Capítulo XIV

168 22 0
                                    

Creo que me estoy ahogando, asfixiando.

Quiero romper el hechizo que has creado.

Eres algo hermoso, una contradicción.

Muse, Time is running out

     Aarón notó que Sorel se había descalzado, este levantó un poco la tela del vestuario y el sacerdote también vio la piel de sus pantorrillas. No pudo evitar sonreír.

     —¿Quieres ser un monaguillo? La primera lección es esta: No debes deshacerte de tu ropa para ponerte ese vestuario, generalmente la usan sobre los pantalones...

     —¡Oh, pero sí estoy llevando mis pantalones! Los enrollé —informó subiendo un pie sobre la banca y sujetándose de los hombros del cura—. Bájemelos.

     Aarón tocó el curvilíneo hueso en el tobillo de Sorel y ambos tuvieron un leve escalofrío. Subió su mano buscando el pantalón enrollado para bajarlo, pasó despacio sintiendo los delgados vellos de la pierna, casi había llegado a la rodilla cuando el joven se acercó más a él.

     —No encuentro la tela.

     —Está más arriba, Aarón. Enrollé demasiado, tal vez...El clérigo subió un poco más mientras Sorel mordía su propio labio inferior, ambos estaban empezando a excitarse.

     —Sorel... no encuentro... No siento la tela de tus pantalones.

     —Un poco más arriba —susurró—. Ya casi llega.

     Aarón metió su brazo bajo aquel traje de monaguillo y acarició con su mano todo el muslo del otro hasta que llegó a sentir su glúteo desnudo. El joven soltó una bocanada de aire que había estado conteniendo y el otro se apartó rápidamente con su rostro enrojecido.

     —¡Me engañaste! —lo acusó. La risa del más bajo retumbó en las paredes. ¡Aquella risa!

     —¿Por qué se asusta? ¿Nunca ha visto a otro hombre desnudo? —bajó su pierna de la banca. El sacerdote desvió su mirada, apenado— Aarón, usted es virgen, ¿verdad? ¿Alguna vez ha besado? Me refiero a antes de mí.

     —¿Yo? Bueno... cuando tenía siete años, una vez... —intentó explicar.

     —¿Siete años? Cariño, eso no cuenta.

     —Esa vez le dije a la niña que quería ser sacerdote... me enojé con ella por haberme besado... —Sorel se sentó al lado del avergonzado cura.

     —También se enojó conmigo... ya vamos haciéndonos un perfil de sus costumbres.

     —¡No te burles de mí!

     —No lo haré, cuénteme más.

     —No hay mucho que contar; fui un adolescente tímido, empecé a estudiar teología bastante joven y en cuanto pude entré al seminario... Las citas, el sexo... no eran cosas que rondaran mi cabeza... hasta ahora me habría creído un poco... ya sabes, asexual. ¿Y por qué no me tuteas nunca?

     —No tengo la confianza.

     —¡¿Después de tus actos puedes decir algo como eso?! ¡Deja de jugar con mi mente!

     Sorel lo calló, robándole un beso. Así era imposible para Aarón estar enojado con él.

     —¿Quieres probar, Aarón? —preguntó apenas separándose. Prácticamente hablando sobre su boca.

     —¿Qué cosa?

     —Cualquier cosa... todas las cosas —casi ronroneó—. Estoy aquí... —Aarón se apresuró a negarse, asustado. —¡Inocente...! —se burló antes de continuar besándolo. Luego su voz tomó un tono más serio— ¿Escuchas eso, Aarón? Cuando te beso hay cantos celestiales... ¿Acaso no sientes la presencia de tu dios en la alegría de tus actos?

     El sacerdote se aseguró de atrapar muy bien los labios de Sorel. Sabía que no era correcto, pero en ese momento no estaba para pensar en ello. Él podía jurar que aquella historia de los cantos celestiales era cierta, si se concentraba casi podía escucharlos. Dio un respingo cuando el universitario llevó la mano hasta su entrepierna, pero ante la insistencia de su acompañante terminó por dejarse manosear de una manera impúdica y terriblemente placentera. Aarón nunca antes había sentido nada así. La punta de su pene latía con fuerza como si albergara en ella un pequeño corazón, la tela de sus pantalones lo molestaba, sus testículos parecían haberse contraído... Estaba a un segundo de arrancarse la ropa para que el otro pudiera explorarlo mejor y así averiguar hasta qué punto aquel placer podría aumentarse, pero sintió miedo y de un tirón apartó la mano de Sorel.

     —Déjame tocarte, Aarón, déjame darte placer.

     —No, no quiero...

     —¿No quieres o tienes miedo? —Aarón mordió su labio. Sí quería. Tenía miedo y no podía decirlo.

     —Tócame a mí —sugirió tomando la mano del sacerdote y dirigiéndola bajo el vestuario de monaguillo hasta sus genitales—. Te mostraré que no hay nada que temer en esto.

     Aarón palpó la zona mientras el joven a su lado, llevaba una pierna sobre él para darle mejor acceso, cruzándola sobre su regazo, abrazándolo. Recorrió con sus dedos toda la extensión del miembro y después los testículos mientras Sorel le daba tiernos golpecitos en la oreja con su nariz. Luego, se atrevió a presionar un poco logrando que el otro murmurara «mmm». El muchacho lo obligó a voltear y aceptar un beso en medio del cual empujó la cadera entre su mano para acariciarse. Aarón era un completo inexperto, pero entendió la indirecta y empezó a subir y a bajar lentamente... Sorel lo obsequiaba con suspiros y pequeños mordiscos en la boca, después de un rato a ese ritmo, el sacerdote sintió el líquido pre-seminal humedecer sus dedos, aunque no podía ver nada bajo el traje de monaguillo.

     —Más fuerte... —imploró Sorel en apenas un susurro. Él obedeció apretándolo más. No mucho después de eso, Sorel escondió la cabeza entre su cuello y con un leve gemido llenó con semen la mano del sacerdote. Estuvieron en silencio unos minutos hasta que el más bajo se levantó para cambiarse de ropa. Antes de irse depositó un beso sobre los labios del cura. —¿Lo viste? No hay nada que temer...

 —¿Lo viste? No hay nada que temer

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Religare I [PecaminoSo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora