Capítulo XII Paciencia

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Bajaron las escaleras atrayendo las miradas de todos con quienes se cruzaban, Kozlov esbozaba una sonrisa de satisfacción al notar la envidia que sobre él recaía pero Fabrizio no iba muy a gusto.

—"pero es que tenemos que ir de la mano como dos imbéciles"—pensaba molesto sin poder evitar sonrojarse.

Por donde pasaban se iniciaban las murmuraciones "que bueno está ese italiano" "que culito más lindo" y muchas otras expresiones, ignoradas por la pareja. Al llegar al piso inferior se desviaron hacia el comedor, cuando entraron el bullicio imperante mermó de golpe, la sala llena se silenció.

Fabrizio tembló ante la cantidad de reos que allí estaban ¿le habrían preparado una trampa? Pensó preocupado pero Kozlov, al sentirlo, se encargó de extinguir su preocupación.

—Ey, tranquilo, estás conmigo—le dijo soltándole la mano para abrazarlo con un solo brazo y dirigiéndose a los demás exclamó—¡Qué pasa, se cagaron porque llegó el jefe ¿eh?

Todos, que en un primer momento estaban recelosos se alegraron al notar al jefe de buen humor y comenzaron los saludos y halagos, el aire de fiesta impregnó el lugar y Fabrizio no pudo evitar el mohín de disgusto, se sentía como un tonto, él que había dirigido una de las bandas más peligrosas de Europa estaba siendo exhibido como un objeto, bajó la mirada frustrado, en ese momento nada podía hacer.

—Ey hombre, siéntate aquí—exclamó alegre Záitsev ofreciendo la silla en la que él había estado sentado, la única mullida y cómoda, el resto eran sillas de metal y hablando con otros de los reos exigió—busca la silla que está en mi celda para el chico.

—No hace falta—replicó Kozlov sentándose—él se sienta conmigo—aclaró haciendo lo de costumbre, sentar a Fabrizio en sus piernas.

Si bien el ruso ya lo había hecho muchas veces con lo que Fabrizio estaba acostumbrado, al estar ahora enfrente de todos lo hacía avergonzarse en demasía, su cara se puso roja, cosa que fue adorable para los espectadores.

—Bien—dijo Záitsev sonriendo, fingiendo no darse cuenta del rubor del menor pidió al mismo subordinado—entonces Vladimir, que nos traigan vino

Como si de una visita real se tratara los reos trajeron no solo diferentes tipos de licor sino innumerables tipos de aperitivos, a Kozlov le ofrecieron una copa repleta hasta la exageración tal como le gustaba pero al italiano le ofrecieron una copa pequeña y delicada lo que lo cabreó a niveles insospechados.

—Qué mierda es esto—exclamó mirando fulminante al reo que se la había ofrecido y que se puso pálido.

Pero la carcajada de Kozlov calmó los ánimos—¡Es pequeñito pero tiene aguante, hombre!

Fabrizio no dijo nada obviamente molesto, el comentario del mayor había desatado risas estridentes porque llevaba doble sentido.

—Dale una como la mía—agregó el mayor.

—Sí, señor—se apresuró el reo que servía las bebidas.

—No te enojes ricura—le dijo Kozlov besándole la cabeza al notarlo enfurruñado—son solo hombres estúpidos embelesados porque jamás habían visto a un niño tan lindo como tú.

Fabrizio suspiró, estaba muy molesto pero trató de enfocarse en lo que tenía que hacer: la llamada.

Esperó un tiempo prudencial, Kozlov y sus hombres hablaban de trivialidades y reían escandalosamente, algunas cosas no las entendía porque eran folklorismos pero tampoco le importaban. Después de unos veinte minutos le agarró el brazo al mayor para que le prestara atención.

—Qué pasa, dulzura—preguntó acomodándole el flequillo rubio de forma cariñosa.

—¿Puedo ir al patio un rato?—preguntó con mirada suplicante.

—¿Al patio?...—dijo Kozlov no muy contento, pero consideró que tal vez estaba aburrido y sonrió complaciente—está bien, pero solo media hora.

—Gracias—respondió sumiso levantándose para irse pero Kozlov lo detuvo tomándole la mano, él lo miró confundido.

—¿Y mi recompensa?—preguntó con picardía.

El corazón de Fabrizio comenzó a latir con fuerza ¡¿Quería que lo besara en frente de todos?!No podía, la vergüenza lo consumía, ante su vacilación Kozlov tiró de él y le atrapó la nuca dándole un corto pero sensual beso. Los subordinados aplaudieron entusiasmados y cuando el mayor lo soltó Fabrizio se marchó a la carrera dejándolo atrás con una sonrisa de satisfacción y el buen humor de los otros tantos.

—¡Hijo de la gran puta!—exclamó furioso limpiándose la boca con rudeza—¡Es un cabrón, un cabrón es lo que es!

Casi al llegar al patio se sobresaltó, un tipo estaba sentado en el suelo como ido, obviamente drogado, el momentáneo susto irónicamente le calmó, recordó en dónde estaba y cuáles eran sus planes, así que respirando hondo siguió su camino hacia el teléfono del patio. Esta vez no había nadie, al parecer la presencia de Kozlov en el comedor común no era habitual, así que todos estaban allá. Encogiéndose en hombros tomó el auricular y marcó, ni bien había sonado cuando Luigi contestó:

—¡Jefe!—su voz dejaba notar un gran alivio.

—Tranquilo Luigi, no tengo mucho tiempo así que ve al grano—aclaró, porque si bien Kozlov le había dado media hora no podía arriesgarse —Qué dijo el puto portugués.

—Dice que es fácil sacarlo, él ya conoce esa penitenciaría.

Fabrizio sonrió ¡Por fin una buena noticia!

Luigi continuó—Dice que si usted confirma pasado mañana a las seis está libre.

Los ojos de Fabrizio se ensancharon con asombro y su corazón comenzó a latir con fuerza—Claro que confirmo, quiero salir pronto de está pocilga.

—Bien jefe, aunque está pidiendo tres millones—aclaró.

—Me vale verga, cómo me sacara de aquí—preguntó ansioso.

—Él dice que a las cuatro de la tarde vaya hacia la bodega de suministros que está cerca de un hidrante rojo en el ala norte del patio, él llegará con el camión haciéndose pasar por la empresa de víveres, usted se esconde en una caja y él lo saca como mercancía.

—Así de fácil, supongo que viene el mismo día que la empresa real para no levantar sospechas, pero entonces qué tal si la empresa real llega al mismo tiempo—preguntó receloso, no podía darse el lujo de confiar, sabía que por más complaciente que estuviera Kozlov en ese momento si lo descubría otro gallo cantaría.

—eso mismo pensé, pero él dice que no hay peligro porque él estará viniendo con el camión real y las credenciales reales ya que un tipo que le debe uno grande trabaja allí y es quien le va a ceder las cosas.

—Umm, está bien—dijo más calmado y preguntó—cómo sigue tu herida

—Un poco mejor—contestó apesadumbrado.

—Vamos a salir de esta Luigi—alentó—te dejo, dile al portugués que lo espero pasado mañana.

—Sí jefe, cuídese.

Al colgar se quedó pensando "bodega de suministros en el ala norte al lado del hidrante rojo" y decidió echar un vistazo, debía conocer el sitio porque si erraba el día de la fuga estaría perdido. Caminó hasta el lado del patio que le había indicado su subordinado, dio vuelta en una esquina y lo vio, el hidrante rojo cubierto un poco por la maleza y justo al lado la bodega, sonrió satisfecho, la libertad estaba muy cerca, pero su alegría se esfumó al notar la sombra de alguien parado justo detrás de él y contuvo la respiración.

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