Melodías tristes para los corazones rotos.

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Jayden.

—Yo sé lo que sucede entre ustedes —confesó con la mirada lasciva.

El alma se me cayó a los pies.

«¿Cómo se había enterado?»

Pero mi corazón pertenece a Madison y contra eso no puedo seguir luchando; aunque sé, que una vez que Madison descubra quien soy realmente, terminara de alejarse definitivamente, por eso necesito a como dé lugar lograr que me pertenezca.

—Samantha... Yo... Lo lamento... —mi corazón martillaba impetuoso.

Su mirada se transformó completamente, y una sonrisa le atravesaba el rostro.

—¿De verdad ustedes creían que soy tan estúpida? —murmuró calmadamente.

Su sonrisa diabólica estaba en la comisura de sus labios; entonces empezó a reír a carcajadas, parecía una desequilibrada mental. Me estremecí por completo.

—Todas mis alarmas se dispararon cuando saliste corriendo tras ella la primera vez que la viste, y que ambos desaparecieran misteriosamente, era un hecho que no debía pasar por alto. Además, la perra estúpida de Madison, con su cara de imbécil inocente me tiene harta —continúo—, anoche los escuche a través de la puerta de su habitación, quien diría que Madison fuera tan puta en la cama —estaba viéndome fijamente, sus ojos azules que ahora se veían demoniacos—, fingí estar dormida para corroborar mis sospechas.

No podía creer todo lo que estaba escuchando, mi corazón latía desbocado y mis manos estaban húmedas.

«No, no puede ser. La maldita historia se estaba repitiendo nuevamente».

Sentí ganas de vomitar; todas las personas que entraban a mi vida, siempre sufrían de alguna manera u otra.

—Escucha lo que vamos hacer —dijo tomándome del rostro fuertemente— Vas a decirle a la sufrida de Madison que no quieres nada con ella, porque estás loca y perdidamente enamorado de mí —mis ojos se abrieron con sorpresa.

—Yo no voy hacerle esa mierda, te has vuelto completamente loca —espeté soltándome de su agarre.

—¡Lo harás grandísimo imbécil! porque de lo contrario los delatare con Aiden, no querrás hacerle eso a la inocente y dulce Madison... Además Jayden —dijo suavemente ubicándose entre mis piernas—, conozco tus secretos; así que queda de tu parte, romper todas mis reglas y atenerte a las consecuencias, o apegarte a ellas y mantener al margen a tu pequeña princesa; y no le contaras nada de lo sucedido —añadió riendo como una demente.

Esta mierda no podía ser real. Como jamás pude darme cuenta de la clase de persona que es Samantha; siento asco de mí mismo.

—No puedo hacerle eso... —susurré con la voz entrecortada.

Madison me odiaría si le hiciera eso.

—Sí que puedes grandísimo cabrón —me soltó una bofetada tan fuerte que mi cabeza empezó a palpitar furiosamente. Todo mi cuerpo se tensó y sentí ganas de empujarla contra la pared—. O lo haces, o la perra de Madison se enterará que eres un asesino y que hiciste lo mismo con otra ramera de su misma calaña llamada Emma... ¿Y a quien le creerá ella? ¿A ti? un cabrón que acaba de aparecer en su vida, ¿o a mí? que soy su "mejor amiga".

Sentí que el aire me faltaba. La habitación cada vez se hacía más pequeña, me sentía acorralado.

—Pero... Como... Tú... No... Como... —estaba tartamudeando mientras trataba de tomar bocanadas de aire.

—¿Eres capaz de poner a prueba mi paciencia, para comprobar que tan lejos pueden llegar mis amenazas? —me beso con su asquerosa boca, haciendo que la empujara.

Jayden©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora