X

45 16 58
                                    

El día de hoy ha sido una locura absoluta. No sé todavía cómo estoy sobreviviendo a tantas cosas sin volverme loca. Es como si mi cerebro me estuviera diciendo venga, aguanta un poco más porque, total...

Hemos salido hace escasos minutos de casa de los Keisser sin volver a ver a nadie conflictivo aka Terry. Una pena, porque quería haberme despedido de él a pesar de todo. Coleen nos ha pedido que volvamos a su casa mañana, ya que va a reunir a gente que puede que nos aclare la situación. Parecía muy segura de quién podía saber más e incluso ayudarnos. Pero ni una sola palabra de qué pinto yo en todo esto, claro. Nada, qué más da alguien como yo, tan perdida en toda esta mierda, escuchando hablar de cosas rarísimas a desconocidos y monstruos o seres con poderes que ni comprendo.

Es como si de repente Dundee se hubiera convertido en el epicentro del apocalipsis y yo fuera la única que no sabía nada del asunto.

Edward ha estado muy callado desde que salimos de casa de los Keisser. Bueno, ese en realidad es su estado natural: callado, serio, frío... La verdad es que es así solamente conmigo, porque con el resto es bien simpático; no nos hemos caído nunca bien, a saber por qué. Pues como decía, Edward ha estado callado y en su mundo durante minutos. Y yo no aguanto más sin hablar, porque al final reviento por algún sitio.

—Edward.

—La paz terminó —le escucho quejarse frente a la puerta de mi casa, justo cuando frena su loca carrera a la velocidad de la luz.

—Es que necesito saber...

—Mañana —me corta—. Hoy solamente quiero irme a casa y descansar.

—Pero... —me hace un gesto con la cabeza para que abra la puerta de mi casa y saco mis llaves a regañadientes—. Que conste que creo merecer una explicación a todo lo que está sucediendo —insisto con agotamiento mental.

Pero al entrar en casa, mi madre y su padre nos vienen a recibir a carreras a la puerta. Tienen sus cazadoras en la mano y casi impactan contra nosotros cuando intentamos cerrar la puerta.

—¡Menos mal que llegáis! —nos dice mi madre con entusiasmo—. Nosotros ya nos vamos.

—¿Cómo que os vais? —pregunto al ver que ambos vuelven a abrir la puerta de la calle para salir.

—Vamos a dar una pequeña vuelta por el pueblo —explica Charles, metiendo prisa a mi madre para que salga ya de casa.

Ella parece reírse por lo bajo y me vuelven las náuseas intentando no imaginar nada más allá de un casto paseo por el barrio.

—Timmy está en tu dormitorio durmiendo —me anuncia mi madre, ya desde la calle—. Nosotros volveremos... —y se queda mirando a Charles, con el que sonríe de nuevo de una forma que ni siquiera voy a intentar describir.

—¿En mi dormitorio? —me quejo.

—¿Cuándo vais a volver? —pregunta Edward, no muy contento con los planes de nuestros padres.

—Bueno... Échate un sueñecito por si se nos hace de día —le dice su padre, riéndose con la mía.

¿Dónde van a ir en un pueblo como Dundee un jueves por la noche?

Nos dejan a ambos con la palabra en la boca y cierran la puerta con ellos fuera. Escuchamos sus risas alejarse de la casa.

Pues menuda mierda.

—¿Tienes habitación de invitados? —es lo primero que me pregunta Edward en cuanto nos quedamos a solas.

—La habitación de mi hermano —respondo.

—¿Tu hermano? —pregunta arrugando la frente.

—Sí, mi hermano mayor, Tommy. Está trabajando fuera de Dundee y mi madre no ha querido quitar sus cosas todavía. No entiendo por qué no le han llevado allí a dormir a tu hermano, la verdad.

Cómo Logras Ignorarle Cuando Héroes Existen (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora