XVI

18 5 7
                                    

—Es sencillo en realidad —prosigue explicándonos Reid con paciencia—. Lo único que tendremos que hacer es caminar hasta cruzar al otro lado.

—Pero nos desintegraremos o algo —le interrumpo, todavía muerta de miedo.

Reid me mira y sonríe con condescendencia.

—Eso no va a pasar porque tengo todo calculado desde hace tiempo —me asegura.

—¿Tú ya lo has probado? —le pregunta Terry, que creo que se fía menos incluso que yo de todo esto.

—He hecho muchas pruebas con distintos elementos que he enviado cinco minutos adelante en el futuro —nos cuenta con orgullo.

—Que lances una manzana al aire y te caiga un rato después no es lo mismo que entrar en un aro temporal tú mismo —le reprocha, y mira a su madre—. Yo de este tío no me fío.

—Terry, haz el favor —le pide Coleen—. Esto sabes que es serio.

—Exacto —responde él—. Esto es serio y este chiflado nos está diciendo que entremos por un aro de luces de los que usan los influencers para hacer videítos y que aparezcamos vete tú a saber dónde. ¿Tú te piensas que...?

—Las fechas las tiene que ir indicando el talismán de Lindsay —le repite, señalándome a mí con la cabeza.

Desde que Reid ha llegado a casa de los Keisser para explicarnos algo más todo esto, Edward me puso en el cuello el colgantito de colores extraños y me dijo que no volviera a quitármelo jamás. Repitió ese jamás de tal forma que toda la casa empezó a devolverme esa palabra con eco por todas partes.

Vale, puede que no fuera del todo así, pero dio un poco de miedo cómo lo dijo. Eso sí, os lo aseguro.

—Si el talismán depende de ella, vamos jodidos —bromea Edward sin mirarme siquiera, con sus brazos cruzados en su pecho.

—Ella sabe bien lo que hace —le responde Terry, defendiéndome.

—No te la vas a coger, chaval —le dice Edward sin inmutarse y sin mirarle tampoco a él.

—Sigo aquí, panda de analfabetos emocionales —les reprendo y miro acto seguido a Coleen, que está observando la escena con una sonrisa en la boca—. ¿No podría irme yo sola y dejar a todos aquí?

Ella niega antes de contestarme.

—El Consejo de brutíficas ha sido contundente: humana, vampiro y hombre lobo deben emprender el viaje para que tenga éxito. Los Oráculos son claros con respecto a esto.

—A lo mejor si alguno de ellos tuviera que aguantar a este par un minuto seguido...

Coleen vuelve a sonreírme cuando le digo esto pero no cambia de opinión. Su hijo y Edward siguen sin mirarse siquiera.

—Yo tengo que ir —se apresura a decir Reid—. Soy el que puedo manejar la parte técnica y quiero ayudar a encontrar a mi madre.

—No te preocupes, canijo, que ya te ha dicho Coleen que vienes —le dice Edward, apoyándose en el canto de la mesa que tiene detrás de él—. Me tocará hacer de niñero todo el viaje.

—Me sé cuidar por mí misma —le reprocho, dándole un pequeño empujón.

Me mira al fin.

—Te despistas con el vuelo de una mosca —responde con pasotismo—. Me parece que sí que necesitas ayuda.

—Que sepas que ver volar a una mosca es algo curioso pero claro, tú nunca ves más allá de tus narices.

—¿Ves lo que te decía? Es que hasta te despistas hablando del vuelo de una mosca, Lindsay.

—No me he despistado —vuelvo a contestarle, cada vez más molesta con su actitud—. Te estoy argumentando por qué estás equivocado. Pero tú odias por igual a cualquier ser vivo, ya lo sé. Humanas, gallos, moscas...

—Los gallos y las moscas no me molestan demasiado —responde con una sonrisa socarrona en los labios.

Empiezo a pensar que puede que haga esto de picarme a cada rato porque le divierta.

—Por favor, buscaos una habitación —se queja a un lado Terry—. El resto de los presentes queremos saber cómo salvar a la humanidad y ganar la batalla.

Suena muy seguro de sí mismo, muy decidido. Y sin embargo yo, que soy la elegida, ni siquiera puedo prestar atención durante más de cinco minutos seguidos.

A lo mejor soy la elegida pero para llevar a la extinción a la raza humana y ese Oráculo ha leído sus cosas a oscuras o algo, no sé.

—Si Reid viene sin entrar dentro de los planes de las virutas... —comienzo a exponer cuando Edward me interrumpe.

—Brutíficas —me corrige. Gilipollas. Y esto quiero que lo escuches—. No me importa.

Le enseño mi solitario dedo corazón, coronando mi mano ausente a simple vista del resto de dedos.

—El caso es que si él va, yo también quiero llevar a alguien conmigo —concluyo con decisión.

—Eso no es posible —me dice Terry—. Las brutíficas...

—Podría ser —le interrumpe Coleen—. ¿A quién querrías llevar? ¿A algún champicósmico o puede que conozcas a alguna libélúndrica? Podrían ser útiles en...

—Taylor y Zoe, ¿no es así? —dice Edward con resignación.

Yo asiento con emoción y un poquito de esperanza, esperando que ninguno me prohíba algo así. Si ellas van conmigo, sé que podría aguantar mejor a los tres mendrugos que tengo frente a mí, esperando que Coleen decida algo.

—¿Ellas se implicarían en esta misión? —me pregunta, todavía sin decidir nada.

—Por completo —respondo.

—Antes tendríamos que hablar con ambas para ver el grado de concienciación que tienen —dice Coleen, como midiendo mentalmente el alcance de lo que le estoy pidiendo.

—Ahora sí que vamos camino de la extinción —dice casi en un susurro Edward.

Le doy un codazo mientras Coleen parece estar absorta en una conversación mental consigo misma, con los ojos casi en blanco.

—Se implicarían más que tú, que siempre estás pensando... En lo que estás pensando. Y con cualquiera —le reprocho.

Frunce el ceño sin comprender del todo a lo que me estoy refiriendo.

—Yo no... —y mira a Terry, como si hubiera comprendido—. ¿Qué le has estado diciendo ya, chupasangre?

Terry se lleva la mano al pecho de forma exagerada.

—Nada en absoluto —le contesta—. Solamente la verdad.

Edward menea la cabeza y vuelve a mirarme.

—A Terry se le suele derretir de vez en cuando el cubito de hielo que tiene por cerebro y necesita meterse en el congelador un rato —explica Edward, sacándose esa teoría en milésimas de segundo sin pensar.

Pero eso a Terry, por lo que sea, no le ha gustado.

—Qué dices, payaso —le dice, encarándose a él.

—Lo que me dé la puta gana —contesta Edward sin molestarse en echarse a un lado cuando Terry se queda a escasos milímetros de su cara.

—Ambos tendríais que comportaros de otra forma menos agresiva si queremos tener éxito —tercia ahora Reid, que parece que no le está gustando tampoco nada de esto.

Veo a Coleen observar la escena después de haber vuelto de a saber dónde mentalmente.

—¿Ves por qué quiero llevarme a mis dos amigas? —le digo—. El exceso de testosterona sería perjudicial para la misión.

Sonríe y asiente, comprendiendo perfectamente a lo que me refiero cuando incluso Reid empieza a alterarse con el careo entre Edward y Terry.

—Procede, pues, a poner al día a tus amigas —me comunica Coleen sin esperar a que alguno de los tres vuelva a hacer caso en esta conversación—. Si ellas aceptan, estará hecho el pacto.

Ya me estoy imaginando la de horas que me llevará convencerlas para hacer algo así...

Cómo Logras Ignorarle Cuando Héroes Existen (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora