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Las cosas habían sido un completo desmadre durante la noche, tan así, que un vecino llamó a la puerta de Eleonora a quejarse por las risas y la música, cosa que la castaña contestó entre risas en medio de la borrachera si iba a llamar a la policía

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Las cosas habían sido un completo desmadre durante la noche, tan así, que un vecino llamó a la puerta de Eleonora a quejarse por las risas y la música, cosa que la castaña contestó entre risas en medio de la borrachera si iba a llamar a la policía. Lo que ninguna esperaba es que Rick Grimes había recibido la queja a altas horas de la madrugada, cosa que vio a su favor para ver si podía hablar con Eleonora y explicarle al respecto del beso con Jessie.  

Lo que Rick no sabia es que la castaña iba con muchas copas de más, así que vio en el rostro de la mujer el vivo retrato de la decepción.

—¿Quién es?—gritó Maggie desde el salón. Ninguna de las dos quiso moverse por si era otro vecino jodiendo, así que la dueña de la casa fue a atender.

—Un pingüino—gritó la castaña de vuelta.

Rick la miró en silencio, leyendo cada gesto por parte de la mujer, y es que también parecía algo incomoda al verle allí, porque todo era muy reciente y debía digerirlo todo para actuar de la mejor manera posible.

—Aún no he encendido el porro, no alucines, chica—bromeó Rosita entre estruendosas carcajadas.

Eleonora se tapó la boca y ahogó sus risas.

—No hay porros—aclaró—ya no hay camellos en este mundo, creo. 

Supuso que se refería a la gente que daba sustancias ilegales en sitios cuestionables. Rick sabia que en ese estado sería incapaz de llevar una conversación en condiciones, por lo que lo dejaría para cuando a Eleonora se le fuera la resaca o cuando dejara de verlo como al mayor traidor del mundo.

—¿Se te ofrece algo?—preguntó la mujer sin mostrar del todo que iba como una cuba.

Rick se frotó la barbilla y soltó un suspiro.

—Thomas, el vecino de enfrente fue a mi casa a quejarse por el ruido que hacíais.

—Que pesado el puto Thomas, cada días más amargado—maldijo entre dientes y dio otro trago a su cerveza—ni siquiera tenemos la música alta. Nos merecemos un rato de distracción.

—Podéis hacer lo que queráis, solo controlar un poco la música. 

Eleonora soltó una risa seca, tirando a amarga. Le miró con esos grandes ojos marrones y dijo en tono burlón:

—Tú deberías controlar esos labios y a quién besas.

—Lo siento—fue lo primero que dijo.

—No quiero tu perdón—se sinceró, bajando sus defensas—no tienes por qué disculparte conmigo, Rick. No soy tu novia y no tengo derecho a estar celosa, ni a estar triste, ni dolida—recitó las palabras que le había dicho Rosita de buenas maneras para que comprendiera la realidad, y es que a veces no se podía tener todo a la vez, no sino había buena comunicación—porque no somos oficiales. Pero, ¿sabes por lo qué realmente deberías disculparte?

SOULMATES [Rick Grimes/Daryl Dixon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora