𝐈𝐗

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15 días después tal y como el doctor Iguro le había ordenado, se dirigió al museo.

-¡Tenga un buen día! -se despidió del taxista, abrió la puerta y salió corriendo hacía la entrada. Sacudió su paraguas y lo guardó, durante gran parte de la mañana y tarde había lloviznado sin parar.

Soltó un suspiro, permitiendo que el vaho se suspendiera en el aire durante unos minutos hasta desaparecer. Inflando el pecho entró al edificio.

El lugar tenía un olor un tanto peculiar; humedad mezclada con el aroma de pinos y libros viejos resultaba un tanto agradable.

Giró en círculo sobre sus talones, mirando la cápula del museo con atención. Era un vidríal hecho con miles de retazos de otros vidrios de diferentes colores, los cuales permitían que sobre el piso de mármol pulido se reflejaran m diferentes tonalidades.

Su vista viajaba de un lado a otro sin descanso, el museo era un verdadero espectáculo.

Arrugó la nariz extrañada al ver algo reflejarse sobre el mármol del suelo. Un chico de cabellera rubia con un atuendo peculiar camino a su costado, su cabeza estába agachada pero podía ver a la perfección sus ojos, totalmente cristalizados, sus manos y parte de su atuendo estaban manchados con sangre.

Levantó el rostro inmediatamente preocupada, dispuesta a llamarle para ofrecer su ayuda.

-¡¿Está bien... -su volumen de voz disminuyó drásticamente al notar que no había nadie en el lugar.

Su corazón se acelero, tragó grueso mirando por todos lados, ¿Estaba alucinando? Cerró los ojos respirando hondo, no debía perder la compostura, quizás solo se lo había imaginado.

-No te distraigas... -se reprendió asimisma, miró a su izquierda enfocando de manera casi inmediata a una trabajadora. un poco preocupada se acercó hasta ella.- Buenas tardes, vengo de parte del doctor Iguro.

-Que bueno verla, ya la estábamos esperando, por favor venga conmigo. Toda la información que necesitan ha sido ordenada en diferentes carpetas.

-Claro, muchas gracias.

Asintio y dió media vuelta.-Perfecto, sígame.

Mordió el interior de su mejilla dudosa.- Disculpe...

-¿Si? -la miro por encima del hombro.

-¿Vio a ese joven?

-¿Joven? ¿Que joven? -preguntó extrañada girando su cuerpo.

-Un muchacho camino a mi lado, estaba llorando y con su ropa manchada de sangre... -la mujer pestañó confundida.- ¿No... Lo vio?

-Señorita, no quiero preocuparla pero... A esta hora no hay ninguna ruta turística por el museo, ¿Está segura que vio a alguien?

Las inmensas ganas de vomitar le impedían pensar con claridad. Sentía como gotas de sudor frías descendían desde su cuello hasta su espalda baja, delineando en su recorrido la línea de su columna.

T/N fijó la vista en el pasillo, con tan solo verlo sentía que en cualquier momento el oxígeno dejaría de llegar a su cerebro y se desmayaría, jamás había sido alguien valiente.

La mujer la miro preocupada, parecía que se le había bajado la presión.-¿Está bien? No debería asustarse, quizás solo lo imagino, ¿Desea sentarse?

Negó con un sutil movimiento de su cabeza.- E-estoy bien... Solo me asusté un poco jeje.

-Jaja descuide, se que Inglaterra es un país rodeado de mitos y leyendas, solo ignorelos es normal que aveces pensemos que vemos cosas, pero solo es nuestra mente jugandonos una mala broma.

El castillo de los Diez príncipes | KaigakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora