Capítulo 41 - Regreso a Casa

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La oficina de Lao Gongzhu era tan lujosa como las puertas doradas por las que Shang Qinghua y Mo Beijun habían entrado unos minutos antes. Y tan de mal gusto como dichas puertas, pero en el instante en que los ojos castaños del escritor se posaron sobre la enorme fotografía de su hermana, todo comentario sobre la decoración o duda por lo que estaban por hacer, desapareció de sus labios. Verla allí, enmarcada, con peonías blancas e iluminada de forma especial como si de un altar se tratara frente al escritorio de aquél hombre, le provocó náuseas.

De esto huyó su hermana, de una verdad que vio muy tarde y de la que al parecer quiso protegerlo. Jamás mencionó esto, ni pareció necesario hacerlo cuando tan solo lo que Lao Gongzhu pidió de ella al final fue más que suficiente justificación para dejar todo esto atrás. Pero tan claro como fue para Binghe al ver ese retrato, estaba seguro que su hermana llegó a una conclusión bastante acertada sobre lo que sucedería si aceptaba las órdenes de ese hombre y se quedaba en ese lugar.

"Qinghua," asintió, saliendo de sus pensamientos y apenas notando las manos de Mo Beijun en sus hombros, llevándolo hacia la salita de la oficina y sentándolo de forma que no pudiera seguir mirando esa fotografía levemente desvanecida de las esquinas. Odiaba verla allí, dejarla allí para los ojos de un viejo decrépito como el Director de Huan Hua. "Lo quitaremos de aquí," le prometió al oído, a lo que apenas tuvo tiempo de asentir cuando las puertas se abrieron de nuevo, seguidas por el tap tap tap de un bastón pesado golpeando contra el piso.

Lao Gongzhu hizo su aparición frente a ellos con una sonrisa ladina que le revolvió aún más el estómago, una mueca de satisfacción tal que le dieron ganas de quemar la oficina en ese instante, pero las manos de Mobei lo mantuvieron sentado, presente, calmándolo hasta recordar por qué estaban allí y no con Binghe. No podía arruinar esto.

"Shang Qinghua, al fin te dignas a aparecer. Quizás debí mostrar todas mis cartas desde el primer día, así nos habríamos dejado de este juego del gato y el ratón, ¿no crees?", se sentó frente a ellos con una soltura digna de un villano escoria. No, era incluso peor por la forma en que lo miraba, en que sonreía con superioridad. "Aunque ha sido divertido ver cómo intentan esconderse y atacar. Pero este juego ya se alargó demasiado," alisó su traje de un estilo tradicional, mirándolo con el mentón alzado, como si no fueran más que plebeyos pidiendo misericordia a su emperador. Tras años escribiendo sobre emperadores celestiales, casi le daba risa ver esa actitud en una persona real. Casi. Si no hubiera hecho todo por destruirlos y usar a Binghe, la situación sería hasta cómica. "¿Dónde está nuestro Binghe?"

"No iba a traerlo sin saber qué es lo que quiere de nosotros," musitó, temblando ligeramente al escuchar esa palabra, sintiendo una de las manos de Mobei entrelazarse con la suya, su apoyo y confianza ayudándole a mantener la calma a pesar del asco que sentía con cada segundo que pasaban en su presencia. Alguna vez necesitó de esto, sentir a Mobei a su lado como un escudo que lo protegería de todo aunque en aquella ocasión tuvo que conformarse con el collar de copo de nieve que seguía colgando de su cuello, pero ahora que estaba a su lado...se sentía realmente protegido de todo. Incluso de esa mirada y las implicaciones que sus palabras dejaban entrever. Nuestro, como si no hubiera casi obligado a su hermana a deshacerse de Binghe.

"¿Y qué más voy a querer que todo? Tus libros, tus adaptaciones, su historia familiar para convertirla en algo digno de los Su, de nuestra querida Xiyan. Binghe tomando parte en nuestros proyectos, podría incluso ser una de nuestras estrellas. Me encargaré de que llegue a lo más alto, que todos lo conozcan como sucedió con tu hermana. No volverán a tener problemas con la prensa o económicos, todo el mundo los adorará," ensanchó su sonrisa, "Claro que habrá que hacer ciertos sacrificios, Su Qing. No tengo problema contigo a pesar de tu afiliación con Cang Qiong. En realidad me servirías de mucho. Pero el otro padre debe desaparecer de sus vidas y del medio, no volver a hablar de ninguno de nosotros. O simplemente podríamos encargarnos otra vez de él. Que pase el resto de su vida en una cómoda celda, lejos de su familia. Ustedes deciden," sonrió, mostrando todos sus dientes, claramente sin importarle nada ahora. No era más que un ganador subiendo al podio por su trofeo. Lao Gongzhu estaba eufórico, no necesitaba conocerlo en persona para saber que era así. El brillo en sus ojos y la forma casi depredadora en que lo miraba era más que suficiente. ¿Por qué otra razón estaría mostrando todas sus cartas en ese momento? "¿O prefieres seguir peleando? Puedo hacerlo. Deshacerme de tí y Zhu Xinyi, y aún así tendré a Binghe aquí cuando–"

La Vida Secreta Del Autor - [Moshang]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora