochila llevaba el papel joss que quemarían más tarde para despedirla, al igual que las fotografías que Qinghua le había dado a cuidar. Se sentó detrás de él, junto a las mujeres que parecían tomarse en serio su posición como la nueva familia de su amigo, esperando por las últimas personas a las que había llamado el abogado.
El sonido de los tacones golpeando sobre la madera le hizo apretar la mandíbula con el recuerdo de la mujer que había abofeteado a Shang Qinghua en el velatorio nada más verlo. Y ahí estaba ella, entrando a la oficina como si el testamento fuera a nombrarla heredera de todo, como si fuera a salir de allí derrochando el dinero que su hija había ganado en toda su vida. Casi quería escuchar al abogado decir que estaba en bancarrota, que tenía deudas que le dejaría a esa mujer que se sentaba del otro lado lanzándole miradas al hijo que no dejaba de apretar las cenizas de su hermana contra su pecho. No había más llanto pero intuía era por falta de lágrimas y no ganas. Después de acompañarlo mientras el cuerpo de su hermana era cremado, después de verlo finalmente acercarse a ella y despedirse, lo que más deseaba era que dejara de recibir un golpe tras otro. Y esa mujer sin duda había ido allí preparada para pelear con uñas y dientes con tal de llevarse algo valioso con ella. Estaba claro que amor no le tenía a sus hijos, solo al dinero que pensaba podía conseguir de ellos. De haber podido, la habría sacado de allí a patadas por atreverse a pararse allí después de todo lo que había hecho.
Shang Qinghua jamás reveló exactamente cómo había sido su relación con su familia, pero entre sus comentarios había sido fácil armar el rompecabezas. Una madre ambiciosa que lo había tenido para retener a su esposo a su lado, odiándolo por impedirle crecer en su carrera y por no ser capaz de evitar que el patriarca Shang la dejara. Una mujer que veía en su hija la respuesta a sus problemas económicos y en su hijo la causa de todo lo malo en su vida. No comprendía cómo podía existir gente así, como ella, como su propio padre, que tenían a su cuidado a niños que solo podían culparse a sí mismos para justificar ese odio. Al menos Shen Yuan tenía a su madre y hermanos, tenía un padre que se contenía con su familia 'real', pero de notar algo así... no dudaría en sacarlo de esa casa. Viendo cómo una persona así podía afectar tanto su vida, sabiendo cómo lo había hecho con él a pesar del corto tiempo que pasaron juntos...
El mismo hombre que el día anterior se había retirado para cuando regresaron del jardín, se sentó al lado de la mujer, saludándola brevemente pero mirando su reloj una vez más. Un hombre así, ¿cómo era capaz de fingir amor por un hijo? No tenía idea de cómo por años había engañado a Shang Qinghua al punto de que este lo idolatraba, pero quizás esa misma indiferencia no había sido difícil de transformar en falso cariño. Su propio padre le había enseñado eso al sacarlo del orfanato.
"Finalmente están todos aquí, en ese caso comenzaré por la lectura del testamento."
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Después de escuchar argumentos legales que pasaron sobre su cabeza, Su Yang, el hombre al que su hermana le había confiado esa tarea sin tener idea de cuán pronto la tendría que cumplir, llamó a su padre. Apretó ligeramente la urna contra su pecho, un intento vano de sentir que ella seguía allí y no se había ido ya de su lado. Despedirse de ella, de su cuerpo inerte y pálido antes de ser llevado al crematorio, terminando por cementar la idea de que no volvería a escucharla, a verla reír y enojarse con él, había sido más doloroso que si le arrancaran la piel. Respiró hondo, sintiendo la mano de Huang-jie sobre su hombro, un consuelo que había comenzado a aceptar durante esos días. No sabía cómo se habría enfrentado a esa situación de haber estado solo, sin las vecinas que lo trataban como un hermano menor, sin Jiu-ge que le obligaba a enfrentar la realidad, sin los vecinos de Luohe que insistieron en cuidar de la casa y de él cuando regresara, incluso en Yue Qingyuan que de alguna forma lo había apoyado a pesar de lo poco que se conocían. No habría podido moverse de su sitio de haber estado solo, ni podría estar allí sentado en la misma habitación que sus padres, que aquellos que no parecían afligidos en absoluto por perder a su hija. Como si no importara ante sus ojos.
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La Vida Secreta Del Autor - [Moshang]
FanfictionA los 20 años, Shang Qinghua comenzó a escribir 'Camino del Orgulloso Demonio Inmortal' a los 20 años, ganando un lector obstinado que buscaba enamorarlo, perdiendo a su hermana y tomando la responsabilidad de criar a su sobrino llevándolo a vivir u...