Capítulo XVI Desasosiego

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Boris seguía pensando. Si bien con todos los importantes contactos que tenía en altas esferas políticas podría ordenar el bloqueo de las salidas al exterior por espacio de dos horas no era más que un despropósito, una acción que llamaría la atención y pondría en riesgo a toda la organización. Tenía que aceptarlo, Fabrizio se le había escapado. Es más no solo tenía que aceptarlo sino que era indispensable que lo hiciera para poder reordenar sus ideas y tomar una decisión.

Italia o cualquier país, era obvio que el muchacho podría tomar cualquier rumbo, sentado en el auto Boris fumaba un cigarrillo mientras uno de sus hombres conducía de vuelta a Zozobra, volvía con las manos vacías; le parecía increíble que ese pequeño italiano con rostro aniñado pudiera engañarle tan bien, fingir candidez y convencer a todos de su inocencia. Sin duda era un hombre de cuidado. Hace una hora le había avisado a Záitsev sobre la situación, el pobre viejo se había quedado de piedra, sabía cuánto le dolería a Kozlov pero debían afrontarlo y reaccionar, su negocio era así, de la rapidez y sangre fría para actuar dependía el éxito de su trabajo.

Boris seguía dándole vueltas al asunto, recordaba cómo habían seguido prudentemente al camión una vez que este salió de la cárcel y tenía la certeza de que la única parada que este había hecho, obviamente sin contar su parada de destino, había sido en el túnel de la carretera 58, definitivamente allí tuvo que haberse dado a la fuga Fabrizio, le molestaba seriamente el hecho de que ni siquiera podía recordar algún detalle extraño que le insinuara el escape. Por enésima vez Boris pensó "es un tipo peligroso" mientras las puertas de Zozobra se abrían para darle paso a su auto.

Dentro, Kozlov estaba ya molesto por la tardanza, aún no sabía nada sobre lo ocurrido porque Záitsev aunque lo había intentado dos veces no había tenido valor de decírselo, con la mandíbula apretada en gesto adusto tamborileaba los dedos sobre el escritorio esperando noticias de Boris.

—Pero por qué demonios se tarda tanto—bufó molesto tomando su celular.

—Qué haces—preguntó Záitsev preocupado, esperaba decirle la verdad una vez Boris estuviera ahí, sabía que iba a necesitar ayuda para calmarlo una vez se enterara—espera a que llegue, no debe tardar mucho, le he llamado muchas veces ya.

—No me interesa, quiero saber dónde carajos está y por qué carajo se está tardando tanto.

—Pero...—la preocupación de Záitsev murió en su garganta con la interrupción de un subordinado.

—Jefe, ya llegó Boris—anunció para la alegría de Kozlov y el susto de Záitsev.

Kozlov no esperó, salió de la oficina sonriendo seguido de un Záitsev preocupado, habían avanzado apenas uso metros cuando se toparon con Boris.

—¿Y mi niño?—exclamó sin ocultar su tono ansioso.

Los ojos de Boris se cruzaron fugazmente con los de Záitsev—él...Kozlov....—la duda en Boris alertó a Kozlov.

—¿Dónde está?—apremió tornando su gesto a uno amenazador.

—Kozlov, él se ha ido—dijo mirándolo compasivo—se escapó, probablemente ya esté fuera de Rusia.

El corazón de Kozlov pareció detenerse por unos instantes, su mente había entendido las palabras pero no el significado de las mismas, su ceño se frunció y abrió su boca un instante sin decir nada.

—Traicionó a su primo y huyó por su cuenta—añadió Boris y se justificó entristecido—traté de detenerlo pero no pude encontrarlo.

—Cómo que se fue—susurró Kozlov aún incrédulo para luego gritar furioso tomando de las solapas a Boris—¡Cómo mierdas se fue!¡Dónde está!

—Kozlov cálmate, él nos engañó a todos, no es culpa de Boris—intercedió Záitsev tratando de liberar a Boris de su agarre.

Los ojos de Kozlov se abrieron de asombro y replicó dolido—tú ya sabías esto

Záitsev contuvo el aliento—Kozlov yo...

—¡Hijo de puta!—gritó furioso soltando a Boris para darle un puñetazo a Záitsev—sabías que se había marchado y me entretenías y te regocijabas en mi esperanza, hijo de puta.

Boris lo sujetó por detrás—¡Basta Kozlov, él es como tu padre!

—¡Cállate infeliz!¡Se han burlado de mí!¡Yo pude haberlo atrapado antes de que se marchara pero me retuvieron aquí, me traicionaron!

—¡Eso no es verdad, Záitsev no te lo había dicho porque te quiere como a un maldito hijo y sabía que te iba a doler!¡Ingrato!—escupió Boris también alterado.

Los hombres que veían la escena estaban petrificados, jamás habían visto a Kozlov si quiera discutir con Záitsev, el viejo lo había criado y Kozlov le respetaba y le quería.

—Hijo...—murmuró Záitsev levantándose después de que aquel puñetazo lo enviara al suelo—yo sé que cuánto lo amas y cuán herido está tu corazón ahora...

Los ojos de Kozlov por primera vez en muchos años se cristalizaron.

—Tú siempre eres el duro, el que se encarga de todo—dijo con voz suave acercándose a Kozlov que aún era sostenido por Boris—por eso no sé cómo lidiar con esto, no sé qué hacer cuando estás tan vulnerable—agregó poniéndole una mano sobre la mejilla.

Kozlov pareció razonar e hizo un gesto para que Boris lo soltara y este obedeció al darse cuenta que la cordura volvía a él—tú no tienes que lidiar con esto, porque yo mismo lidiaré con ello—dijo limpiándose bruscamente las lágrimas que aún pujaban por salir—voy a buscar lo que me pertenece—anunció autoritario.

Záitsev y Boris se miraron desconcertados.

—Pero el ya debió haber salido de Rusia—dijo Boris.

—Y qué—dijo entrando a su oficina seguido de Boris y Záitsev—esto será como unas pequeñas vacaciones para Fabrizio, hasta que yo lo encuentre y lo traiga de vuelta.

—¿Cómo lo vas a encontrar?—preguntó Boris sintiéndose perdido.

—Hay muchas maneras de ubicar a una persona sin hacer alharaca y detener el tráfico entre países—contestó tomando una agenda de su escritorio y algunos papeles.

Boris se sintió como un tonto, tuvo la sensación de que Kozlov había visto todos sus pensamientos sobre el tema.

—Lo que quieras que haga solo dímelo—dijo Záitsev aliviado, no sabía si lo que Kozlov pensaba hacer fuese correcto o no, pero le alegraba verlo determinado y no hundido en una depresión.

Kozlov asintió y se acercó a él—perdóname viejo, sabes que soy un bruto, eres mi padre y como tal te quiero.

Záitsev sonrió—esto no es nada—y palmeándole la espalda agregó sonriendo—vamos a encontrar a tu muchacho.

Mientras salían de la oficina Boris abría y cerraba la boca sin decir nada, realmente estaba confundido sobre qué era lo que Kozlov pretendía. Unos pocos pasos avanzaron cuando todo quedó en silencio y los tres pararon de golpe con rostros llenos de asombro, justo frente a ellos estaba nada más y nada menos que Fabrizio.

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