Pecado XVI

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Fui demasiado lejos cuando estaba rogando de rodillas.

Rogando por tus brazos para que los tuvieras a mi alrededor.

Fui demasiado lejos y besé el suelo bajo tus pies.

Aurora, I went to far

     Aarón regresaba la tarde del viernes, después de acudir a visitar a un enfermo. Caminaba cerca del parque central que a esa hora no tenía tantos niños y niñas como sí parejas enamoradas cuando observó a Sorel en uno de esos asientos de piedra. Estaba acompañado de un joven alto y bien parecido que abrió un refresco gaseoso que al parecer había sido agitado antes porque el líquido hizo erupción manchándolos a ambos quienes después de la sorpresa inicial, prorrumpieron en risas.

     —Lo siento mucho —se disculpó Florián, tomando una servilleta de la bolsa que le habían dado en donde compró las bebidas y el par de alfajores que estaban comiendo, con ella empezó a limpiar el rostro de Sorel, siendo muy cuidadoso.

     Aarón no sucumbió al impulso de pasar a saludar. No es como si estuviera sintiendo ganas de saber por qué aquel par parecía tan íntimo, no, no, ¡qué va! Lo que le generaba interés es que Sorel tuviera un nuevo amigo, porque hasta donde él conocía, ese muchacho no tenía amistades. Por la noche, cuando rendido se acostó intentando conciliar el sueño, aún la imagen de aquel hombre acariciando el rostro de su pequeño pecaminoso, le rondaba en la mente. Se sentía muy feliz de que Sorel tuviera un amigo. Él le había pedido muchas veces a Dios que no lo dejara solo, y ahora ya no lo estaría, sus plegarias habían sido escuchadas. Ese amigo nuevo podría incluso conseguir que Sorel dejara de perturbarlo. Aarón sintió un dolor en su estómago que lo hizo retorcerse en la pequeña cama.

     Ya había caído muy hasta el fondo de la lujuria. ¿Qué pasaría si en verdad Sorel y ese hombre se hacían novios? ¿Envidia? ¿Codicia? ¿Cabrían todos los pecados capitales en su lista personal? Era la primera vez que Aarón experimentaba esa clase de celos, los que no correspondían a la admiración que sentían sus profesores por algunos de sus compañeros en el pasado. Esa era una reacción de celotipia típica de amantes. No le gustaba. Le hacía enfermar, le hacía volverse loco. ¿Y si Sorel no regresaba nunca más? ¿Si ese hombre alto era quien confesó amarlo en secreto? ¿Si le daba a Sorel el amor que un sacerdote jamás podría?

     —¡Dios mío! No permitas que eso suceda... ¡No! Mejor que sí suceda. Es lo más apto para él... ¡No! Mejor que no... o sí. —Se iba a volver loco.

     En la misa del domingo, el nuevo amigo estaba sentado cerca del coro en el que cantaba su más delicioso pecado. Aarón se olvidó un par de veces de las oraciones y el pueblo empezaba a pensar que el sacerdote estaba enfermo. Sorel continuaba cantando y Florián lo observaba con una sonrisa enorme. El cura no perdía detalle de nada, ni siquiera de la forma en cómo aquellos dos se abrazaron para darse el saludo de la paz. Quería bajar de su posición, golpear al hombre alto en la cabeza, tomar la mano de Sorel, meterlo en el confesionario, darle una nalgada y luego... luego no se atrevió a pensar más porque estaba dando la misa. Cuando todo finalizó, se acercó a ellos.

     —Veo que tienes un nuevo amigo —dijo.

     —Él es Florián. —Los presentó Sorel. Su madre no parecía muy segura respecto a aprobar esa relación. Ella temía que su hijo no comprendiera los límites de la amistad entre varones.

     —Es un placer hablar conocerlo personalmente, padre Loyola —saludó el joven. El sacerdote le estrechó la mano, más por compromiso que por su genuina gana de saludar.

Religare I [PecaminoSo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora