Capítulo 12

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Internet no tenía mucha información sobre Lee Yongbok. Un par de fotos de sus cuadros, dos o tres líneas sobre su vida y obra, y ya. Ningún retrato, ninguna foto familiar.

Yongbok era igual de misterioso que Felix.

Había nacido en Corea (no especificaban cuándo ni en qué parte), estudió artes plásticas en una universidad, se graduó, se casó, tuvo un hijo y luego desapareció de la faz de la tierra. Su última obra, sin nombre, fue realizada unos años atrás y ahora se exhibía en un museo en Seúl.

Ninguna biblioteca tenía información sobre él, y como no sabía dónde había vivido, Chan no pudo buscar a fondo sobre aquél extraño hombre.

Si quería tener respuestas, sabía que primero debía empezar por el autor. Pero era más difícil de encontrar que su propia estabilidad emocional.

Hyunjin tampoco tenía mucha idea y no era de mucha ayuda. Seungmin sabía muy poco sobre el tema y, además, estaba ocupado. Jisung aún no contestaba el teléfono y Chan estaba seguro de que iba a tardar más poniéndose al día con él que investigando algo.

De esa forma, Chan terminó en la puerta del lugar donde todas sus dudas se originaron.

Eran las tres de la tarde y si bien faltaba tiempo para que su turno comenzara, él quería ir y ver a Felix. No tenía idea por qué, pero algo lo había empujado hasta allí. Sus pies se habían detenido frente al museo por cuenta propia.

No se quejó cuando entró a la sala casi vacía y lo vio en su cuadro, tan etéreo como siempre.

Se acercó lo más que pudo, hasta que sintió en la cintura la cinta de seguridad que protegía el cuadro. Miraba directo a Lix y su cara desviada levemente a la izquierda. El deseo de saber más, de saberlo todo, ardía en los ojos de Chan mientras recorría el paisaje que tantas veces había visto.

Las flores azules, las violetas, las celestes. Las abejas, la cama, los árboles, el cielo, las nubes, la falta de rayos de sol. Felix en medio, acaparando toda la atención.

—¿Qué estás haciendo conmigo, Lixie?

Su voz convertida en un susurro salió disparada directa al rubio. No tenía intenciones de decirlo, pero su subconsciente lo había traicionado. Por suerte no había nadie cerca que pudiera juzgarlo por hablar con un cuadro. Irónico.

Volvió a darle una ojeada al cuadro, esta vez ignorando deliberadamente a Felix y su aura dorada. Algo en las flores llamó su atención.

¿Cómo no lo había visto antes? Allí, entre las no-me-olvides de la esquina, estaba la firma de Yongbok y una fecha.

15 de septiembre de 2018.

Chan, sorprendido por su descubrimiento, se sobresaltó y, por impulso, dirigió la mirada a Lixie. Le dedicó una sonrisa gentil, se dio media vuelta, y salió de la sala.

Pensando en lo aliviado que estaba por tener al menos una pista, Chan ignoró el llamado de alguien. La mano que lo detuvo, sin embargo, no pudo evitarla.

—Disculpe, señor Bang, necesito pedirle un favor.

Se trataba del señor Choi, el jefe de seguridad del museo, que a la vez era el jefe de Chan.

—Sí, dígame.

—¿Está disfrutando del museo en lugar de descansar para su turno? Oh, bueno, cada quién hace lo que quiere. Ahora a lo que venía. El señor Seo, que custodia el segundo piso, tuvo un accidente y no va a poder presentarse a trabajar por las próximas semanas. ¿Cree que podría cubrirlo?

—¿Changbin se accidentó? —repitió Chan sorprendido— ¿Qué le pasó? ¿Sabe si está bien?

—Sí, sí, me dijo que se cayó y solo se rompió un brazo pero que él está bien. También me pidió que fuera usted quien lo reemplazara.

Chan no podía negarse, solo estaba un poco confundido por la forma en la que él realizaría su trabajo.

—No hay problema, puedo supervisar el piso de Bin. ¿Y qué voy a hacer con mí piso?

—No se preocupe, ya encontramos un reemplazo para usted también.

¿Un... qué?

—¿Reemplazo? ¿Para qué? Puedo vigilar mi piso y...

—Para evitarle tanto trabajo. Dos pisos son dos pisos, señor Bang, mucho por recorrer.

—Pero...

—Bien, ya que está todo arreglado, a partir de hoy tiene usted el segundo piso. ¡Nos vemos a la noche, Bang! Muchas gracias, adiós.

Chan suspiró. Toda la felicidad que una simple fecha le había generado, ahora se veía opacada por la preocupación de no volver a ver a Felix por unos días.

¿Qué iba a hacer para pasar las noches sin su chico divino para acompañarlo? Iba a morir de angustia y aburrimiento, eso seguro.

Lo peor de todo, pensaba él, era que no había logrado despedirse de Felix. Pero algo le decía que el rubio ya lo sabía. Él lo sabía todo de él. Felix siempre sabía.

El chico del cuadro azul // CHANLIXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora