Capitulo 3: Los hermanos son difíciles.

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Unas horas más tarde, el muchacho se levantaba en la cama de su cuarto, estaba usando la playera de su pijama y el pañal había sido cambiado por uno de un dinosaurio. Su ritmo comenzó a acelerarse, pues eso implicaba que su mamá lo había sacado del coche usando sólo un mojado pañal.

Salió de su cuarto, sin embargo, alguien le jaló el pañal hacia atrás. Cuando volteó, vio de frente a su hermana, una chica de 20 años, con pelo largo, figura esbelta y ojos marrones:

- Parece que el bebé está limpio – le dijo mientras sostenía la parte posterior.

- No so... ¡No soy un bebé Ana! – Andrés hizo que soltara, y se acomodó el pañal.

- ¡Vaya!, el bebé está enojado. En fin ¿qué le vamos a hacer?

- No estoy enojado, es sólo que no me gusta que me digan bebé.

- Si llegas a la mesa antes que yo, ya no te diré bebé – Y Ana salió disparada.

Andrés la siguió como pudo, lo cierto es que su hermana solía molestarlo, pero él sabía que no había malas intenciones. Era una dinámica que ellos mantenían, y ambos disfrutaban de su papel. Pese a todo, nunca le había dicho a nadie sobre su problema, incluso lo había defendido en su anterior colegio, con consecuencias negativas.

Ana llegó antes, Andrés no podía seguirle el paso, pues estaba descalzo y el pañal lo atrasaba.

- Bueno Andresito, creo que seguiré llamándote bebé.

- Ana, ya te he dicho que no le digas así a tu hermano – le dijo la señora Helena a su hija.

- Lo siento mamá – Ana mintió.

- Antes de empezar, a comer, hay que dar las gracias.

Entonces la familia completa comenzó a rezar. El silencio se hizo notar, en especial, cuando Helena acercó una foto a una silla vacía, en la cual se veía a un hombre vestido de militar sonriendo:

- Gracias Dios por permitirnos compartir esta comida en familia, bendice esta comida para mis hijos, quienes son mi tesoro. Y gracias a ti cariño, por cuidarnos desde el cielo. Amén.

- Amén – dijeron los 2 niños al unísono.

Cuando acabaron cada uno se fue a su habitación. Normalmente, Andrés jugaba con sus juguetes, o veía caricaturas, le encantaban las de superhéroes, de hecho, su playera tenía al capitán América en el frente. El día pasó relativamente normal, hasta la hora de dormir: Su hermana entró a su cuarto, y se sentó al borde de la cama:

- Mamá me dijo que te viniera a dar las buenas noches, así que aquí estoy.

- ¿Otra vez está trabajando? – El muchacho lo dijo con cierta tristeza.

- Sabes que no la tiene fácil, tuvo que rogar en su trabajo para que le den la hora para ir por ti y dejarte en casa.

- ¿Crees que soy una carga? Digo, si no fuera por mi condición, podría seguir en la escuela de aquí cerca.

Ana se incorporó a un lado de la cama, procurando estar a la misma altura que su hermanito:

- Claro que no, eres un buen muchacho. Aquí entre nos, mamá siempre está hablando de lo orgullosa que está de ti y de que nunca te rindas. Sé que hay días que te sientes menos, pero la mejor forma que tienes para ayudarla es con una sonrisa.

- Puede que tengas razón...

- Claro que la tengo. Que tengas dulces sueños, bebé – Ana concluyó eso con un beso en la frente.

- ¡Te dije que no soy un bebé! – Respondió Andrés desde la cama.

Ana cerró la puerta con una pequeña risita entre dientes, sabiendo que le había subido el ánimo a su hermano favorito.

El pequeño secreto de AndrésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora