Guerra de viners (Jerome Jarre, Cameron Dallas, Nash Grier)

Capítulo 20. Solo somos compañeros

Durante el paseo en yate, conocí al que sería mi futuro jefe. Se llamaba Ken, y al parecer estaba casado con un chico llamado Dan, y no paraba de hablar de él: que si era una fiera en la cama, que si tenía los ojos verdes, que si parecía un bollito... que acarameladitos.

Cara parecía igual de desinteresada que yo, así que le dejamos hablar prácticamente con la pared mientras nosotras dábamos un paseo por la cubierta con un mojito en la mano, que estaba buenísimo. Lo juro, no era alcohólica. De repente, un chico que no había visto en todo el trayecto, se topó conmigo, y su móvil cayó al suelo. Cara y yo le miramos intentando adivinar quién era ese chico y qué hacía en el barco.

- ¿Es que estás ciega o qué? Menuda maleducada, no puedes ir por ahí tirándole las cosas a la gente.- Pero bueno, ¿y esté chico de dónde salía y por qué se creía la persona más importante del mundo? Menudo capullo integral.

- ¿Y tu de qué vas? No tienes derecho a llamarme maleducada solo porque me he topado contigo. Aunque a lo mejor tú eres el que se ha topado conmigo, entonces tú serías el maleducado.

- No tienes derecho a hablarme así niñata, ¿o es que piensas que por ser guapa te lo voy a consentir?- ¿Ese imbécil se estaba burlando de mí? En ese momento me entraron ganas de tirar su perfecto cuerpo por la borda.

- Ya se que soy guapa, y no te he pedido preferencia, porque nunca hablaría con un chico tan grosero como tú.- Cara miraba la discusión como si fuera un partido de tenis. En ese momento, escuché unos pasos a mi espalda.

- Parece que ya habéis conocido a mi hijo, Adam.- Ken estaba a nuestras espaldas, y yo quería morirme. Acababa de tener una avivada discusión con el hijo de mi jefe, aunque después de eso no creía que quisiera ser mi jefe por mucho más tiempo.- Adam, vuelve adentro.

- Pero papá, esta maldita zo...

-¡No quiero escuchar nada más por tu parte! Quiero que te vayas y te quedes dentro, ¿entendido?- El chico se fue, maldiciendo en voz baja.

- Lo siento Anna, mi hijo es así de cabezota a veces. Espero que esto no influya en la sesión de fotos.- Ken me sonrió amistosamente, como si no hubiera insultado a su hijo hace unos minutos.

- Claro que no, ¿por qué iba a hacerlo?

- Bueno, porque él será tu pareja para la sesión de fotos.- ¿Cómo? Esto solo podía pasarme a mí. Aunque cuando lo pensé mejor caí en la cuenta de que yo había visto a ese chico en alguna revista. Más mierda aún. 

El destino me estaba dando cosas buenas para luego reírse más agusto de mí.

Intenté parecer desinteresada y lo menos molesta posible, aunque por dentro estaba maldiciendo a toda la gente del maldito planeta.- Pues no, no me molesta para nada. Me adaptaré.- Ken aplaudió, gratificado por el resultado.

- Eso es genial Anna, estoy segura de que os llevaréis hasta bien al fin y al cabo.- Sigue soñando Ken, sigue soñando.