Capitulo 6: Los abusivos de la escuela.

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Delante del muchacho, estaba el grupo de Asmodeo sujetando a un niño de la ropa interior, se escondió en una de las esquinas mientras intentaba entender la situación.

- Entonces ¿qué habías dicho sobre no querer nuestra protección? Quizá deberías reconsiderarlo – Preguntó Belial.

- Y... Ya no tengo más dinero, mi mamá me quitó mi mesada – lloró el niño misterioso.

- ¿El bebé necesita que mami lo cuide? – se burló Lilith.

- Vamos chico, ya no puedo hacer nada por ti. Controlar a mis amigos es difícil, quizás si nos dieras ese reloj podría hacer más – le propuso Asmodeo.

- No puedo, fue un regalo de mi abuela de mi cumpleaños.

- Entonces podríamos competir por él, que te parece si hacemos una pelea. Belial contra ti, si ganas, te dejaremos tus cosas y nos iremos.

Belial colocó al niño en suelo, se notaba que había dañado la tela de los calzoncillos, pues no acomodaba bien. El chico sólo temblaba, cuando Asmodeo contó hasta tres, Belial cargó contra él y lo derribo con un movimiento.

- Vaya es una pena, supongo que el reloj es nuestro – expresó Asmodeo.

- ¿Por qué conformarnos sólo con el reloj? Deberíamos quitarle la ropa para darle una lección – intervino Lilith mientras jugueteaba con su cabello.

En un rápido movimiento desvistieron al muchacho, este sollozaba en silencio mientras sujetaba con toda su fuerza los pantalones. Andrés estaba muy preocupado ¿debía intervenir?, seguramente ellos le harían lo mismo revelando su pañal, ¿buscar ayuda?, no habría tiempo. Entonces recordó la conversación con Gabriel "Aquellos que huyen de sus responsabilidades son los verdaderos inmaduros". Así que se paró firme y gritó:

- ¡Alto!

- Andrés, que gusto verte, ¿nos quieres ayudar? Esta es una oportunidad perfecta para que hagas tu prueba de fuerza y seas uno de nosotros.

- Asmodeo, esto no está bien, No pueden humillar a un chico sólo porque no tiene dinero, está mal.

- Creo que tú eres el que no entiende Andrés, se atrevió a decirnos que no. Somos la autoridad en esta escuela, deberías estarnos agradecidos, hemos sido muy amables contigo.

Belial terminó de sacarle los pantalones al niño. Se acercó lentamente hacia Andrés y le dijo a su compañero:

- Es un bebé, Asmodeo.

- Déjame manejar esto, Belial. Andrés, por favor, me agradas, simplemente vete y luego arreglaremos esto.

- N...No me voy a ir, esto está mal. No dejaré que hagan algo tan desagradable. Ustedes están enfermos.

Lilith comenzó a reír descontroladamente.

- Parece que el otro bebé quiere hacerse pasar por hombre ¿Por qué no les damos un escarmiento?

Pero justo antes que le hicieran algo a Andrés, llegó Gabriel. Miró a los abusivos de arriba abajo, para sentenciar lo siguiente:

- Devuelvan la ropa del pobre chico, y lárguense de aquí. Bastardos sin oficio.

Belial cargó contra él e intentó darle un golpe. Sin embargo, Gabriel conectó un puñetazo en el estómago, derribándolo al instante.

- No me gusta tener que repetirme, váyanse ahora.

Belial se levantó y arrojo el pantalón al niño misterioso, luego se fue mientras miraba a los ojos a Gabriel. Lilith hizo lo mismo que Belial con el resto de la ropa, les mandó un beso a los dos niños y se fue. Asmodeo tenía toda su atención en Andrés, lo dijo en un tono seco:

- Te vas a arrepentir,

Cuando todos los bravucones abandonaron la escuela, vieron lo terrible de la escena, el pobre chico estaba usando unos calzoncillos de aviones, habían sido estirados tanto que el elástico estaba estropeado. Sollozaba muy débilmente.

Gabriel se acercó y con mucho cuidado le entrego su ropa.

- Lamento haber llegado tan tarde, esos perros son lo peor de esta escuela. Se sienten bien haciendo sufrir a los demás.

Le dieron algo de espacio al niño para que se vistiera. Andrés seguía temblando, su pañal estaba a punto de reventar, probablemente si Gabriel no hubiera llegado, lo habrían expuesto.

El chico se acercó a ambos e hizo una reverencia.

- Muchas gracias por salvarme, y sobre todo por salvar mi reloj. Fue el último regalo que me dio mi abuela antes de... - El chico se cortó repentinamente. – Bueno, no importa. Soy Diego.

- Un placer. Yo soy Gabriel, él es Andrés.

Los tres caminaron hacia la salida. Andrés se sentía muy extraño, por un lado, había tenido mucho miedo, pero por el otro, se había demostrado que no era un cobarde. Además, había hecho dos nuevos amigos.

El pequeño secreto de AndrésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora