Capítulo VIII El Plan

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El plan del puto se había apoyado en el carácter volátil de Kozlov,  en su costumbre de apalear y exterminar a cualquiera que intentara o se viese involucrado en una situación donde hubiera algún minúsculo indicio de traición sin darle chance a defenderse. No tomaba riesgos. Nunca imaginó que esta vez reaccionaría diferente.

Y es que a Kozlov  le gustaba todo en ese italiano, comenzando por su belleza, pasando por su fragilidad física y su  aislamiento total. No representaba peligro alguno y por eso no se desharía de él.

Así, el puto que esperaba ver como sacaban a patadas al italiano terminó siendo el agredido, confirmadas sus sospechas Kozlov lo regaló al  grupo de los lituanos quienes tenían tendencias sádicas. Sorprendido y aterrado el puto gritó pidiendo clemencia pero su voz fue ignorada sin compasión.

— ¿Y Vladimir?—preguntó Záitsev, refiriéndose al dueño del puto que iban violar y matar.

—Págale lo que vale y agrégale un bono—contestó  con frialdad.

A partir de entonces  todos empezaron a ver a Fabrizio como el amante del jefe más que como su mascota.

Mientras, el rubio ya se había calmado, la verdad la experiencia había sido terrible pero no podía darse el lujo de seguir  lamentándose; por lo que había entendido Kozlov se desharía de quien le había montado la trampa pero eso no era aval de que no tuviera otros enemigos, sobretodo ignorando la identidad de su agresor,  aunque todo ese asunto le había revelado cosas importantes: Kozlov era débil ante sus lágrimas. Esto lo avergonzaba  pero era algo que debía tomar en cuenta, más aun cuando las armas que tenía eran tan pocas y con la prohibición de salir de la celda que prácticamente le ataba de manos. Tenía que hacerlo cambiar de parecer, necesitaba interactuar con los otros para poder  escapar, el único plan que se le venía a la mente era el más repugnante pero el único factible: ser sumiso con el ruso.

Mucho rato después, pasada una hora  de que apagaran las luces, obviamente la de Kozlov era independiente. Fabrizio pensó que él ya no vendría e iba a dormir cuando le oyó entrar.

—¿Todavía estás despierto?—preguntó este algo sorprendido.

El italiano no supo qué contestar, se quedó de pie viéndolo acercarse, el ruso llegó a su lado y le acarició el rostro, apartándole el flequillo frunció el ceño al notar el chichón causado por el golpe que se había dado contra la cama y sin decirle nada lo abrazó suavemente.  Atónito en un primer instante pronto recordó su plan y le correspondió, sorprendiendo ahora al mayor que lo apartó un poco y lo miró a los ojos, Fabrizio frunció el ceño ¿se habría dado cuenta de sus intenciones? Se preguntó preocupado pero pronto se disipó su duda pues el más alto sonrió complacido y volvió a abrazarlo susurrándole al oído —Vamos a bañarnos.

Fabrizio se había preparado mentalmente, se dejó llevar sumisamente al baño y espero en silencio a que el otro prepara la tina.

—Estás muy callado ¿Te sientes mal?—le preguntó el ruso poniéndose de pie, la tina estaba lista.

—No, estoy bien—contestó dejándose sacar la ropa.

Una vez desnudo el italiano Kozlov se quitó la ropa, era la primera vez que Fabrizio lo veía desnudo, un  cuerpo enorme con músculos muy marcados,  sin querer se ruborizó y apartó la mirada, con ese hombre tendría sexo y eso lo avergonzaba.

El ruso lo notó y sonrió—“que lindo”—pensó y entrando en la tina le ofreció la mano—ven.

Recuperando la compostura tomó la mano que le ofrecía el mayor, a quien le pareció extraño que no protestara pero dedujo que estaba atemorizado por lo que había ocurrido más temprano. Se sentaron, Fabrizio entre las piernas de Kozlov dándole la espalda,  sintiendo el agua tibia relajante, las manos del mayor envolvieron la cintura del más pequeño pegándolo más a si, Fabrizio podía sentir el miembro duro del otro y pensó que pronto vendría el sexo, Kozlov comenzó a acariciarlo suavemente, dándole  pequeños besos en el cuello, el italiano que planeó ser más dócil para ganárselo no sabía qué hacer, con una mujer era diferente, sabía cómo estimularla pero ¿cómo lo hacía con un hombre? Estaba en estas cavilaciones cuando escuchó la voz de Kozlov muy cerca de su oído.

—Ya me encargué del bastardo que te quiso inculpar—aclaró porque no quería que estuviese tenso.

Descolocado por el comentario contestó un tímido —Gracias.

Kozlov le tomó el rostro y  lo giró hasta verlo a los ojos—qué te pasa—preguntó de nuevo extrañado por su actitud.

Fabrizio frunció el ceño—Ya te dije que nada.

Durante unos segundos lo miró fijamente y el rubio tuvo la impresión de que adivinaría sus intenciones, pero no le dijo nada, se acercó a sus labios y lo besó fugazmente,  ya que la posición era incómoda para ello lo hizo girarse y así quedaron frente a frente, las piernas de Fabrizio envolvían la cintura del mayor, entonces lo tomó de la nuca y lo volvió a besar ahora más profundo, el rubio decidido le pasó sus brazos alrededor de los hombros, Kozlov no lo podía creer, su excitación se disparó, apretujó al italiano manoseándolo, sus caricias le recorrieron  la espalda y las redondas nalgas, después del delicioso momento rompió el beso pues ya notaba al rubio un poco asfixiado.

—Qué sucedió contigo, dulzura—preguntó  nuevamente.

Jadeando y rojo de vergüenza no conseguía valor para responder nada apropiado y frustrado trató de levantarse— ¡me baño después!—exclamó evitando la mirada del ruso sintiendo su cara arder.

Kozlov se lo impidió—No te enojes, me encanta que estés así—dijo en tono dulce besándole la mejilla.

Fabrizio suspiró y se dejó hacer, dio un respingo cuando sintió la mano de Kozlov en sus testículos mientras con la otra mano lo mantenía abrazado. Iba a decir algo pero fue callado con otro beso, la mano hábil del mayor primero masajeó el escroto, apretándolo con suavidad y acariciándolo, luego tomó el miembro dormido y comenzó a masajearlo, deteniéndose en la punta, la cual presionó con cuidado y mimó con el pulgar satisfecho porque empezaba a reaccionar, Fabrizio se escandalizó con eso pero lo único que hizo fue contener la respiración, ya había decidido ser dócil, no podía arruinarlo ahora; trató de justificar su reacción  pensando que después de todo es algo biológico y que además el agua tibia ayudaba a la estimulación.

—Eres tan lindo, bebé—dijo Kozlov mordiéndole delicadamente el labio inferior y él cerró los ojos avergonzado, jadeando excitado.

Una vez erguido su pene el ruso tomó con una sola mano ambos, el de Kozlov era enorme y se sentía caliente, así empezó la masturbación, con movimientos lentos de arriba abajo, resoplando  como animal en celo mientras lo abrazaba con fuerza,  Fabrizio se mordía el labio tratando de contenerse pero inevitablemente  dejó escapar algunos gemidos que deleitaron a su amante.

—Te deseo tanto—exclamó Kozlov con la voz impregnada de lujuria, incrementando la velocidad de sus movimientos.

Fabrizio se aferró a los hombros del ruso y hundió su cara en el cuello de este al tiempo que se estremecía gimiendo con un gran orgasmo y a los pocos segundos su amante terminaba también eyaculando fuerte. Los dos jadeaban satisfechos, Fabrizio aún no podía creer que le había hecho eyacular, estaba impactado.

—Estuviste genial, encantador—dijo Kozlov extasiado besándole el hombro  y llevando sus dedos a la entrada del menor la acarició—Ojalá se desinflame pronto, muero de ganas por hacértelo como es debido.

Esa noche durmieron juntos.

A la mañana siguiente Fabrizio despertó muy tarde, el ruso no estaba a su lado pero le había dejado una rosa y un reloj de oro.El italiano tomó la rosa y la miró con desdén —que ridículo—exclamó y al tiempo le vino a la mente sus jadeos y excitación, perturbado se levantó para alejar esos recuerdos, tomo una manzana de la mesa y encendió la televisión, necesitaba distraerse un poco, pasando los canales se topó con uno de noticias  que hablaba de él.

—“…Casiraghi que fue condenado a trescientos veinticincos años, se piensa que su cómplice traté de contactar con él, recordemos que la banda fue ultimada en la redada del día de San Patricio pero Luigi Lombardi, de quién se sospecha sea el número dos logró escapar y hasta ahora nadie sabe su paradero, además…”

El reportero continuaba el relato, los ojos de Fabrizio revelaban todo su asombro — ¡Hijo de puta!—exclamó. Kozlov le había mentido.

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