A la mañana siguiente, mis padres vinieron a recogerme a las once y media. Me asomé a la ventana cuando escuché que un coche se detenía delante de mi edificio, y saludé con la mano a mis padres cuando se bajaron del automóvil. Una vez que bajé en el ascensor y llegué a la calle, mi madre me abrazó con fuerza y me dio un par de besos cariñosos en cada mejilla. Mi padre, en cambio, me tendió la mano y después me dio unas cuantas palmaditas en el hombro.
– ¿Cómo estás, hija? –me preguntó una vez me hube sentado con su ayuda en el asiento del copiloto de su coche.
Mi madre se había colocado en la parte trasera, y me acarició suavemente el cabello como solía hacer cuando era niña. Pensé que tal vez quisiera dejarme claro que ya me había perdonado todo lo que había sucedido años atrás.
–Estoy bien –respondí cuando mi padre se sentó en el asiento del conductor.
–Hacía mucho tiempo que no nos veíamos.
–Sí, es cierto.
Por lo menos hacía un par de meses. Mi relación con mi padre nunca había sido mala; es más, aparte de ser padre e hija, siempre habíamos sido buenos amigos. Pero desde que murió mi hermano, al igual que ocurrió con mi madre, la relación que mantenía con mi padre se deterioró hasta tal punto que preferimos estar alejados un tiempo. No obstante, siempre se habían preocupado por mí a pesar de que yo había pasado muchos meses renegando de su ayuda.
– ¿Y qué tal en rehabilitación? ¿Has notado alguna mejoría?
Miré a mi padre por el rabillo del ojo.
–En absoluto. En mi opinión es una pérdida de tiempo, pero al menos me mantiene ocupada.
–Y además ahora tiene una enfermera muy guapa que va a su casa a ayudarle con la recuperación –intervino mi madre consiguiendo sonrojarme.
– ¡Mamá! –me quejé, haciendo que mi padre se riera.
–Oh, con que sí, ¿eh? –me pinchó él dándome golpecitos juguetones en el brazo con el codo.
–No es una enfermera, es sólo una amiga.
–Pero es muy guapa.
Rodé los ojos. Para mi madre, cualquier chica que me dedicara una sonrisa ya era guapa.
–Parece que tienes mucho que contarnos, hija. No puedo esperar para oírte hablar de esa amiga tan guapa que te ayuda con la rehabilitación –me aclaró mi padre una vez aparcó el coche enfrente de su casa.
A continuación me ayudó a bajar del vehículo, y a pesar de que sabía que no me gustaba que me empujaran la silla, lo hizo y yo le dejé hacer. Nada más entrar en la casa salió a recibirme Strauss, el perro labrador de mis padres.
–Hola, chico –lo saludé acariciándole la cabeza y el morro mientras él me hacía fiestas y movía el rabo. –Veo que estás mejor que yo.
Acto seguido se acercó a mi padre y se sentó solemnemente a su lado, demostrándome que era un perro fiel y leal a su dueño.
– ¿Qué hay, Strauss? ¿Cómo estás? –le preguntó él acariciándole la cabeza y las orejas suavemente, consiguiendo que el perro cerrara los ojos en señal de felicidad. Hice cuentas mentalmente y resolví que el labrador ya tendría unos doce o trece años, pues llegó a la casa cuando yo era una adolescente, además que se le veía en la cara que era viejo. No obstante, parecía un perro muy sano. –Bueno, Jennie, estás en tu casa.
Asentí lentamente y, a pesar de la muda invitación de mi padre a que me paseara por la casa como solía hacer antes, me limité a mover mi silla hasta el salón. Mi progenitor me siguió acompañado por Strauss, y después se sentó en su sillón predilecto, el que se encontraba cerca de la puerta que daba al balcón.
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𝑆𝑂 𝑆𝐻𝐸 𝐷𝐴𝑁𝐶𝐸𝑆 [Jenlisa - Adaptación]
FanfictionPorque verla bailar era su remedio y su esperanza. ⚠Esta historia no es mía, es solo una adaptación, todos lo créditos para la autora y creadora original⚠ 🔸️Autora: Romy92 💛Capítulos largos