II

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—¡Es que tendríais que haber visto la cara de los de alrededor!

—Y luego tú, ¿qué hiciste? —le pregunta Zoe más que intrigada a Taylor mientras esta nos pone al día sobre su última cita.

—Irme de allí, ¿qué iba a hacer? No pienso verme inmiscuida en semejante situación vergonzosa —nos cuenta mientras abre su taquilla.

—Pues no lo entiendo. Parecía tan buen chico...

—Tenía veintisiete años, Zoe —le recuerdo—. ¿Qué esperabas de un tipo que con esa edad tiene una cita con una chica de diecisiete?

—Que al menos no se ría como foca —contesta Taylor—. Es que Lindsay tiene toda la razón. ¿Qué esperaba que pasara?

Suspira y guarda los libros en su taquilla mientras deja en su mano el de la siguiente hora. Todas hacemos lo mismo con nuestras respectivas taquillas, unas al lado de las otras. Menuda suerte hemos tenido al coincidir de esta forma y tener las taquillas seguidas, ¿verdad?

—Y ahora tenemos tecnología —se queja Zoe con tremenda teatralidad, echando hacia atrás su larga melena morena de rizos y abriendo la boca en exceso, como si se fuera a quedar dormida de un momento a otro y fuera a roncar—. Ni siquiera he acabado el proyecto final —y nos mira con esperanza—. Decidme que vosotras tampoco, por favor.

Taylor se encoje de hombros y luce su brillante dentadura, más brillante aún que su pelo rubio o sus ojos azules.

—Es que el otro día me emocioné demasiado diseñando mi aparato de riego y lo terminé antes de lo que esperaba —se disculpa mientras seguimos caminando hacia el laboratorio.

Zoe entonces me mira a mí, suplicándome con su mirada chocolate que no le diga que he terminado.

—A mí me sacas de los temas de historia y...

Mi amiga parece aliviada con mi respuesta pero es que es la verdad. No me gusta esa asignatura. Yo lo que quiero es ser profesora de historia en algún colegio para niños pequeños y olvidarme de la ciencia de por vida. No la entiendo y me aburre. Al final terminaré haciendo el típico volcán la noche antes y sacaré un aprobado raspado, lo justo como para irme a la universidad a estudiar toda la historia que pueda.

—Pero en la historia también tienes que estudiar cómo cambiaron las cosas a raíz de los avances científicos —me dice Taylor entrando ya en clase.

—Pues esos temas me los salto y ya está —le respondo, haciendo reír a Zoe.

Taylor sin embargo menea la cabeza antes de darme la puntilla final.

—El día menos pensado, Lindsay, vas a necesitar algo que solamente te pueda solucionar lo que hemos aprendido en tecnología.

—Y para eso te tenemos a ti —le contesta Zoe, abrazando a nuestra amiga, que por fin ríe antes de sentarnos en la mesa.

El profesor Zachary Entown, un hombre de unos cincuenta bien llevados, entra en ese momento en el laboratorio, con su maletín todavía como nuevo y sus pintas de hippie rico venido a menos. Se toca por encima el pelo engominado y se sienta en la esquina de la mesa, dejando el maletín encima de la misma y entrelazando sus dedos sobre su pierna.

—¿Quién puede decirme algo de los viajes en el tiempo? —es su primera e intrigante pregunta del día.

—Señor Entown, empezamos fuerte el día, ¿eh? —le dice Harry desde la última mesa, haciendo reír a su grupito de amigotes.

Zoe, se gira y les hace callar poniéndose el dedo en los labios. No es que tenga mucho poder de convicción, que también, es que Harry es su novio y aunque parezca que es el malote del insti, en realidad está colado por mi amiga y bebe los vientos por ella.

Cómo Logras Ignorarle Cuando Héroes Existen (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora