Capítulo 12

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Siempre habrá un animalito que nunca deseamos en nuestros hogares y ahorita la mansión Phantomhive tenía que soportar unas ratitas que rondaban por ahí mientras que los sirvientes se hacían cargo de acabar con aquellas criaturas.

En otra habitación, estaban personas de alto rango jugando billar y claro, escucharon el grito de los sirvientes en unos de los intentos de agarrar a los ratones.

-¡Pero que escándalo! Espero que no haya ratones aquí - comentó uno de los presentes de la sala. Oh cierto, casi por toda la Inglaterra había de esos roedores.

-Molestas criaturas. Comen lo que se les antoja y esparcen enfermedades - dijo alguien más en lo que comía un bocadillo, que hipocresía.

-Lo que se les antoja ¿Eh? Hay que apreciar la ironía - habló en broma un hombre de rasgos asiáticos, el señor Lau.

-Si, eso es cierto. Él siempre va por la bola nueve- dijo una mujer vestida completamente de rojo, Madame Red - también pasará este turno ¿Señor Phantomhive? - le preguntó al niño refiriéndose al juego.

-Así es, mi política es no golpear ninguna bola que no podré meter - el Conde estaba sentado en su silla admirando la partida y escuchando de manera relajada la plática de los mayores.

-Sin charla pomposa, ¿cuándo se va a encargar de la plaga? - preguntó nuevamente un adulto.

-En cualquier momento - contestó con simpleza - El queso queda descatardo con esas mordidas de ratas. Yo soy quien tiene la llave del almacén. Sim embargo requiere una gran cantidad de esfuerzo para encontrar el nido y exterminarlas ¿qué tal si ofreces una recompensa que sea apropiada?

-Buitre codicioso - dijo sin pena el mayor.

-¿Cree qué pueda insultar el nombre de mi familia? ¿Usted, un perro de caza que no puede atrapar ni un ratón? No justifica su salario - se defendió el Phantomhive.

Aquello si dejó sin palabras y aumentó el enojo el señor viendo con esa misma actitud al niño.

-Lástima, eso es un soul. El billar es tan complicado - dijo Lau una vez que pasó su turno en el juego.

-¿Tomará este turno, joven Conde? - preguntó otro hombre con una cicatriz larga en su rostro.

-Creo que es hora de terminar este juego tan aburrido - dijo levantándose de su silla y dirigiéndose hasta la mesa de billar no sin antes pasar aún lado del varón con quien discutía - ¿y bien? ¿Cuándo tendrá la recompensa?

-E-esta noche.

-Excelente. Haré que preparen un coche para usted. Acaso quiera tomar un té mientras espera.

-¿Cree poder golpear la bola nueve con las otras 3?

-Por supuesto.

-¿Acaso su excelencia no es un prodigio para lo juegos - preguntó el miembro de la realeza alemana.

-¡Pero que codicioso eres Ciel! - dijo nuevamente el varón.

Eso provocó una ligera sonrisa en el niño dando su movimiento en el billar hasta el punto de meter la bola negra en uno de los hoyos, había ganado.

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Cheri Cheri Lady |Sebastian Michaelis X Lectora|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora