Capítulo 17

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¿Tener contacto con la muerte?

¿Tenerla muy cerca hasta el punto de creer que es tu amigo o socio?

Tal vez, esos fueron los dos errores que cometió Madame Red cuando conoció en esa noche aquel Shinigami.

Tres niños jugaban cerca de una iglesia, al parecer los dos menores querían ver si sus piernitas podían alcanzar al más mayor pero al ver tanta gente entrando a la iglesia un día que no era de misa se les hizo raro.

- Ese lugar de verdad está repleto hoy ¿por qué será?- preguntó la única niña acercándose a la cerca que dividía la calle con el territorio sagrado.

- Lo dudo - le respondió el mayor sin darle mucha importancia aunque su vista estaba fijada en la iglesia.

- Hermano... ¿hermano mayor lo dudas? Pensé que tú eras más inteligente - el otro niño en su inocencia comentó haciendo que el chico mayor sólo se avergonzara.

- ¡Hey! Solamente tengo doce años, así que no esperes que lo sepa todo - regañó a su hermano quitando por fin su mirada del lugar.

- Correcto - una voz bromista se escuchó a lado de ellos, provocando que los menores se asustaran al ver a un hombre de cabellos grises con un sombrero demasiado raro - Es natural solo para un niño el no entender. Hoy es una particular gala para una mujer especial - dijo Undertaker con una sonrisa.

- ¿Gala? - preguntó el niño con duda al señor.

- See, la grandiosa ceremonia final en cada vida humana... un funeral - afirmó el sepulturero.

Y dentro de aquella iglesia habían demasiada gente sentadas en las bancas vistiendo de negro demostrando su luto, algunos lloraban, otros cargaban su tristeza en sus facciones o no lo querían demostrar ante la protagonitas de la ceremonia quien estaba acostada en una caja de madera llena de flores blancas, mismo color que vestía Angelina.

Elizabeth nada más miraba el cuerpo sin vida de su tía política, mujer donde pasó buenos momentos jugando en su infancia o enseñándole de como debería comportarse una señorita. No sabía que decir y lo único que salió de ella fue susurrar el nombre de la dama que nunca más regresaría para abrazarla o tomar el té.

Las puertas del templo fueron abiertas de par en par y la atención se la llevó aquel niño heredero de la fortuna Phantomhive. Ciel vestía de negro pero su traje era adornado por una rosa roja como la sangre carmesí y en sus hombros reposaba un gran vestido del mismo color. Sus tacones al andar retumbaba por cada rincón, para él eso era lo único que se escuchaba al ignorar los comentarios de los presentes en aquel funeral y cuando frente a su objetivo solo tomó impulso para poder sentarse en aquella mesa de piedra donde descansaba el ataúd de su tía.

- Sabes, estas flores blancas y esa ropa corriente no te combina para nada. Lo que te convina solo puede ser el rojo apasionado - aquel vestido carmesí fue puesto encima del blanco y la rosa que traía fue depositada con delicadeza en los hermosos cabellos de la mujer -. El color del anís que quema la tierra, Tía Ann. - concluyó una vez que había juntado sus frentes.

Los espectadores empezaron a notar que en la iglesia bailaban pétalos de rosas carmesí en el viento que provenían de una carroza grande y quienes fueron encargados de traerlos, Sebastian y (T/N), solo miraban la escena con seriedad, sus ojos esta vez no reflejaban nada.

- Descanse en paz, Ang-, no... Madame Red - la pelirroja soltó un pétalo de la flor y la dejó volar, se dedicó a observar a donde iba sintiendo alegría al notar que había caído en la frente de su señora, recordando los besos en la frente que recibía de ella cuando era aún mas joven.

No fue mucho tiempo para que se llevara a cabo la sepultura en el panteón. Ya no destacaba un vestido carmín, ya no destacaba un cabello pelirrojo, ya no estaba una mujer ni siquiera un ataúd, ahora lo único visible era una cruz lleno de flores puestas por amistades, familiares o conocidos

Cheri Cheri Lady |Sebastian Michaelis X Lectora|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora