✨CAPITULO 23✨

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Dos semanas después de aquella demostración frente a mis padres y los de Lisa, ella y yo fuimos a visitar a mi doctor para explicarle y mostrarle los avances que había hecho desde la última visita. Una vez en la consulta le mostré los movimientos que ya era capaz de hacer con cierta facilidad, consiguiendo sorprenderle gratamente.

–Me alegro mucho por ti, Jennie. Sabía que con esfuerzo lo conseguirías –me animó dándome unas palmaditas en el hombro. –Pero me temo que hay algo de lo que debemos hablar.

Aquellas palabras me pusieron alerta, al igual que a Lisa, que observó detenidamente al doctor mientras este se sentaba en su asiento de cuero tras el escritorio.

–Es algo... ¿malo? –preguntó ella, nerviosa.

El doctor nos miró fijamente y en silencio, logrando que se me pusieran los pelos de punta.

–Es algo que debéis saber y tener en cuenta a la hora de hacer los ejercicios – tanto Lisa como yo asentimos, expectantes. –Veréis, estuve estudiando detenidamente la lesión de Jennie y me di cuenta de que uno de los segmentos fracturados no tiene cura natural posible.

Parpadeé seguidamente, sin saber si había comprendido bien su explicación.

– ¿Quiere decir que ese segmento va a estar siempre fracturado?

–Si no se opera, me temo que sí.

Operar. Jamás habíamos hablado de una operación que pudiera ayudarme a caminar, más que nada porque nunca supe que eso fuera posible.

–Pero... ¿si Jennie no se opera, no podrá caminar jamás? –preguntó Lisa colocando una de sus manos en mi hombro, y cuando lo hizo me di cuenta de que estaba temblando levemente. La pobre estaba más nerviosa que yo.

–Es probable que pueda hacerlo, pero nunca como antes. Quizá pueda dar unos diez o doce pasos, pero no podrá hacer caminatas, ni correr...

Medité a fondo sus palabras, dándome cuenta de todo lo que conllevaban. De todo lo que jamás podría hacer si no me sometía a esa cirugía.

– ¿Y en qué consistiría la operación? –quise saber.

–En corregir el segmento fracturado instalando un pequeño tornillo o una diminuta placa de metal en la zona dañada. No obstante, es una intervención complicada por la zona a tratar y por el mismo motivo es costosa, económicamente hablando.

Me rasqué la frente, contrariada, sin saber cómo reaccionar ante esa nueva información del doctor.

– ¿Sabe cuál sería el precio aproximado?

El doctor respiró hondo, como si se hubiera estado informando de todo lo relacionado con esa operación.

–Alrededor de unos dos millones de dólares.

–Madre de Dios... –musitó Lisa, atónita.

–Sé que es difícil, pero tal vez deberíais meditarlo detenidamente –nos aconsejó el doctor.

Lisa y yo salimos de la consulta veinte minutos después, cuando le dijimos al doctor que pensaríamos en lo que haríamos a pesar de que estaba todo bastante claro.

–Bueno, pues nada –farfullé encogiéndome de hombros, intentando no dejar paso a la consternación que pugnaba por salir a la superficie.

– ¿Qué vamos a hacer? –me preguntó Lisa sentándose en una de las sillas de una de las salas de espera del hospital.

–No podemos hacer nada, Lisa. No tenemos ese dinero, y va a ser imposible reunirlo. Por eso creo que lo mejor que podemos hacer es olvidarnos de la operación y seguir con lo que estábamos haciendo.

𝑆𝑂 𝑆𝐻𝐸 𝐷𝐴𝑁𝐶𝐸𝑆 [Jenlisa - Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora