Capítulo VII Tormenta

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Kozlov lo arrojó con violencia dentro de la celda, el italiano que había caído por el empujón se levantó de prisa.

— ¡Qué demonios hacías allá abajo!—preguntó furioso— ¡Quién mierda te dio permiso de salir!

—Yo…—no entendía cuál era el problema.

        Kozlov se estiró y consiguió atraparle nuevamente el brazo atrayéndolo hacia si pues había percibido su intento de alejarse — ¡Qué mierda hacías con Petrov! ¡Me estabas haciendo pasar por cabrón, eh! ¡Fingiste que nunca habías estado con un hombre pero eres más puto que cualquiera!—escupió con un sentimiento que el mismo no reconocía: celos.

        El italiano reaccionó ante la acusación retorciéndose con fuerza para zafarse— ¡Vete a la mierda, cabrón, el único puto aquí eres tú!

— ¡Cállate!—gritó Kozlov apretando más su agarre haciéndole gemir de dolor— ¡estabas buscando que él te la metiera, eh! ¡No es suficiente conmigo porque tu culo pide a gritos polla!

Indignado Fabrizio lo tomó desprevenido y con su mano libre logró asestarle una bofetada.

         Esto incrementó su furia de Kozlov que le cogió del pelo obligándolo a alzar el rostro—Eres un pequeño bastardo, si quieres que te follen te follaré hasta que no puedas caminar—rugió y lo besó con violencia, aferrándolo a su cuerpo con fuerza excesiva, manoseándolo de arriba abajo groseramente y entre esas caricias notó algo, extrañado rompió el beso, el italiano buscó desesperadamente tomar aire, la mano de Kozlov palpó el bolsillo y sintió la dureza, metió la mano y lo sacó un anillo de oro blanco. Los ojos del ruso refulgieron de furia.

— ¡Maldito, ya te folló!—gritó iracundo al tiempo que le propinaba una cachetada que lo derribó nuevamente, nadie le regala una joya a un puto si no se lo ha follado.

        Atontado no alcanzó a reaccionar sino cuando sintió que el ruso lo forzaba a ponerse en cuatro y le bajaba los pantalones.

— ¡Qué haces!—gritó espantado.

—¡Cierra la boca!—escupió el otro tomándole las nalgas y  apartándolas para verle el ano, parecía que no había ocurrido penetración reciente, pero quería estar seguro, asió fuerte la cadera del italiano pues este se retorcía para liberarse, ensalivó dos de sus dedos y se los metió de golpe.

        El italiano soltó un grito de dolor y dejó escapar varias lágrimas.

       Kozlov solo movió un poco sus dedos y los sacó, estaban limpios, no había resto de semen.

—yo…no sabía que…no podía salir…no sabía…—estaba aterrado, si bien ese hombre ya lo había tomado a la fuerza no había sido tan violento—…basta…

        Kozlov achicó los ojos, ahora que lo pensaba no le había prohibido salir, pero aun así no justificaba el por qué estaba tan acaramelado con Petrov, le pasó la mano por el pecho y lo pegó a él, abrazándolo así por la espalda le preguntó mostrándoselo—Por qué Petrov  te dio este anillo—podía sentir su temblor y los latidos desesperados de su corazón.

Con los ojos empañados por las  lágrimas frunció el ceño—…no me dio nada…no es mío…

— ¡No me mientas, Fabrizio!—siseó amenazador apretando su agarre.

Se intensificó su temblor— ¡es verdad, nadie me dio nada!—exclamó angustiado sin entender, el miedo había borrado su capacidad de  razonar correctamente.

—Así que esto apareció en tu bolsillo por arte de magia—se burló y con tosquedad le arrancó la camisa y la franelilla al mismo tiempo—así que no te da la gana de decirme la verdad.

— ¡Déjame!—gritó asustado tratando de liberarse.

— ¡Quién te lo dio!—increpó de nuevo arrancándole ahora el pantalón, ignorando sus forcejeos.

— ¡Suéltame! ¡Yo no hice nada, solo jugué, solo eso!—gritó sacudiéndose enloquecidamente,  ese ruso  le era aterrador.

Kozlov se sorprendió y  pensó “¿Jugó?”

       Aprovechando esa momentánea distracción  Fabrizio logró soltarse, no alcanzó a ir muy lejos porque Kozlov le atrapó el tobillo, pero  con el impulso que llevaba cayó violentamente golpeándose la cabeza con la esquina de la cama, quedando inconsciente.

— ¡Mierda!—exclamó Kozlov  e inmediatamente lo tomó en brazos, su ira había mermado de golpe—Fabrizio—llamó masajeándole la frente, donde se había golpeado—Fabrizio, abre los ojos—se levantó y se sentó en la cama con él entre los brazos—¡Maldita sea!—masculló molesto consigo mismo, quería castigarlo pero aun así no le gustaba que saliera lastimado de esa manera —¡Vamos pequeño!— alentó preocupado, ahora notaba la palidez mezclada con lo enrojecido de los ojos y nariz por el llanto, acompañado de la humedad de las lágrimas y la mejilla inflamada por el bofetón—¡Maldición!—se sentía como si hubiera atormentado a un niño.

       Las húmedas pestañas rubias se abrieron lentamente.

— ¡Fabrizio, mírame!—exclamó aliviado el ruso, pero su voz causó un sobresalto en el menor—Tranquilo, no pasa nada—dijo abrazándolo gentil apoyándolo sobre su pecho  mientras le daba un suave beso en la frente.

       Fabrizio se quedó inmóvil, lo último que recordaba era a Kozlov furioso sobre él arrancándole la ropa. Involuntariamente tembló.

—Ya no estoy molesto—explicó para calmarlo. Le limpió las lágrimas con una caricia y lo besó con suavidad en los labios—solo quiero que me digas qué hiciste hoy.

        El corazón de Fabrizio estaba a punto de estallar, como no comprendía qué era en si lo que le había enfadado de esa manera, ni cómo diablos había llegado ese anillo a su bolsillo, tenía miedo de decir algo que reavivara su enojo.

Kozlov, adivinando sus pensamientos dijo—No te voy a lastimar, lo prometo.

       Aunque dudaba sobre lo que debería decir, pensó que sería peor mantenerse en silencio, así que comenzó a hablar—Yo no sabía que no debía salir…—dijo sorprendiéndose así mismo por su voz quebrada. Sintió vergüenza.

Ante la pausa el ruso le besó la cabeza y replicó—culpa mía por no advertirte— y animándole a continuar agregó: —entonces qué más pasó.

—Ellos querían  jugar  básquet, pero les faltaba un jugador—explicó con una voz débil—yo dije que quería jugar y me metieron…—dudaba mucho en continuar ¿Volvería a enfurecer tan violentamente como hace instantes?

Kozlov que no había cesado de acariciarle la espalda a modo de consuelo volvió a exhortar—y por qué te encontré sentado junto a Petrov.

       Fabrizio se frotó los ojos, sentía que quería llorar, por primera vez en su vida estaba muerto de miedo.

Kozlov le apartó la mano de la cara y le besó los ojos y luego dio otro beso suave en los labios—ya te dije que no te voy a lastimar, no llores. Dime qué pasó después.

Con un nudo en la garganta contestó con una voz apenas audible—él solo me estaba preguntando si estaba bien.

El ruso frunció el ceño desconcertado—y por qué te preguntó eso.

—Porque el tipo que yo marcaba me había noqueado  sin querer cuando hizo una finta.

—Quién fue ese—preguntó molesto pero ante el temblor del italiano suavizó el tono—con quién jugabas.

—Con Petrov y Anton…no sé el nombre de los otros—respondió nervioso.

      Kozlov miró con dulzura al italiano que se mantenía cabizbajo —perdóname mi pequeño, fui una bestia—susurró y  le acarició la cara sintiéndose culpable. Después guardó silencio mientras lo acunaba, pensaba que verificar la versión del chico era fácil, es más estaba casi seguro de  que no le mentía y de hecho ya comenzaba a especular sobre  la procedencia de ese misterioso anillo, para confirmar sus sospechas  solo necesitaba hablar con sus hombres y si lo que pensaba era cierto, no tendría piedad con el culpable.

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