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La lluvia continuaba golpeando contra las ventanas
del hogar de Damon, como un tamborileo
constante que llenaba el aire con una sen sación de
incesante melancolía.

Sentado en su sillón, Damon sostenía su teléfono móvil contra la oreja, escuchando a Liam hablar con una mezcla de desinterés y cansancio.

La voz de Liam, usualmente vivaz, sonaba ahora derrotada, teñida de una decepción que Damon podía sentir incluso a través de la distancia.

"Lo intenté, Damon, de verdad que lo intenté" decía
Liam, su voz arrastrando cada palabra con un peso
que rara vez se escuchaba en él. "Estábamos en su
apartamento, había buena música, las luces
tenues.. Todo estaba listo. Pero cuando llegó el
momento, simplemente.. no funcionó. Ella se rió al
principio, pero luego se puso seria, y fue... bueno,
fue un desastre..."

Damon respiró hondo, sintiendo una punzada de
irritación mezclada con algo más que no quiso
reconocer como celos.

"¿Te cuidas al menos? Las enfermedades están a la vuelta de la esquina si no eres responsable..."

Liam soltó una risa forzada al otro lado de la línea.

"Claro que soy responsable, Damon. Pero, seamos
honestos, usar protección arruina un poco la
diversión. No es lo mismo, no se siente igual...."

El silencio que siguió fue pesado, cargado de
tensión. Damon apretó los dientes, sintiendo cómo
una oleada de disgusto lo invadía.

La imagen de Liam, tan despreocupado, hablando de su encuentro fallido con esa chica rubia, lo hacía
sentir extraño. No era sólo preocupación por la
salud de Liam, sino algo más profundo, algo que no
quería explorar en ese momento.

"Liam, no tengo ganas de hablar más sobre esto"
dijo finalmente, su voz cortante, cada palabra
medida con precisión.

Antes de que Liam pudiera responder, Damon terminó la llamada cerrando la tapa con un "click" veloz, dejando que el silencio de la sala lo envolviera de nuevo.

Con un suspiro, se levantó del sillón y se dirigió al
baño.

El pequeño espacio estaba iluminado por una luz fría y blanca que reflejaba su imagen en el
espejo con una claridad inquietante.

Se observó a sí mismo por un momento, notando las líneas de cansancio en su rostro, el rastro de frustración que marcaba sus ojos. Sin decir una palabra, abrió el armario del baño y sacó su navaja de afeitar.
Afeitarse era uno de esos rituales que Damon había
convertido en una forma de meditación. Había algo en el proceso, en la necesidad de precisión y
control, que le permitía despejar su mente.

Aplicó la espuma de afeitar en su rostro, sintiendo el frío de la crema contra su piel, y luego levantó la navaja.

Mientras la cuchilla deslizaba sobre su piel, su
mente volvió a Liam, a lo que había dicho sobre sus encuentros casuales y su aversión a la protección.

Damon sabía que la vida de Liam estaba marcada
por un deseo de experimentar todo lo que pudiera,
de vivir al límite, pero no podía evitar sentir una
profunda preocupación.

ᡃ§ɧαʈʈeɽeᶑᡃ ≠ •°ᵈⁱᵃᵐ°•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora