Capítulo X Preludio

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Kozlov y Boris terminaron de aclarar lo del negocio de Burkina y antes de pasar al otro asunto se sirvieron una copa, en realidad una botella pues como buenos rusos toleraban grandes cantidades de alcohol sin emborracharse, charlaban animadamente sobre cosas triviales pero Boris notaba que de tanto en tanto Kozlov miraba el reloj de pared. Se preocupó, lo notaba demasiado ansioso.

—Sabes que estoy contigo para lo que sea—dijo suspirando, él consideraba a Kozlov más que un socio, lo consideraba un buen amigo, así que tenía que ser sincero.

—A qué viene eso—replicó este extrañado por el cambio repentino de tema.

Boris lo miró a los ojos—Sé que luce tentador y dulce, pero que no se te olvide quién es.

Aunque no dijo nombre Kozlov enseguida comprendió que hablaba de Fabrizio—No lo hago, solo estoy gozando de su culo—respondió un tanto cabreado, no le gustaba ser sermoneado.

—Tú eres el líder, no te cuestiono, solo te prevengo como amigo—dijo sincero—su apariencia es muy engañosa.

—No te equivoques conmigo, ningún nene me va a engañar—aclaró mosqueado dando por zanjada la conversación.

Mientras, Fabrizio que se había estado sentado a ver un partido de futbolito para gastar los minutos, se sentía un poco mal, después de mermar la tensión por la llamada lo atacó un terrible dolor de cabeza, suspirando le preguntó la hora a un reo que estaba a unos metros de él y este se sobresaltó, parecía asustado de que le hablara y es que después del incidente con Petrov todos tenían miedo se acercársele y dar pie a malos entendidos.

—Son las 3:42—respondió temeroso.

El rubio sonrió malicioso, disfrutaba de esas reacciones fuesen por la razón que fuesen, sin agradecer se levantó y se marchó, debía llegar a tiempo pues no quería enojar a Kozlov ya que al día siguiente iba a necesitar otros minutos afuera. Todos suspiraron de alivio cuando se marchó.

Subió las escaleras y llegó a la celda. Boris y Kozlov reían estridentes por algún chiste, entró ignorándolos yendo a sentarse al sofá pero Kozlov lo llamó. Se acercó hasta estar a su lado y este le tomó la mano.

— ¿Contento?—preguntó sonriendo afable.

Nuevamente Boris notó algo más que embelesamiento y se preocupó de que en verdad se estuviera enamorando porque de ser así iba a estar en franca desventaja con ese pequeño italiano.

—Sí—contestó asintiendo.

—Entonces merezco gratitud—insinuó con sensualidad.

Fabrizio suspiró entendiendo el mensaje, se inclinó y lo besó en los labios, iba a solo darle un piquito pero el mayor le sujetó la nuca y profundizó el beso enredando sus lenguas y dejándole sentir el sabor del coñac. Al romper el beso el ruso sonrió satisfecho con el sonrojo del menor.

—Ahora pórtate bien, campeón—dijo dándole un nalgada cariñosa.

Fabrizio dio un respingo sorprendido y fue, ahora sí, al sofá. Por un momento se sintió molesto, pero la esperanza de su plan lo hizo recuperar su buen humor, sobretodo por la confianza que el ruso le estaba tomando, aunque eso significara tener que dejarse manosear, por un momento su mente divagó por como este sucumbió a su llanto y después cuando en su euforia le besó, frunció el ceño ¿por qué demonios lo había hecho? Se revolvió incómodo y evitando pensar en ello encendió la T.V. , buscó uno de los canales italianos y para su suerte estaban transmitiendo un partido entre la Juventus y la Roma y él, como buen hincha de la Juve se olvidó de todo sumergiéndose en el partido.

Kozlov estaba animado, estaba más tranquilo con su italiano allí cerca, los negocios iban bien así que tampoco había nada que le preocupase, pasó otro rato hablando de mercancías y contactos cuando de pronto escuchó el grito de Fabrizio.

— ¡Dàgli stronzo! (¡Vamos bastardo!)

Él y Boris lo miraron sorprendidos pero él estaba completamente metido en el partido y no se dio cuenta, es que quedaba minuto y medio de la hora reglamentaria, el partido iba uno a uno y el atacante de la Juve no conseguía filtrar el pase para tirar a gol.

—¡Presto! (¡Rápido!)—gritó agitando su puño furioso sin notar las miradas fascinadas que recibía.

El jugador perdió el pase y terminó siendo saque de arco, todo había acabado, cobraron el saque y terminó el partido.

— ¡Porca miseria!(¡Puta miseria!)—exclamó tumbándose de espaldas haciendo el típico gesto italiano con las manos.

Los otros dos sonrieron, se veía lindo hablando en su idioma.

—Boris, terminamos lo otro después—dijo Kozlov excitado.

—...¿ah?...está bien...—contestó descolocado—nos vemos luego—se despidió saliendo algo mosqueado " qué le costaba dejarme ver un poco"

Fabrizio estaba de ojos cerrados murmurando improperios sobre el jugador que había perdido el pase, la vena de la sien le pulsaba dolorosamente, sintió como alguien se sentaba a su lado y abrió los ojos. Era Kozlov mirándolo lascivo.

—A qué se debe ese enojo, mi principito—preguntó inclinándose sobre él besándolo suavemente, Fabrizio correspondió pero el mayor se separó frunciendo el ceño y tocándole el cuello con el dorso de la mano para cerciorarse exclamó—¡Tienes una fiebre altísima, por qué no lo dijiste!

—No es nada—suspiró cansado el italiano.

—Nada mis cojones, vamos, te llevo a la cama—dijo preocupado alzándolo en brazos.

Fabrizio se agarró fuerte de la camisa del mayor.

—Qué pasa—le preguntó este y ante su silencio dedujo— ¿quieres vomitar?

El rubio asintió levemente.

—Aguanta un poco—contestó y rápidamente lo llevó al baño donde lo dejó frente al inodoro permitiéndole devolver todo mientras le masajeaba la espalda—tranquilo, pequeño.

La verdad es que todo le daba vueltas, su estómago dolía de tanto vomitar, Kozlov le ayudó a lavarse la boca y lo llevó hasta la cama donde lo arropó; no solía enfermarse así que no tenía medicinas a la mano, tomó su celular y pidió que Sergey le trajera algunas. Al colgar se sentó en la cama, le tomó la mano y se la besó.

—Tranquilo bebé—mientras le sostenía la mano le acarició la mejilla con su mano libre—no debiste salir, pero eres tan necio.

Fabrizio se preocupó ¿acaso esa fiebre truncaría sus planes?—no tiene nada que ver—se apresuró a contestar.

—Ya te lo dije, aquí tienes de todo, esas salidas no te convienen—comentó al descuido mientras le pasaba los dedos entre el cabello como si lo estuviera peinando.

— ¡Que no fue eso!—alzó la voz irritado.

Sorprendido Kozlov detuvo sus caricias por un momento, pero enseguida las reanudó—No te alteres, no pasa nada.

Fabrizio cerró los ojos cansado y refunfuñó—no me trates como a un niño.

El ruso sonrió y lo besó suave susurrando medio en broma—pero si eres mi niño.

—Que te jodan—replicó el rubio.

Y Kozlov rio divertido.

Pero en la perturbada mente del italiano crecía la preocupación.

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