Síndrome de Estocolmo.

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Madison.

Estuve recostada de Jayden por lo que sentí como siglos, el atardecer nos estaba ilustrando con su belleza. Su respiración apaciguada y la manera como me acariciaba rítmicamente me mantenían en completa calma. Aunque fuese difícil de creer me sentía en casa cuando estaba con Jayden.

—¿Qué piensas? —preguntó susurrándome al oído. Mi piel se erizo por la oleada de calor que envió su aliento, alterando todas mis terminaciones nerviosas.

—En que no sé, porque aún no he salido corriendo lejos de ti —me estremecí cuando sentí sus labios en el cuello.

—Quizás, porque eso no es lo que realmente quieres —continúo besando mi cuello. Pasaba su lengua lentamente por el lóbulo de mi oreja.

Todo mi cuerpo vibraba, bajo sus manos y acaricio mis muslos, enviando pequeños choques eléctricos a mi entrepierna. Yo estaba restregándome de él como una desesperada.

«¡Y maldición sí que estaba realmente desesperada!».

—Madison, dime lo que quieres que te haga... —hablo con una voz ronca, logrando que me humedeciera aún más mi zona sur si eso era posible.

Su lengua seguía recorriendo mi cuello y sus manos alternaban las caricias entre el interior de mis muslos y mis brazos, yo estaba fuera de mí. Si Jayden quisiera realmente podría tomarme en ese momento.

—Aquí... —jadeó— Aquí no—dijo leyendo mi pensamiento.

Se apartó, tratando de ocultar el inmenso bulto de sus pantalones, tuve que morder mi labio para sofocar una risa.

—Tienes razón —respondí mirando a todas partes con la intención de no embelesarme con su incipiente erección.

Me tendió la mano y la tome sin pensarlo un instante. Caminamos por el muelle tomados de la mano y siendo impulsada por un terrible sentimiento de travesura, lo empujé al agua; su cara fue de completo asombro, corrí a todo lo que daban mis piernas.

Estaba riendo como una histérica, cuando de repente solté un chillido. Logro alcanzarme y me levanto por encima de su hombro; iba dando enormes zancadas conmigo cargada. Yo lo golpeaba; y me agitaba violentamente con la intención de zafarme, pero él simplemente reía a carcajadas.

—¡JAYDEN SUELTAME! —le gritaba pataleando.

—¡Oh no pequeño diablillo! Ahora pagaras las consecuencias de tu travesura.

Y sin más me arrojo al lago.

El agua estaba helada, grité cuando sentí la temperatura de mi cuerpo descender, yo temblaba incontrolablemente, mientras mis dientes tiritaban. Jayden se lanzó al lago y nado hasta mí; atrayéndome a su cuerpo por la cintura. Instintivamente rodee su cuerpo con mis piernas.

Sus ojos eran azul medianoche, casi negros y brillaban de deseo; él se aferró más fuerte a mi cuerpo; y yo no protestaba, estaba completamente feliz; me sentía feliz, aunque todo fuese una mentira. Abrí los brazos y me dejé caer de espaldas, mientras Jayden me mantenía pegada a su cuerpo, apretándome por el trasero, cerré los ojos.

«Estaba en el puto paraíso».

Luego de un rato largo abrí los ojos y allí estaba Jayden viéndome fijamente. Mi corazón dio un brinco cuando me tomo por el cuello y me atrajo hacia su boca. Nuestros labios chocaron bruscamente, devorándonos; nuestras manos viajaban a todos lados en nuestro cuerpo. Jayden me quito el pesado suéter por encima de mi cabeza dejándome únicamente con mi brasier de encaje azul.

Su mirada me calentó al instante y de repente ya no sentía frio; la temperatura del agua dejo de importarme justo cuando rompió mi brasier como un troglodita. Ese gesto brusco me llevo al borde del éxtasis de inmediato, hundí mis manos en el agua para tratar de desabotonar su pantalón torpemente, él se quitó la ropa pausadamente, tomándose las cosas con calma, estuve a punto de transformarme en una salvaje y hacer pedazos su ropa.

Jayden©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora